Regresa la primavera a Vancouver.

viernes, 1 de septiembre de 2017

Eclipse: LOS VIAJES DE GULLIVER, de Jonathan Swift

"Calculan por año las revoluciones del sol y de la luna (...) y comprenden la teoría de los eclipses."

(Fragmento del capítulo IX de la Parte IV)

Esto fue todo lo que mi amo creyó conveniente decirme por entonces de lo ocurrido en el gran consejo. Pero le cumplió ocultar un punto que se refería personalmente a mí, del cual había de tocar pronto los desdichados efectos, como el lector encontrará en el lugar correspondiente, y del que hago derivar todas las posteriores desdichas de mi vida.
 
Los houyhnhnms no tienen literatura, y toda su instrucción es, por lo tanto, puramente tradicional. Pero como se dan pocos acontecimientos de importancia en un pueblo tan bien unido, naturalmente dispuesto a la virtud, gobernado enteramente por la razón y apartado de todo comercio con las demás naciones, se conserva fácilmente la parte histórica sin cargar las memorias demasiado. Ya he consignado que no están sujetos a enfermedad ninguna, y no necesitan médicos, por consiguiente. No obstante, tienen excelentes medicamentos, compuestos de hierbas, para curar casuales contusiones y cortaduras en las cuartillas o las ranillas, producidas por piedras afiladas, así como otros daños y golpes en las varias partes del cuerpo.
 
Calculan el año por las revoluciones del sol y de la luna, pero no lo subdividen en semanas. Conocen bien los movimientos de esos dos luminares y comprenden la teoría de los eclipses. Esto es lo más a que alcanza su progreso en astronomía.
 
En poesía hay que reconocer que aventajan a todos los demás mortales; son ciertamente inimitables la justeza de sus símiles y la minuciosidad y exactitud de sus descripciones. Abundan sus versos en estas dos figuras, y por regla general consisten en algunas exaltadas nociones de amistad y benevolencia, o en alabanzas a los victoriosos en carreras y otros ejercicios corporales. Sus edificios, aunque muy rudos y sencillos, no son incómodos, sino, por lo contrario, bien imaginados para protegerse contra las injurias del frío y del calor. Hay allí una clase de árbol que a los cuarenta años se suelta por la raíz y cae a la primera tempestad; son muy derechos, y aguzados como estacas con una piedra de filo -porque los houyhnhnms desconocen el uso del hierro-, los clavan verticales en la tierra, con separación de unas diez pulgadas, y luego los entretejen con paja de avena o a veces con zarzo. El techo se hace del mismo modo, e igualmente las puertas.
 
 
Jonathan Swift (Irlanda, 1667-1745).

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