(Fragmento)
Conque Perico y Luisito, cuando llegó la Navidad y D.
Melchor abrió al público su Nacimiento, fueron juntos y cogidos de la mano a
gozar de aquel espectáculo sor- prendente.
Los dos chiquillos en pie, reconcentrando toda su
atención sobre los tres Reyes Magos, y D. Melchor sentado en su sillón de
vaqueta y fijando sus ojos tristes y húmedos en los dos chiquillos: así los
encontramos ahora. Luisito decía:
- Mira, esos tres son los Reyes Magos; hay que
encargarles que no falten; la noche de Reyes pondré mis zapatos a la ventana y
a ver de qué me los llenan. ¿Y tú vas a poner tus zapatos también?
- Es que yo no tengo ventana, dijo Perico; pero los
pondré en la entrada del socavón, por la parte de fuera. Aunque sé que no han
de ponerme nada; porque como soy pobre, ¡qué han de ponerme a mí!
Y una nota de tristeza apuntó, por primera vez en su
vida, en la voz de Perico.
- Es verdad -dijo Luisito-; ¡pero quién sabe!
Encárgaselo a Melchor, que ese dicen que es bueno.
- Por encargarlo no ha de quedar -replicó Perico.
Y acercando el dedo a la figura de barro de Melchor,
le dijo con tono humilde:
- Oye, si quieres, ponme algo la noche de Reyes.
Luisito le apretó el brazo y en voz muy baja le avisó
que D. Melchor estaba mirando y que no le gustaba que tocasen a las figuras del
Nacimiento. Perico retiró el dedo, se agarró a Luisito y con él salió corriendo
y diciendo entre risas y miedos:
- Me ha visto sí, sí; me ha visto D. Melchor tocar al
Melchor de barro.
D. Melchor entretanto se secaba los ojos con el
pañuelo de hierbas. Pasaron días, todos los de Navidad, alegres para los chicos
del pueblo y alegres también para Perico, que siempre tenía la risa en los
labios aunque tiritase de frío y se muriese de hambre. Cuando oía reír, reía, y
cuando estaba solo reía también. Dijérase que le retozaban en el cuerpo un
manojo de primaveras y todos los pájaros del aire.
Pero iba a llegar la noche de Reyes y era grande la
emoción de Luisito y de Perico.
¿Se acordarían de ellos los Reyes Magos?
De Luisito se habían acordado siempre; de Perico
nunca; ¿quién sabe?, acaso este año se acordarían.
José Echegaray (España, 1832-1916).
Obtuvo el premio Nobel compartido con Frédéric Mistral en 1904.
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