(Fragmento del capítulo IV: La taberna)
- Eso será imposible,
pues no es tan fácil apoderarse en Texas de un individuo para llevárselo a
Nueva York. Ya me daría yo por contento con poder arrancar a Ohlert de manos
del criminal, y salvar a lo menos parte de las cantidades que se ha apropiado. Además
me daría una gran satisfacción escuchar de labios de usted que no tiene ya a los alemanes por bárbaros
sin sentimientos nobles, pues me ha dolido ver que mis compatriotas y yo somos despreciados por una señora tan digna y tan atenta.
La contestación a mis
palabras consistió en una serie de disculpas y protestas de que había vuelto de
su error; de manera que nos separamos del modo más afectuoso. Al salir despedí a
los agentes de la policía con una buena propina y eché a correr a un despacho de consignación
de buques para procurarme un pasaje para Quintana. La ocasión no me era favorable;
el barco que estaba de salida iba a Tampico y hacía escalas, en tanto que los directos para
Quintana no salían sino hasta algunos días después. Por fin encontré un velero
rápido que transportaba carga a Galveston y salía aquella misma tarde, por lo que de inmediato contraté un camarote. En Galveston hallaría fácilmente medios para
continuar el viaje. Arreglé todos mis asuntos y me embarqué.
Pero mis esperanzas resultaron fallidas. De Galveston salía un buque para Matagorda, en la desembocadura
del Colorado occidental, el cual pasaba por Quintana pero sin detenerse; sin embargo, me
aseguraron que entre dichos puntos había frecuentes comunicaciones, y esto me decidió
a aprovechar la ocasión, de que más tarde no habría de arrepentirme.
El hombre del tótem
(Fragmento)
Ahora inervino el capitán. Para su deleite, Forster
había encontrado en él a un compañero de estudios y, por lo tanto, le había
informado el motivo de su viaje y su propósito.
- ¿Cuánto tiempo más tenemos que navegar, Williams?
- En dos horas más estaremos en el puerto. Aquí tienes la pipa. Ayer cortamos por el trópico y luego doblamos a la altura de Tampico. La franja que tenemos enfrente es la costa de Veracruz.
De hecho, Forster reconoció un rayo oscuro cerrándose en el horizonte.
- ¿Conoces el
horario de la oficina de correos?
- No. En cualquier caso, no tendrás que esperar mucho. ¿De
veras crees que puedes encontrar al tipo en Morelia?
- Probablemente. Pero no puedo reclamarlo.
- Me gustaría asumir que está en Texas. Debe ser muy conocido allí,
de lo contrario no habría hablado tanto del país, que es tan extenso y allí
puede iniciar sus especulaciones a pesar de los temores de una posible
persecución. Solo recuerde que ese no es un territorio de los Estados Unidos
sino una provincia mexicana y su extradición requeriría largas negociaciones
durante las cuales podría escaparse diez veces.
Karl May (Alemania, 1842-1912).
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