Regresa la primavera a Vancouver.

lunes, 13 de enero de 2014

Enero: EN LAS MONTAÑAS DE LA LOCURA, de H. P. Lovecraft


(Párrafo inicial del capítulo 2: entre el 11 y el 18 de enero)
 
Supongo que el público debió de manifestar un interés muy vivo ante nuestro anuncio de que Lake partía hacia el noroeste internándose en regiones donde nunca había penetrado ningún ser humano, ni siquiera con la imaginación, y a pesar de que no mencionamos sus extravagantes esperanzas de revolucionar la biología y la geología. Sus primeras perforaciones, realizadas entre el 11 y el 18 de enero en compañía de Pabodie y otros cinco hombres -y durante las cuales se perdieron dos perros al cruzar una de las grietas abiertas en el hielo por la presión-, habían dado como resultado la obtención de numerosos esquistos arqueanos. Hasta yo me interesé por la evidente profusión de marcas de fósiles en aquel estrato increíblemente antiguo. Estas marcas, sin embargo, que eran de formas de vida muy primitivas, no encerraban ninguna extrema paradoja, salvo la novedad de la abundancia de fósiles en rocas precámbricas. Por lo tanto siguió pareciéndome inoportuno interrumpir nuestro programa para un intermedio que requeriría la utilización de cuatro aeroplanos, muchos hombres, y casi todos los aparatos de la expedición. Sin embargo, no veté el plan; pero decidí no acompañar la expedición, a pesar de los ruegos de Lake, que quería contar con mis conocimientos de geología. Me quedaría en la base con Pabodie y cinco hombres preparando nuestro viaje hacia el este. Uno de los aparatos ya había comenzado a trasladar una gran cantidad de gasolina desde el estrecho de McMurdo; pero este trabajo podía interrumpirse por ahora. Conservé un trineo y nueve perros, pues no era prudente quedarse sin medios de transporte en aquel mundo muerto y desamparado.
 
 
Howard Philips Lovecraft (Estados Unidos, 1890-1937).

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