"... una de las tardes que andábamos a caza de conejos, vimos venir hacia nosotros un caballo desbocado..."
(Fragmento del capítulo II)
¿Pues qué ha sido de tu vida, hijo de mi alma?, me preguntó;
¿qué suerte has corrido?, ¿qué malas aventuras has pasado que te veo tan otro y
tan desfigurado de ropa?
- Qué ha de ser, le contesté, sino que soy el más
desgraciado que ha nacido de madre […] me dijo el mulatillo interrumpiéndome; sube
a las ancas de mi caballo, nos encaramaremos sobre aquella loma, y allí […] en
los caminos reales espantamos la caza.
- No entiendo eso de espantar la caza, le dije, pues
yo jamás he visto cazar en caminos reales, sino en los bosques y lugares no
transitados por los hombres.
- Tanto así tienes de guaje, me dijo el Aguilucho;
pero cuando sepas que nosotros no andamos a caza de conejos ni de tigres, sino de
hombres…
(Fragmento del capítulo IV)
… Éste fue el fin glorioso que tuvo mi aventura de
médico. Corrí como una liebre; y con tanta carrera y el mal pasaje que tuvo la
mula, en el pueblo de Tlalnepantla se me cayó muerta a los dos días. Era fuerza
que lo mal habido tuviera un fin siniestro.
Finalmente, yo vendí allí la silla y la guarlapa en lo
primero que me dieron, tiré la peluca y la golilla en una zanja para no parecer
tan ridículo, y a pie y andando con mi capa al hombro y un palo en la mano,
llegué a México.
(Fragmento del capítulo VI)
… En una de las tardes que andábamos a caza de
conejos, vimos venir hacia nosotros un caballo desbocado, pero en tan
precipitada carrera, que por más que hicimos no fue posible detenerlo; antes si
no nos hacemos a un lado, nos arroja al suelo contra nuestra voluntad […] el
pobre jinete […] no valían nada las diligencias que hacía con las riendas para
contenerlo. Creímos su muerte próxima por la furia de aquel ciego bruto, y más
cuando vimos que, desviándose del camino real, corrió derecho por una vereda, y
encontrándose con una cerca de piedras de la huerta de un indio, quiso saltarla,
y no pudiendo, cayó en tierra cogiendo debajo la pierna del jinete.
José Joaquín Fernández de Lizardi (México, 1776-1827).
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