(Fragmento)
¿Podía
haber otro cuerpo planetario opaco como el de Lagash? Si así fuera brillaría
tan sólo reflejando la luz solar, y si estuviera formado por rocas azulencas,
como gran parte de Lagash, entonces, en medio del abismo rojo del cielo, la
constante luminosidad de los otros soles lo haría invisible... borrado por
completo.
- ¡Pero
eso es una idea desquiciada! -exclamó Theremon.
- ¿Lo
cree así? Escuche esto: suponga que ese cuerpo orbita en torno a Lagash y que
cuenta con tal masa, órbita y distancia que su atracción coincida con la
desviación de la órbita de Lagash según la teoría. ¿Sabe lo que ocurriría?
El
periodista negó con la cabeza.
- Pues
que de vez en cuando ese cuerpo se interpondría otra vez en el camino de algún sol -dijo
Sheerin y apuró lo que quedaba en la botella.
- Sí,
supongo que sí -convino Theremon.
- ¡Naturalmente! Pero sólo si un sol se encuentra en su plano de revolución -señaló con el
pulgar al diminuto sol que brillaba en lo alto-. ¡Beta! Y se sabe que el eclipse
ocurre sólo cuando la disposición de los soles es tal que Beta debe encontrarse
solo en su hemisferio y a la máxima distancia. El eclipse, contando la luna
siete veces el diámetro aparente de Beta, cubrirá todo Lagash durante algo más
de medio día, de manera que ninguna parte del planeta escapará a los efectos.
Ese eclipse tiene lugar una vez cada dos mil cincuenta y nueve años.
La
cara de Theremon se había convertido en una máscara inexpresivo.
- ¿Ésa
es la historia?
- Ni
más ni menos -respondió el psicólogo-. El principio del eclipse comenzará
dentro de tres cuartos de hora. Primero el eclipse, luego la Tiniebla universal
y, quizás, esas misteriosas Estrellas... después la locura y el final del
ciclo.
Isaac Asimov
(Ruso nacionalizado estadounidense, 1920-1992).
La ilustración corresponde a la publicación original del cuento Anochecer (Nightfall), en 1941.
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