Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

jueves, 5 de mayo de 2011

A propósito de ciegos



Con motivo de la muerte de Ernesto Sabato y recordando algunos de los títulos de su obra, me encontré con que Informe sobre ciegos, que yo conocía como la tercera parte de su novela Sobre héroes y tumbas -no diré que una de las más complejas porque todas sus novelas lo son-, también ha sido editada de manera independiente. Es decir, el carácter del texto es tan cerrado y posee una autonomía tal que, sin perder de vista el entorno del conjunto, ha sido posible su publicación al margen del resto de la novela.

Tanto el nombre como su tema me han remitido de inmediato al Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago, y a una menos conocida En el país de los ciegos, de H. G. Wells. Como ávido lector de Carlos Fuentes, no podría dejar de mencionar Cantar de ciegos, aunque la referencia se queda atorada en el mero título, sin embargo, vendría al caso una frase de su novela Gringo viejo: "Ella quizá sabía que nada es visto hasta que el escritor lo nombra. El lenguaje permite ver. Sin la palabra somos todos ciegos." (Capítulo XVII).

El español Alberto Méndez reunió en un volumen cuatro relatos sobre la guerra civil, que incluso fueron adaptados al cine en 2008, pero no he tenido la oportunidad de leer, sin embargo, lo consigno porque su título me parece espléndido: Los girasoles ciegos.

Uno de mis autores preferidos durante la adolescencia fue Aldous Huxley, recuerdo que incluso mi trabajo de fin de cursos para la materia relacionada con la literatura que impartía el poeta Hugo Gutiérrez Vega en mi época universitaria, fue sobre la obra de Huxley. Viene al caso porque una de su novelas lleva por título Ciego en Gaza pero, sobre todo, porque siendo muy joven padeció de queratitis, lo que le llevó a perder la vista durante un año y medio, al grado de que tuvo que aprender a leer con el sistema Braille. Tras prolongados tratamientos y someterse a un programa de reeducación óptica, logró recuperar parcialmente su aptitud visual. Esa experiencia lo motivó a escribir El arte de ver, que se publicaría en 1942.

También Homero, John Milton y Jorge Luis Borges perdieron la vista. Borges incluso escribió un poema que se llama Un ciego y a uno de sus libros lo tituló Elogio de la sombra. "La gente se imagina al ciego encerrado en un mundo negro... Es falso... El mundo del ciego no es la noche que la gente supone", dijo alguna vez. Y es que los ciegos aquí mencionados habrán perdido sus ojos, pero no la capacidad de ver.

En su Carta sobre ciegos para uso de los que ven, Diderot elabora la siguiente reflexión sobre el espejo desde el punto de vista ajeno: "Nuestro ciego sólo conoce los objetos por el tacto. Por lo que dicen los demás, él sabe que los objetos se conocen mediante la vista, como él los conoce por el tacto; al menos, es la única noción que se puede formar. Además, sabe que nadie puede ver su propio rostro, aunque se lo pueda tocar. Por tanto -deduce-, la vista es una especie de tacto y sólo va dirigida a objetos diferentes a nuestro rostro y alejados de nosotros; por otra parte, el tacto no le da más que la idea del relieve. Así pues -añade-, un espejo es una máquina que nos pone en relieve fuera de nosotros mismos."

Me parece reconfortante que en la literatura se refieran a la ceguera por su nombre y no a través de los eufemismos burocráticos que ahora se han puesto de moda. Porque un invidente o minusválido visual, no es otra cosa que un ciego. La palabra en sí se aprecia más fuerte, categórica y hasta con una mayor carga poética.

A medida que voy mencionando otras obras, establezco una mayor distancia con mi intención original. De manera que más adelante regresaré al pretexto de los ciegos según Sabato, Saramago y Wells.


Jules Etienne

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