Regresa la primavera a Vancouver.

sábado, 24 de noviembre de 2018

Día de los muertos: MEMORIAS, de Giacomo Casanova


(Fragmento del tomo cuarto, capítulo XV)

- No sé si a los barrenderos del palacio se les ocurrirá venir por aquí hoy, día de Todos los Santos, ni mañana, día de Muertos. Si alguno viene, me escaparé en cuanto vea abierta la puerta y usted seguirá mis pasos, pero si nadie viene no me muevo de aquí, y si me muero de hambre, lo haré sin lamentarme.
 
A este discurso el pobre hombre enfureció. Me llamó loco, desesperado, seductor, engañoso, mentiroso.
 
Le dejé decir: me mantuve impasible.
 
En esto dieron las seis. Desde el instante en que me había despertado en el desván no había transcurrido sino una hora.
 
Lo que entonces ocupó mi atención fue atenderme. El padre Balbi tenía el aire de un transtornado, pero estaba intacto y como quien no ha pasado riesgo ni fatigas; no se había hecho rasguños ni cubierto de sangre: su chaleco de bayeta roja y su calzón de piel violeta no estaban rasgados, mientras que yo no podía despertar más que horror y piedad, porque estaba completamente ensan- grentado y andrajoso. Como me había quitado las medias, la sangre salía de dos fuertes heridas que me había hecho con el canalón; el agujero de la puerta de la cancillería me había destrozado chale- co, camisa, calzón, muslos y piernas; por todas partes tenía horribles lastimaduras. Desgarrando pañuelos me hice vendas y me vendé lo mejor que pude.
 
Me puse mi hermoso traje, que para un día de invierno debía parecer bastante cómico. Acomodé como pude mis cabellos en la redecilla, me puse medias blancas, una camisa de puntillas a falta de otra y otras dos semejantes debajo, puse pañuelos y medias en mi bolsillo y abandoné el resto en un rincón. Puse mi capa sobre los hombros del monje, y el desgraciado parecía haberla robado. Yo debía parecer un hombre que después de haber estado en el baile hubiera pasado la noche en algún lugar de desquicio donde había sido desplumado. Únicamente las vendas que en mis piernas se veían era lo que deterioraba mi intempestiva elegancia.


Giacomo Casanova (Italia, 1725-1798).

(Traducido al español por Elena Marty).
Las ilustraciones corresponden a Venecia desde una ventana y a La fuga de Casanova, de Auguste Leroux.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario