Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

martes, 1 de noviembre de 2022

Día de los muertos: EL ZUECO, de Marcel Schwob

"La víspera de la fiesta de Todos los Santos, el sol cubría las hojas de los árboles con una franja de sangre y oro..."

(Fragmento inicial)
 
Doce caminos importantes atraviesan el bosque de Gávre. La víspera de la fiesta de Todos los Santos, el Sol cubría aún las hojas de los árboles con una franja de sangre y oro cuando por el camino del Este apareció, errante, una niñita. Llevaba un pañuelo rojo a la cabeza, anudado bajo el mentón, una camisa de algodón gris con un botón de cobre, una deshilachada falda, un par de pequeñas pantorrillas doradas, redondas como husos, que se hundían en unos zuecos claveteados. Al llegar a la gran encrucijada, sin saber hacia dónde ir, se sentó junto al mojón indicador de kilómetros y se echó a llorar.
 
La pequeña lloró durante mucho tiempo, tanto que la noche lo fue cubriendo todo mientras las lágrimas corrían entre sus dedos. Las ortigas inclinaban sus racimos de granos verdes. Los grandes cardos cerraban sus flores violetas, el camino gris se obscurecía aún más, allá a lo lejos, en la bruma. Por el hombro de la pequeña subieron de pronto dos garras y un hocico fino; luego todo un cuerpo aterciopelado, seguido de una cola en forma de penacho, se acurrucó entre sus brazos, y la ardilla puso su nariz en la corta manga de algodón. La niñita se incorporó y penetró bajo los árboles, bajo la bóveda de ramas entrelazadas, con espinosos matorrales salpicados de ciruelos silvestres, donde de pronto surgían, rectos, hacia el cielo, algunos avellanos. En el fondo de una de esas obscuras enramadas vio dos llamas muy rojas. La pelambre de la ardilla se erizó. Algo rechinaba los dientes y el animal saltó al suelo. Pero tanto había andado la pequeña por los caminos, que no sentía miedo, y avanzó hacia la luz.

Marcel Schwob (Francia, 1867-1905).

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