(Fragmento del capítulo 10)
«A
veces, las amigas pueden aliviar tus preocupaciones, Jessie», manifestó la voz
interior, tan saturada de amabilidad que Jessie tuvo que guardar silencio.
«Medité en ello, ¿sabes? Imaginé de qué hablabas y reflexioné en el asunto. No
recordaba en absoluto que hubiese habido un eclipse a principios de los
sesenta, pero, claro, por aquel entonces meencontraba en Florida, mucho más
interesada en el buceo y en el bañero de Delray –me había colado por él de un
modo increíble- que en los fenómenos astronómicos. Supongo que lo que quería
era asegurarme de que todo el asunto no era una especie de fantasía demencial o
algo por el estilo... facilitada tal vez por aquella moza de las horribles
quemaduras en el tetamen. Pero no era ninguna fantasía. Hubo un eclipse total
de Sol en Maine, y sin duda tu casa de verano del lago Dark Score estaba en
medio de la zona desde la que se pudo ver completo. En julio de 1963. Sólo
una niña y su papá, que contemplaban el eclipse. No me contaste lo que te hizo
el bueno de tu padre, pero yo sabía dos cosas, Jessie: que era tu padre, una
mala persona. y que tú tenías diez años, ibas camino de los once y. por lo
tanto, estabas en la frontera de la pubertad... y eso empeoraba las cosas.»
«Basta,
Ruth, por favor. No podías haber elegido un momento más inoportuno para sacar a
relucir esa vieja...»
Pero
Ruth no estaba dispuesta a dejarlo. La Ruth que había sido compañera de cuarto
de Jessie siempre fue una chica firmemente decidida a decir lo que tenía que
decir hasta la última palabra- y la Ruth
que era ahora compañera de cerebro de Jessie no parecía haber cambiado lo más
mínimo respecto a aquélla.
«Luego
me enteré de que vivías fuera del cumpus con tres pimpollos del club femenino
de estudiantes, princesas de vestiditos línea trapecio y blusas marineras, cada
una de las cuales debía de ser propietaria de su correspondiente juego de
pantalones cortos interiores con la inicial de los días de la semana cosida en
la pernera. Creo que tomaste por entonces la consciente determinación de
iniciar los entrenamientos para ingresar en el equipo olímpico de limpieza del
polvo y encerado de suelos. Te defraudaste a ti misma aquella noche en la casa
rectoral de Neuworth, defraudaste a las lágrimas, al dolor y a la rabia, y me
defraudaste a mí. Ah, claro, nos vimos alguna que otra vez durante cierto
tiempo -compartimos en Pat's una pizza y una jarra de Molson's-, pero lo cierto
es que nuestra amistad se había ido al traste, ¿verdad? Cuando llegó la hora de
elegir entre mi persona y lo que sucedió en julio de mil novecientos sesenta y
tres, optaste por el eclipse.»
Se
acentuó el temblor del vaso de agua.
-
¿Por qué ahora, Ruth? -preguntó ¿Jessie, sin darse cuenta de que pronunciaba
las palabras en voz alta, mientras aumentaba la penumbra en la habitación.
«¿Por
qué ahora? Eso es lo que me gustaría saber... dando por sentado que en esta
encarnación eres realmente parte de mí, ¿por qué ahora? ¿Por qué precisamente
en este momento, cuando menos puedo permitirme la distracción y el
desasosiego?» La respuesta más evidente
a esa pregunta era también la menos deseable: porque había un enemigo dentro,
un mal bicho amargado al que le parecía magnífico que Jessie. Se encontrase en
aquella situación: esposada, dolorida, sedienta, asustada y sintiéndose
desdichada. Un ser resentido que no quería que aquella triste condición de
Jessie se aliviara. Una zorra perversa capaz de rebajarse y recurrir a
cualquier sucia jugarreta para que ese alivio no se produjera.
«El
eclipse total del Sol sólo duró aquel día cosa de un minuto, ¿Jessie... salvo
en tu cerebro. Ahí todavía sigue desarrollándose, ¿verdad?»
Stephen King (Estados Unidos, 1947).
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