Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

jueves, 21 de julio de 2011

Páginas ajenas: EL VIEJO Y EL MAR, de Ernest Hemingway



(Fragmento)

El tiburón se acercó velozmente por la popa y cuando atacó al pez, el viejo vio su boca abierta y sus extraños ojos y el tajante chasquido de los dientes al entrarle a la carne justamente sobre la cola. La cabeza del tiburón estaba fuera del agua y su lomo venía asomado y el viejo podía oir el ruido que hacía al desgarrar la piel y la carne del gran pez cuando clavó el arpón en la cabeza del tiburón en el punto donde el entrecejo se cruzaba con con la que corría rectamente hacia atrás partiendo el hocico. No había tales líneas: solamente la pesada y recortada cabeza azul y los grandes ojos y las mandíbulas que chasqueaban, acometían y se lo tragaban todo. Pero allí era donde estaba el cerebro y allí fue donde le pegó el viejo. Le pegó con sus manos pulposas y ensangrentadas, empujando el arpón con toda su fuerza. Le pegó sin esperanza, pero con resolución y furia.

El tiburón se volcó y el viejo vio que no había vida en sus ojos; luego el tiburón volvió a volcarse, se envolvió en dos lazos de cuerda.El viejo se dio cuenta de que estaba muerto, pero el tiburón no quería aceptarlo. Luego, de lomo batiendo el agua con la cola y chasqueando las mandíbulas, el tiburón surcó el agua como una lancha de motor. El agua era blanca en el punto donde batía su cola, y las tres cuartas partes de su cuerpo sobresalían del agua cuando el cabo se puso en tensión, retembló y luego se rompió. El tiburón se quedó un rato tranquilamente en la superficie y el viejo se paró a mirarlo. Luego el tiburón empezó a hundirse lentamente.

- Se llevó unas cuarenta libras -dijo el viejo en voz alta.

"Se llevó también mi arpón y todo el cabo -pensó-, y ahora mi pez sangra y vendrán otros tiburones."

No le agradaba ya mirar al pez porque había sido mutilado. Cuando el pez había sido atacado, fue como si lo hubiera sido él mismo.

Pero he matado al tiburón que atacó a mi pez -pensó-. Y era el dentuso más grande que había visto jamás. Y bien sabe Dios que yo he visto dentusos grandes.

"Era demasiado bueno para durar". Ahora pienso que ojalá hubiera sido un sueño, y que jamás hubiera pescado al pez, y que me hallara solo en la cama sobre los periódicos."

- Pero el hombre no está hecho para la derrota -dijo-. Un hombre puede ser destruido, pero no derrotado.
 
 
Ernest Hemingway (Estados Unidos, 1899-1961) Obtuvo el premio Nobel en 1954.

(Traducido el inglés por Lino Novas Calvo)

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