(Fragmento inicial del capítulo XXXI)
Algunos
días después, me puse a escribir a Falkenberg sin gastar preámbulos. Tenía yo
un dispositivo de sierra, que había quedado en Oevreboe -escribí-; pudiera
suceder que algún día llegase a tener alguna importancia para los propietarios
de bosques y tenía la intención de ir a buscarlo cualquier día. «Haz el favor
de vigilar que no se estropee».
Así
fue mi carta de correcta. Era lo más digno. Como Falkenberg hablaría de la
carta en la cocina, y aun era posible que la enseñase, el escrito tenía que ser
serio aunque cortés. Sin embargo, no todo era benignidad y sólo benignidad; también
señala una fecha concreta, para dar un sello de conformidad a la cosa: «El
lunes, 11 de diciembre, iré a buscar la máquina». Así pensaba yo: el término
era claro y preciso; si el lunes no estuviese allí la máquina, podría suceder
algo muy gordo.
Llevé
la carta al correo personalmente, y, otra vez, pegué en lo alto del sobre una
tira de sellos.
Knut Hamsun (Noruega, 1859-1952).
Obtuvo el premio Nobel en 1920.
(Traducido al español por Luis Molins Correa).
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