"Sé que se puede existir sin vivir, con raíces arrancadas por el viento..."
Sé que se puede vivir
sin existir,
salir de entre bastidores,
de las profundidades,
de un fuera que no existe si nunca nadie
lo ha visto.
Sé que se puede existir
sin vivir,
con raíces arrancadas por el viento,
aunque no mueva las hojas y ni un soplo encrespe
el agua a la que se asoma tu salón.
Sé que no hay magia
de filtro o de infusión
que pudiera explicar cómo se pelean
tus dedos y tus cabellos, cómo estalla tu risa
en su agradecimiento
al minúsculo dios en el que confías,
cada vez distinto, y desconfías.
Sé que nunca te has preguntado
el cómo, el dónde, el porqué,
perezosamente indispuesta
a lo disponible,
distraída, resignada al no importa,
al no sé cuándo o cuánto, absorta en un oscuro
germinar de larvas y arborescencias.
Sé que lo que aferras,
objeto o mano, pluma o cenicero,
quema y no lo advierte,
ni te das cuenta tú, animal inocente,
inconsciente
de ser un apoyo o una gangrena, una sombra
y un cuerpo, un rayo que se obscurece.
Sé que se puede vivir
en el fueguecito de paja de la emulación
sin que de tu frente se borre el sello timbrado
de Quien quiso que tú fueras... y se arrepintió.
Ahora,
al salir a la terraza, riegas las flores, sacudes
el esqueleto del árbol de Navidad,
te acompaña en silencio la casetera,
vuelves atrás, ante el espejo te arrepientes,
te arrojas al suelo. con el trapo raspas del pavimento
las huellas de los intrusos.
Eran muchos y los más impresentables
de todos porque los demás al menos hablan,
yo, con la boca cerrada.
Eugenio Montale (Italia, 1896-1981).
Obtuvo el premio Nobel en 1975).
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