Regresa la primavera a Vancouver.

viernes, 3 de mayo de 2019

Tu boca: PADRES E HIJOS, de Iván Turguéniev

"... y aporreando con sus romas uñas las teclas del derrengado piano, se dispuso a cantar con voz recia..."

(Fragmento del capítulo 13)

- No puedo escuchar con paciencia que ataquen a la mujer -prosiguió Evdoksia-. Es espantoso, espantoso. En vez de atacar a las mujeres, lean ustedes el libro de Michelet De l'amour. ¡Qué maravilla! ¡Señores, hablemos del amor! -añadió Evdoksia, hundiendo su mano lánguidamente en el blando almohadón del diván.

Se percibió un súbito silencio.

- No; ¿a qué hablar del amor? -refunfuñó Basarov-. Hace un momento mencionó usted a Odintsova... Creo recordar que la llamó así, ¿no? ¿Quién es esa señora?

- ¡Un encanto, un encanto de mujer! -ponderó Sitnikov-. Yo se la presentaré. Inteligente, rica, viuda. ¡Lástima que aún no esté lo bastante evolucionada! Hay que hacer que trate más a fondo a nuestra Evdoksia. A su salud, Eudoxie! ¡Choquemos! Et toc, et toc, et tin-tin-tin. Et toc, et toc, et tin- tin-ton...

- Víctor, está usted borracho.

El almuerzo se prolongó por un largo rato. A la primera botella de champaña siguió otra segunda, la tercera, y luego una cuarta... Evdoksia charlaba sin parar; Sitnikov repetía sus palabras. Hablaron hasta por los codos sobre si el matrimonio era un prejuicio o un crimen, y lo mismo el traer criaturas al mundo..., y en qué consiste propiamente la individualidad. Llegó la situación al extremo de que Evdoksia, colorada por el efecto del vino y aporreando con sus romas uñas las teclas del derrengado piano, se dispuso a cantar con voz recia, primero canciones gitanas; luego, una romanza de Seymour-Schif (Soñemos con la soleada Granada), mientras Sitnikov se liaba una cinta en la frente y representaba el papel del amante reconciliado, cantando estos versos:
Y tu boca con la mía
Fundir en ardientes besos.


Iván Turguéniev (Rusia, 1818-1883).

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