Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

domingo, 28 de abril de 2024

Mirándolas dormir: LA CONDICIÓN HUMANA, de André Malraux

"Pero en aquel momento: el sueño y sus labios la entregaban a una sensualidad perfecta..."

El teléfono

(Fragmento)

Valeria dormía. La respiración regular y la dejadez del sueño henchían sus labios con dulzura y también con la expresión perdida que le suministraba el goce. «Un ser humano -pensó Ferral-; una vida individual, aislada, única, como la mía...» Se la imaginó habitando en su cuerpo, experimentando en su lugar aquel goce que él no podía volver a sentir más que como una humillación; se veía él también humillado por aquella voluptuosidad pasiva, por aquel sexo de mujer. «Eso es idiota; ella siente en función de su sexo, como yo en función del mío; ni más ni menos. Siente como un nudo de deseos, de tristeza, de orgullo; como un destino... Evidentemente.» Pero no en aquel momento: el sueño y sus labios la entregaban a una sensualidad perfecta, como si hubiese aceptado el no ser ya un ser vivo y libre, sino solamente aquella expresión de reconocimiento de una conquista física. El gran silencio de la noche china, con su olor a alcanfor y a hojas, adormecido él también hasta el Pacífico, la recubría fuera del tiempo: ni un navío llamaba; ni un tiro de fusil. No encerraba Valeria en su sueño los recuerdos y las esperanzas que él no poseería nunca: ella no era nada más que el otro polo de su propio placer. Jamás había vivido: nunca había sido una niña.

André Malraux (Francia, 1901-1976).

(Traducido al español por César A. Comet).

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