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jueves, 28 de diciembre de 2023

Día de los inocentes: LOS NIÑOS FELICES, de Arthur Machen

"Y también entraron en el templo todos los niños de tierna edad de Banwick, todos ataviados con túnicas blancas."

(Fragmento final)

La procesión pasó ante mí, y oí cantar a los niños mientras seguían ascendiendo por la colina hacia la antigua iglesia. Regresé a la posada, y al atravesar el puente me asaltó de repente la idea de que era el día de los Santos Inocentes. Sin duda, acababa de presenciar una confusa reliquia de alguna tradición medieval, por lo que al llegar a mi destino le formulé al posadero unas preguntas al respecto.

Entonces comprendí el significado de la extraña expresión que antes había observado en su rostro. Empezó a temblar y a estremecerse de horror y luego se alejó de mí como si yo fuese un mensajero de la muerte.

Unas semanas más tarde estaba leyendo un libro titulado Los antiguos ritos de Banwick. Lo había escrito, en el reinado de la reina Isabel I de Inglaterra, un autor anónimo que había conocido el esplendor de la antigua abadía y la desolación que la asoló. Y hallé este pasaje:

«En el Día de los Inocentes, a medianoche, se celebró un maravilloso y solemne servicio religioso. Ya que cuando los monjes terminaron de cantar el Tedeum en los maitines, subió al altar el abad, espléndidamente ataviado con una vestidura de oro, por lo que era una maravilla contemplarle. Y también entraron en el templo todos los niños de tierna edad de Banwick, todos ataviados con túnicas blancas. Luego, el abad empezó a cantar la misa de los Santos Inocentes. Y cuando terminó la consagración de la misa, se adelantó hasta el Santo Libro el niño más pequeño de cuantos se hallaban presentes y podían estar de pie. Y este niño llegó al altar, y el abad lo instaló en un trono de oro reluciente, y se inclinó y lo adoró, entonando: Talium Regnum Celoerum, Aleluya. De este es el Reino de los Cielos, Aleluya. Y todo el coro cantó en respuesta: Amicti sunt stolis albis, Aleluya, Aleluya. Vestidos están con túnicas blancas, Aleluya, Aleluya. Y el prior y todos los monjes, por orden, adoraron y reveren- ciaron al niño que se hallaba sentado en el trono.»

Yo había presenciado la procesión de la Orden Blanca de los Santos Inocentes. Había visto a los que salían cantando de las aguas profundas donde se hallaba el Lusitania; había visto a los mártires inocentes de los campos de Flandes y Francia regocijándose ante la idea de oír misa en su morada espiritual.

Arthur Machen (Inglés originario de Gales, 1863-1947).

El texto íntegro puede leerse en Ciudad Seva.

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