"De tal manera que si En agosto nos vemos permaneciera inédita, su último trabajo de ficción publicado vendría a ser Memoria de mis putas tristes, que se dio a conocer hace diez años."
En alguna ocasión, hace ya una respetable cantidad de ayeres, discutía con un grupo de amigos acerca del trabajo que colocaba el punto final en la obra de un creador, ya sea literario o cinematográfico. Con excepción de aquellos que por razones de edad o salud están plenamente conscientes de la que será su última creación, por ejemplo: Los muertos, de John Huston, que la dirigió en silla de ruedas recibiendo oxígeno, casi la tuvo que concluir su hijo Tony -quien además escribió el guión adaptando a James Joyce-, y aunque alcanzó a terminarla, como era de suponerse murió meses antes de que la película se estrenara. Pero en la mayoría de los casos, lo más probable es que ignore el hecho de que determinado libro o película será su firma póstuma.
La discusión se enriqueció por considerar que los grandes autores, responsables de un acervo abundante en títulos interesantes, a veces rematan con una obra maestra y en otras con un trabajo apenas menor. En ese sentido podríamos establecer el contraste entre Franz Kafka y Fiódor Dostoyevski. Mientras que el primero corregía en su lecho de muerte un cuento breve casi desconocido, Un artista del hambre, a diferencia de La metamorfosis o El proceso, por citar sólo un par de títulos suyos entre los más reconocidos, Dostoyevski, en cambio, logró terminar Los hermanos Karamazov. Había emprendido el proyecto en abril de 1878 y la novela fue publicada en noviembre de 1880. Falleció ese invierno, el 9 de febrero.
Sigmund Freud siempre fue uno de sus lectores más entusiastas al grado de calificarla como la mejor de todos los tiempos, en tanto que el propio Kafka admitía la influencia que había tenido sobre su creación. En todo caso, es frecuente que se le considere la más completa en una lista en la que figuran otras quince novelas del mismo autor, entre ellas Crimen y castigo. Ése sería el paradigma de un testamento literario.
El asunto viene al caso tras el reciente deceso de García Márquez, quien había estado trabajando en varios relatos independientes con una misma protagonista: Ana Magdalena Bach, mujer atractiva y culta al borde de la vejez -que hoy se trata de ocultar bajo el disfraz de un eufemismo de uso común: la tercera edad-, quien cada agosto acostumbra a viajar al pueblo en el que está enterrada su madre para llevar un ramo de flores a su tumba y platicar con ella sobre los acontecimientos en su vida. El conjunto se integraría en una novela que llevaría como título En agosto nos vemos. Sin embargo, con su muerte, el proyecto que suma alrededor de ciento cincuenta páginas, quedó inconcluso. Este es el párrafo con que da principio la narración:
"Volvió a la isla el viernes 16 de agosto en el transbordador de las dos de la tarde. Llevaba una camisa de cuadros escoceses, pantalones de vaquero, zapatos sencillos de tacón bajo y sin medias, una sombrilla de raso y, como único equipaje, un maletín de playa. En la fila de taxis del muelle fue directo a un modelo antiguo carcomido por el salitre. El chofer la recibió con un saludo de antiguo conocido y la llevó dando tumbos a través del pueblo indigente, con casas de bahareque y techos de palma, y calles de arenas blancas frente a un mar ardiente. Tuvo que hacer cabriolas para sortear los cerdos impávidos y a los niños desnudos, que lo burlaban con pases de toreros. Al final del pueblo se enfiló por una avenida de palmeras reales, donde estaban las playas y los hoteles de turismo, entre el mar abierto y una laguna interior poblada de garzas azules. Por fin se detuvo en el hotel más viejo y desmerecido."
Los editores de García Márquez lamentan que no hubiese sido posible concluirla lo cual, según sus palabras, se debió a su afán perfeccionista. Sin embargo, estarían dispuestos a publicarla como una obra inacabada si sus herederos así lo decidieran. En ese caso, sería la novela póstuma del autor de Cien años de soledad, El amor en los tiempos del cólera y Crónica de una muerte anunciada. No hay probabilidades de que pudiera alcanzar la importancia de aquellas.
En 2010 apareció Yo no vengo a decir un discurso, que incluye 22 textos del autor, aunque ninguno de ellos es narrativa. De tal manera que si En agosto nos vemos permaneciera inédita, su último trabajo de ficción publicado vendría a ser Memoria de mis putas tristes, que se dio a conocer hace diez años. Esta breve paráfrasis de La casa de las bellas durmientes del japonés Yasunari Kawabata, también merecedor del premio Nobel, permanecería como el testamento literario de uno de los autores más importantes en nuestra lengua.
Jules Etienne
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