"Las señales apuntaban a un eclipse total, y aunque buscaba a tientas otra lectura..."
(Fragmento)
Entonces me inventé incontables razones, pero, en último término, probablemente todo se reducía a la desesperación. Estaba desesperado, y, frente a tanto cataclismo, me parecía necesaria algún tipo de acción drástica. Deseaba escupirle al mundo, hacer algo lo más extravagante posible. Con todo el fervor y el idealismo de un joven que ha pensado demasiado y ha leído demasiados libros, decidí que lo mejor era no hacer nada: mi acción consistiría en una negativa militante a realizar ninguna acción. Esto era nihilismo elevado al nivel de una proposición estética. Convertiría mi vida en una obra de arte, sacrificándome en aras de tan exquisitas paradojas que cada respiración me enseñaría a saborear mi propia condena. Las señales apuntaban a un eclipse total, y aunque buscaba a tientas otra lectura, la imagen de esa oscuridad me iba atrayendo gradualmente, me seducía por la simplicidad de su diseño. No haría nada por impedir que ocurriera lo inevitable, pero tampoco correría a su encuentro. Si por ahora la vida podía continuar como siempre había sido, tanto mejor. Tendría paciencia, aguantaría firme. Simplemente, sabía lo que me esperaba, y tanto daba que sucediera hoy o mañana, porque sucedería de todas formas. Eclipse total. El animal había sido sacrificado; sus entrañas, descifradas. La luna ocultaría el sol y, en ese momento, yo me desvanecería. Estaría completamente arruinado, sería un desecho de carne y hueso sin un céntimo en el bolsillo.
Paul Auster (Estados Unidos, 1947).
(Traducido al español por Maribel de Juan).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario