"¡Era, cuando menos, una rara coincidencia que los acontecimientos la llevasen inesperadamente a Venecia!"
(Párrafo final del capítulo XV)
Agnes guardó la
carta y sintiéndose agitada, se refugió unos minutos en su habitación. A su
primera y lógica sorpresa y excitación ante la perspectiva del viaje le siguió
una impresión menos agradable. Recobrando su acostumbrada compostura, recordó
las fatídicas palabras con que se despidió de ella la condesa: "Nos
volveremos a ver... aquí, en Inglaterra, o en Venecia, donde mi marido murió,
pero será la última vez." ¡Era, cuando menos, una rara coincidencia que
los aconte- cimientos la llevasen inesperadamente a Venecia! ¿Estaba aquella mujer de palabras misteriosas y ojos ardientes todavía en América? ¿Otros
acontecimientos, también inesperados, la habrían llevado a Venecia? Agnes se
levantó de su asiento, avergonzada de su momentáneo abandono a lo que no era
sino una actitud supersti- ciosa. Llamó con la campanilla y envió por las niñas,
anunciando a la servidumbre su inmediata partida. El ruidoso regocijo de las
niñas y la precipitación con que hubo que hacer el equipaje contribuyeron a
devolverle su energía. Rechazó despreciándolo, cualquier clase de
presentimiento. Llegaron a Dublín aquel mismo día. Dos días después estaban en París.
Wilkie Collins (Inglaterra, 1824-1889).
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