Con motivo del poema A medianoche, que incluí el último día de agosto, emprendí otra visita a los poemas de Jaime Sabines que tengo a mi alcance y no pude evitar uno que mantengo a la vista, prendido por una chincheta en mi tablero de pendientes (en el que conservo algunas fotos, un pensamiento de Thomas Henry Huxley y otro de Albert Camus, recortes de periódicos, en fin, todo menos las cuentas por pagar o mi próxima cita con el médico, que se supone sería el objetivo de ese corcho): Pensándolo bien. Y hace poco, hurgando entre la poesía de Neruda, porque estaba seguro que había escrito algo sobre el otoño que ya se avecina, me topé con Vuelve el otoño y la dejé marcada en su antología. Sin embargo, me quedaba la sensación de que acababa de leer algo semejante al poema de Sabines entre las páginas de Neruda. Esto fue lo que encontré:
Todos me piden que dé saltos,
que tonifique y que futbole,
que corra, que nade y que vuele.
Muy bien.
Todos me aconsejan reposo,
todos me destinan doctores,
mirándome de cierta manera.
¿Qué pasa?
Todos me aconsejan que viaje,
que entre y que salga, que no viaje,
que me muera y que no me muera.
No importa.
Todos ven las dificultades
de mis vísceras sorprendidas
por radioterribles retratos.
No estoy de acuerdo.
Todos pican mi poesía
con invencibles tenedores
buscando, sin duda, una mosca,
tengo miedo.
Tengo miedo de todo el mundo,
del agua fría, de la muerte.
Soy como todos los mortales,
inaplazable.
Por eso en estos cortos días
no voy a tomarlos en cuenta,
voy a abrirme y voy a encerrarme
con mi más pérfido enemigo,
Pablo Neruda.
El poema se titula El Miedo y fue publicado en 1958 en el volumen Estravagario. Ahora veremos el texto de Sabines, Pensándolo bien, que es muy posterior, ya que Sabines nació en 1926 y en este poema alude a los cincuenta años de edad:
Me dicen que debo hacer ejercicio para adelgazar,
que alrededor de los 50 son muy peligrosos la grasa y el cigarro,
que hay que conservar la figura
y dar la batalla al tiempo, a la vejez.
Expertos bien intencionados y médicos amigos
me recomiendan dietas y sistemas
para prolongar la vida unos años más.
Lo agradezco de todo corazón pero me río
de tan vanas recetas y tan escaso afán.
(La muerte también ríe de todas esas cosas.)
La única recomendación que considero seriamente
es la de llevar una mujer joven a la cama
porque a estas alturas
la juventud sólo puede llegarnos por contagio.
Ambos poemas darían la impresión de dirigirse hacia un cul-de-sac literario, que Neruda resuelve consigo mismo, mientras que Sabines logra una sorpresiva vuelta de tuerca que concluye con innegable sentido del humor. También encuentro similitudes entre Déjame reposar, de Sabines, y Ritual de mis piernas, de Neruda. Pero eso ya quedará para mejor ocasión.
La ilustración corresponde a El Cirujano (alrededor de 1670),
de David Teniers, el joven.
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