Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

sábado, 6 de abril de 2024

Mirándolas dormir: DADOS, NUDI- LLOS DE GUERRA Y GUITARRA y HERMOSOS Y MALDITOS, de F. Scott Fitzgerald

"... el pelo rubio de la chica se desparramaba sobre la hamaca (...) Dormía con la boca cerrada..."

Dados, nudillos de guerra y guitarra

(Fragmento)

El turista no se queda mucho tiempo. Dirige su coche a su villa isabelina de cartón piedra, a su carnicería normanda y antigua o a su palomar medieval e italiano, porque éste es el siglo XX y las casas victorianas están tan pasadas de moda como las novelas de la señora Humphry Ward.

No puede ver la hamaca desde la carretera, pero algunas veces en la hamaca hay una chica. Aquella tarde había una. Estaba dormida y no parecía darse cuenta de los horrores estéticos que la rodeaban, la estatua de piedra de Diana, por ejemplo, que en el jardín, a la luz del sol, sonreía como una estúpida.

Todo era extraordinariamente amarillo: aquella luz del sol, por ejemplo, era amarilla, y la hamaca era de ese detestable color que sólo poseen las hamacas, y el pelo rubio de la chica se desparramaba sobre la hamaca en una especie de comparación envidiosa.

Dormía con la boca cerrada y las manos unidas bajo la cabeza, como suelen dormir las jóvenes. Su pecho subía y bajaba suavemente, sin mayor énfasis que el balanceo de la hamaca.

Su nombre, Amanthis, estaba tan pasado de moda como la casa donde vivía. Lamen- to decir que sus raíces victorianas se interrumpían tajantemente en este punto.

(Traducido al español por Justo Navarro).

"Anthony encontró a Gloria dormida en una de las camas, con el brazo doblado alrededor de un objeto negro..."

Hermosos y malditos

(Fragmento del capítulo Sentimiento)

- Pero no será... como nuestras dos camas... nunca más. Cada vez que nos marchamos y nos mudamos hay algo que se pierde... algo que dejamos atrás. Nada se repite nunca por completo, y yo he sido tan tuya aquí...

Anthony la estrechó apasionadamente, captando -mucho más allá de cualquier crítica de sus sentimientos- una sabia percepción del momento presente, aunque solo fuera para ceder ante el deseo de llorar... Gloria, la indolente, siempre absorta en sus propios sueños, extrayendo patetismo de las cosas memorables de la vida y de la juventud...

Aquella tarde, horas después, cuando regresó de la estación con los billetes, Anthony encontró a Gloria dormida en una de las camas, con el brazo doblado alrededor de un objeto negro que al principio no fue capaz de identificar. Al acercarse más descubrió que era uno de sus propios zapatos, ni particularmente nuevo ni especialmen- te limpio, pero el rostro de Gloria, manchado de lágrimas, estaba pegado contra él, y Anthony entendió el antiguo y muy honorable mensaje que ella le dirigía. Con un sentimiento casi de embeleso, la despertó y vio cómo Gloria le sonreía con timidez, pero muy consciente de su sutileza imaginativa.

Sin necesidad de hacer una valoración de las ventajas e inconvenientes de estas dos cosas, a Anthony le parecía que se hallaba en algún lugar muy próximo al corazón del amor.
(Traducido al español por José Luis López Muñoz).

Francis Scott Fitzgerald (Estados Unidos, 1896-1940).

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