Regresa la primavera a Vancouver.

sábado, 7 de agosto de 2021

Venecia: Entre Moby Dick y los poemas de Herman Melville

"Cuando Venecia se eleva en arrecifes de palacios."

Es bien sabido que Herman Melville pasó buena parte de su vida, desde muy joven, como marinero. Y ese espíritu errante fascinado por el mar, por supuesto que habría de verse reflejado en su obra. De manera que las menciones a Venecia resultan inevitables, aunque sólo sea como figura literaria, como es el caso de la siguiente analogía que aparece al principio de su novela Benito Cereno:

"Maltrecho y enmohecido, el almenado castillo de proa parecía un antiguo torreón, tomado por asalto en el pasado y más tarde abandonado. Hacia la popa, dos galerías laterales elevadas, las balaustradas cubiertas aquí y allá de musgo marino seco como yesca, abriéndose desde la desocupada cabina de mando, cuyas claraboyas, a causa del clima templado se hallaban herméticamente cerradas y calafateadas; estos balcones sin inquilino colgaban por encima del mar como si fuera el Gran Canal de Venecia."

Sin embargo, las referencias que llaman la atención son aquellas que se relacionan entre sí a pesar de tratarse de dos géneros distintos: poesía y narrativa. En su obra más conocida, Moby Dick, en el capítulo que lleva por título La historia del Town-Ho (según se contó en la Posada de Oro), aparece una referencia a Venecia.

"- Un momento, ¡perdón! -dijo otro del grupo-. En nombre de todos nosotros los limeños, deseo expresarle, señor marinero, que no hemos pasado por alto de ningún modo su delicadeza al no haber puesto la presente Lima en lugar de la lejana Venecia en vuestra corrupta comparación. ¡Ah! No se incline ni parezca sorprendido: ya conoce el proverbio que se repite por toda esta costa: "corrompidos como Lima". No hace sino confirmar lo que usted dice, también: la iglesias son más abundantes que las mesas de billar, y siempre abiertas... y "corrompido como Lima". Así también Venecia; yo he estado allí; ¡la sagrada ciudad del santo Evangelio, San Marcos!... ¡Santo Domingo, púrgala! ¡Deme su vaso! Gracias; lo volvemos a llenar; ahora, que nos escancien otra vez."

Lo que sin duda resulta familiar con algunas estrofas del segundo poema de Fruto del viaje hace largo tiempo, que da principio estableciendo:

Un desmayo del mediodía, un trance de marea,
La silenciosa siesta meditabunda
Como calma lejos del Perú (...)

Prosigue poco más adelante:

Un impulso lánguido del remo
Plegado por mi indolente gondolero
Tintineos contra un castillo de palacio (...)

Para insistir después con el mismo personaje:

"¡Hey! Gondolero, estás dormido, hombre;
¡Despierta!" Y, disparando, corrimos; (...)

Casi de inmediato concluye esa estrofa:

Sirenas, verdaderas sirenas,
Sirenas asaltantes en el mar.

El poema previo, es decir, el primero de esta segunda parte denominada Fruto del viaje hace largo tiempo, en el poemario Timoleón y otras empresas en versículo menor, se llama precisamente Venecia.


Con una fuerza de voluntad panteísta
El pequeño artesano del Mar de Coral
Extenuado en el abismo azul
Edifica su maravillosa galería
Y una larga arcada,
Construcciones insólitas al margen
De marmóreas galerías,
Evidencia lo que un gusano es capaz de hacer.

Laborioso en olas menos profundas,
Avanzado en arte afín
Un orgulloso agente ha demostrado el poder del dios Pan
Cuando Venecia se eleva en arrecifes de palacios.

Cabe la acotación de que este volumen de poesía fue la última obra publicada en vida del autor. Apareció en mayo de 1891.

Jules Etienne

Herman Melville (Estados Unidos, 1819-1891).
Es posible leer aquí el poema original en inglés Venecia (Venice).

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