"... se disponía a abordar una góndola en compañía de su mujer para ir a la iglesia de Santa María de la Salud..."
(Fragmento del capítulo XXXI)
Dos semanas más tarde, el portero de la fonda Bauer, de Venecia, entregaba al señor Polianecki una carta que llevaba el sello de Varsovia, cuando se disponía a abordar una góndola, en compañía de su mujer, para ir a la iglesia de Santa María de la Salud, donde tenía que asistir a una misa que mandaban rezar con motivo del aniversario de la muerte de la madre de Marina.
Como Polaniecki no esperaba noticias importantes de
Varsovia, se metió la carta en el bolsillo y le dijo a su esposa:
- Me parece que es temprano para ir a la iglesia.
- Sí -contestó ella-, aún tenemos media hora de tiempo.
- Entonces
nos podemos hacer llevar hasta el puente de Rialto.
Marina
consentía siempre en todo. Era la vez primera que viajaba por el extranjero, y
todo cuanto veía le producía un verdadero entusiasmo. En la plenitud de su
alegría abrazaba entusiasmada a su marido, como si Venecia hubiese sido
construida por él y como si a él se le debieran agradecer todas aquellas
bellezas.
Como era
temprano, había poco movimiento; la laguna estaba tranquila como si dormitase,
no se percibía ni un solo soplo de viento, y el Canal Grande resplandecía de
toda su belleza en aquel día tranquilo y sin sol. Reinaba la quietud de un
cementerio, los palacios parecían vacíos y desiertos. Se admiraba sin despegar
los labios por temor de interrumpir aquel silencio general. Así se conducía
Marina, pero Polaniecki, menos sensible, sacó la carta del bolsillo y se puso a
leerla.
Henryk Sienkiewicz (Polonia, 1846-1916).
Obtuvo el premio Nobel en 1905.
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