Regresa la primavera a Vancouver.

martes, 18 de diciembre de 2012

Sobre el fin del mundo: MONO Y ESENCIA, de Aldous Huxley



Sin duda se trata de un asunto que ha obsesionado a la humanidad. En las diferentes mitologías y religiones suelen haber numerosas profecías al respecto. Por eso tampoco resulta extraño que tanto para la literatura como para el cine haya sido el tema de tantas obras. En el cine incluso podría hablarse de un subgénero apocalíptico, frecuentemente emparentado con la ciencia ficción, como sería el caso de La guerra de los mundos, sobre la novela de H. G. Wells, aunque en otros casos, sin llegar a la completa destrucción del planeta, presenta visiones pesimistas del futuro de la humanidad, casi siempre exageradas, pero sin que por ello carezcan de validez en su carácter de advertencias.

Por ejemplo, Cuando el destino nos alcance (Soylent Green, 1973), basada en una novela de Harry Harrison: Make Room! Make Room! (en España fue traducida como ¡Hagan sitio! ¡Hagan sitio!), planteaba la posibilidad de que la escasez de alimentos llegara al grado de tener que fabricarlos de manera sintética, hasta que el protagonista descubre que la materia prima con que estos se elaboran son los propios seres humanos ya fallecidos. Cuando la novela fue publicada en 1966, se le consideró literatura de anticipación. Pronosticaba que a finales del siglo XX, Estados Unidos llegaría a tener 300 millones de habitantes padeciendo como consecuencia, entre otras calamidades, la ya mencionada. Sin embargo, lo esencial radica en que la sociedad extravía el sentido de la convivencia -al que se refería Rousseau como la voluntad general y el bien común en El contrato social- y se encamina hacia su autodestrucción. A propósito de Harrison, su relato El topo fue una de las fuentes primigenias del cineasta ucraniano Konstantin Lopushansky para su espléndida propuesta postapocalíptica Cartas de un hombre muerto (1986): el planeta después de una catástrofe nuclear. Conmovedora y con un aliento poético del que carece, por ejemplo, la más reciente El último camino (The Road, 2009), sobre la novela de Cormac McCarthy, ganadora del premio Pulitzer.

Por eso no deja de parecerme simpático, el hecho de que Aldous Huxley le haya pasado factura al cine cuando decidió escribir la mayor parte de su novela Mono y esencia (Ape and Essence) a la manera de un guión cinematográfico. Al principio se plantea una reflexión sobre la recién acontecida muerte de Mahatma Gandhi -la novela fue publicada en 1948 y Gandhi fue asesinado en enero de ese mismo año-, en estos términos: "Lo matamos porque, después de haber tomado parte breve, y fatalmente, en el juego político, rehusó continuar soñando nuestro sueño de un Orden nacional y una Belleza social y económica; porque intentó hacernos volver a los hechos concretos y cósmicos de la gente real y la Luz interior." Y continúa considerando que: "Los títulos que yo había visto aquella mañana eran parábolas: el suceso que registraban, una alegoría y profecía. En aquel acto simbólico, los que tanto anhelábamos la paz habíamos rechazado el único medio posible de lograrla y habíamos hecho una advertencia a todos los que, en el futuro, pudiesen abogar por procederes que no fuesen los que conducen inevitablemente a la guerra."

Un productor junto con un escritor, en su búsqueda de temas para filmar, se topan entre los libretos rechazados por el estudio en espera de ser incinerados, con el de Mono y esencia. El supuesto guión trata sobre el futuro de la humanidad después de un conflicto nuclear, y la estructura narrativa de la novela da el giro hacia el libreto al que se refiere.

"Voz en off: Este nuevo, claro día, es el veinte de febrero de 2108, y estos hombres y mujeres son miembros de la Expedición Redescubridora de América proveniente de Nueva Zelanda. Respetada por los beligerantes de la tercera Guerra Mundial (obsta decirlo, no por alguna razón humanitaria, sino simplemente porque, como el África Ecuatorial, era demasiado remota para que valiese la pena arrasarla), Nueva Zelanda sobrevivió y aún progresó de manera moderada en un aislamiento que, a causa de la peligrosa contaminación radioactiva del resto del mundo, fue casi absoluto durante más de un siglo. Pasado el peligro, acá vienen sus primeros exploradores, a redescubrir América desde el oeste."

La sorpresa que se llevan al toparse con que la costa californiana está habitada, pero por monos que han sometido a la especie humana -todos ellos clones de Albert Einstein-, a la condición de perros. No conozco otra sátira de Huxley más delirante que Mono y esencia, con un estilo tan alejado de, por ejemplo, Contrapunto, tanto que por momentos hasta parecerían obras de distinto autor. La literatura se desquitó en esta ocasión del cine, al robarle el formato para esta novela, sin embargo, me parece que la última vuelta de tuerca se dio cuando partieron de esa misma idea los productores del serial El planeta de los simios.


Jules Etienne

La ilustración correspondiente proviene del blog de David Greenfield.

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