La semana pasada, leyendo las crónicas de lo acontecido en el encuentro de novela negra de Barcelona, BCNegra, del que ya con anterioridad había comentado algo, me encontré con que uno de los títulos que provocó mayor curiosidad es El hombre que dormía en el coche, escrito originalmente en catalán y publicado con seudónimo: Nil Barral. Lo original del asunto es que Nil Barral es también el nombre del protagonista. El hecho no dejó de provocarme cierta envidia impregnada de nostalgia.
Cuando me encontraba escribiendo Decir adiós es morir un poco, había decidido su título desde un principio, tanto por el hecho de que intentaba un homenaje a Raymond Chandler como porque esa sería su frase culminante, "tal y como en la novela que acabas de leer: Decir adiós es morir un poco." Sin embargo, siempre tuve la tentación de firmarla con seudónimo, el del propio Felipe Mar Law. Esa fue la razón por la que elegí la narración en segunda persona, porque pretendía que fuese como un espejo en el que la creación hablaba con su creador, el personaje con el autor, que al final de cuentas serían el mismo. Lo que modificó el plan, cuando ya la había concluido y estaba a punto de publicarse, era que plantea en términos de reelaboración ficiticia un hecho real de la política mexicana: el fraude que cometió Rosario Robles en contubernio con Luis Kelly, propietario de la agencia de publicidad Publicorp, y que en los medios se le conoció como "el cochinito". Por un lado, no quise que esto le restara seriedad -no podría decir credibilidad, puesto que se trata de una novela, con todo lo de imaginario que eso implica-, a la propuesta literaria y, sobre todo, que se me acusara de cobardía al ni siquiera tener el valor de firmarla con mi propio nombre: ya se sabe que la burocracia mexicana es muy proclive a tratar de desviar la atención sobre sus propias irresponsabilidades acusando de todo lo que sea posible a los demás, como si el desprestigio ajeno implicara su propia absolución.
Y entonces, me quedé con las ganas. A mí me parecía una propuesta literaria divertida poder jugar con esa duplicidad autor-personaje, sobre todo, al establecer el relato hablando de tú, en el singular de la segunda persona.
A ver si más adelante tengo la oportunidad de leer a Nil Barral, los comentarios sobre la obra coinciden en su entusiasmo, y no dejaré de evocar algo que me hubiera gustado hacer y no se dieron las condiciones para que así fuese. Tal y como lo escribí en el prólogo de Una serenata para Lupe: "Es preferible pecar por haber inventado las cosas que por no haber imaginado nada".
Nota: para una relación más amplia de seudónimos empleados por los autores de novela negra, basta consultar las etiquetas correspondientes a novela negra o seudónimos literarios.
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