Regresa la primavera a Vancouver.

viernes, 22 de octubre de 2010

Decir Adiós es morir un poco (páginas 136 y 137)


Extraña lógica la que rige los principios del PPD. Si uno de sus dirigentes comete fraude, si Rosa Ríos incluye a su modista particular, al plomero que le destapa la ceñería en la nómina bajo el rubro de asesores, si los medios exhiben videos en los que aparecen en flagrancia miembros prominentes del partido cometiendo actos de corrupción, si quienes están a cargo de las finanzas son apostadores empedernidos, lo grave no es la falta en sí misma ni la obligación de proceder para castigar a los culpables, sino descubrir quién filtró la información a los medios y con qué propósito. Confiriendo al hecho de que alguien se oculte detrás de la maniobra, la categoría de eximente de responsabilidad.

Como si de repente se supiera que a "garganta profunda" le antipatizaba Nixon y tenían alguna rencilla personal, o incluso que alguien le hubiese pagado para que confesara lo relativo al caso a los periodistas del Washington Post. Su motivación, por indigna que fuese, ¿borraría la inmoralidad que implicaba Watergate?

De camino a la cita haces una escala obligatoria en El Moro para comer unos churros. Los prefieres con canela. Con una parsimonia digna de un ritual, los vas remojando en el chocolate de manera que al morderlos se deshacen en tu boca. Es seguro que a Diana le han de encantar, porque ella disfruta tanto los postres. Le dedicas la faena del sexto churro de la tarde mientras imaginas qué estará haciendo en el mar. Alguien habrá atracado en el muelle de su cuerpo. Al terminar ya casi es la hora. Tendrás que apresurarte para coincidir con Jorge Orión en la esquina de la Torre Latinoamericana. Caminar por la antigua San Juan de Letrán no es fácil. Los lateranenses configuran una fauna muy peculiar. Las banquetas cumplen diversas funciones de compraventa, desde los merolicos ponderando sus mercancías hasta el que despacha tacos de canasta que se comen allí mismo, pasando sobre los objetos de contrabando extendidos en el suelo. Porque solamente así, unos arriba de otros, cabemos todos. La fila se desplaza inexorable, impidiendo cualquier intento por cambiar el ritmo del paso. Como la vida misma.


La ilustración es una fotografía del interior de Churros El Moro.
Fue tomada del blog chutemoc.blogspot.com

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