(Fragmento)
Los
espejos y el reflejo han sido constantemente empleados de forma simbólica en la
historia de la literatura universal; desde el mito de Narciso hasta El retrato de Dorian Gray, el espejo
como objeto y protagonista ha cambiado la atmósfera de un espacio, de una
historia, de una hoja. Más allá de una lámina azogada que sirve para reflejar
lo que se presenta ante ella, el espejo en Fuentes es un soporte simbólico de
nuestra búsqueda de identidad, que consciente o inconscientemente, ha inundado
sus historias. Entre líneas Fuentes usa al espejo para decirnos siempre algo
más. En varias de las novelas escritas por el autor de Aura es interesante jugar con el símil de la imagen del espejo y su
significante. La presencia de este objeto en su obra es permanente, obsesiva y
misteriosa. En La región más
transparente aparece treinta y cuatro veces la palabra espejo, en La muerte de Artemio Cruz veintiocho,
en La frontera de cristal quince y
en Los años con Laura Díaz la
cantidad de sesenta y siete. Simplemente recordemos que la historia de México
es el Espejo enterrado. Es evidente que en la obra de Fuentes desde La región
más transparente hasta Los años con Laura Díaz, el espejo y su reflejo resulta
un protagonista más de sus historias. En una entrevista Marie-Lise Gazarian,
intrigada por esta obsesión, cuestionaría a Fuentes sobre la importancia y
prevalencia del espejo como concepto del doble o del gemelo en la mayoría de
sus novelas, a lo que el autor mexicano respondió:
Es mucho más que el concepto del
doble o del gemelo, pues me preocupa mucho el problema de la identidad, que
proviene del hecho de que soy latinoamericano, mexicano y un hombre del tercer
mundo, y la identidad está en el centro de nuestras preocupaciones. No tenemos
una identidad que podamos asumir fácilmente, a diferencia de un francés, un
inglés o incluso de un ciudadano norteamericano ( ... ) Estamos intentando
moldear nuestra identidad para descubrirla y esto a veces conduce a una
profunda esquizofrenia y genera impulsos de duplicarse o de mirarnos en un
mundo de espejos. Creo que también proviene de una doble tradición, la tradición
de la cosmología y la civilización indígena y la gran tradición de la
literatura española con su idea de preguntarse si la vida es un sueño, o si el
sueño es la vida, como aparece en Calderón de la Barca, por ejemplo.
Quetzalcóatl se creyó siempre un dios hasta que un demonio llegó con un espejo
y le mostró que tenía un rostro, "!Entonces no soy un dios! Tengo cara
como los hombres", se dijo y huyó de México, prometiendo volver. El exilio
de Quetzalcóatl es un mito que refleja como en un espejo la historia de México,
ya que el dios descubre que es un ser humano. La mayoría de nuestra historia
emana de este descubrimiento, de este problemático descubrimiento.
En
su Tiempo mexicano, Carlos Fuentes
narra otra anécdota significativa; cuando los soldados zapatistas ocuparon las
mansiones de la aristocracia porfiriana en la ciudad de México:
… les fascinaron los espejos de
estas residencias, los enormes espejos con no menos gigantescos marcos de oro,
repujados, decorados con acanto y terminados en cuatro grifos áureos. Los guerrilleros
de Zapata, con asombro y risa, se acercaban y alejaban de estas fijas y heladas
lagunas de azogue en las que, por primera vez en sus vidas, veían sus propias
caras. Quizá sólo por esto la
revolución había valido la pena: les había ofrecido un rostro, una identidad.
Mira: soy yo. Mírate: eres tú. Mira: somos nosotros.
¿Cuándo
nació el primer mexicano? Por qué no decir que fue con la Revolución, ahí,
frente al espejo, cuando ese primer hombre se atrevió a ser él mismo y ocupó su
espacio en el tiempo; entre la sorpresa y el júbilo tiraron la máscara.
Pudieron reconocerse desde el otro lado y encontrarse ahí mismo en una mansión
de Polanco o en el Sanboms de los azulejos. No será que heredamos la
fascinación ante el espejo de nuestros antepasados prehispánicos. ¿Cuál es el
precio justo por reconocerse? Identidad en el reflejo. Múltiples ojos en igual
número de espejos.
Enrique Díaz Álvarez (México, 1976)
Publicado originalmente en el número 33 de la revista Estudios Políticos de la UNAM, mayo-agosto de 2003.
La ilustración corresponde a la casa de los hermanos Serdán en Puebla, hoy convertida en museo: el espejo muestra las huellas de las balas del primer estallido de la revolución mexicana el 18 de noviembre de 1910.
La ilustración corresponde a la casa de los hermanos Serdán en Puebla, hoy convertida en museo: el espejo muestra las huellas de las balas del primer estallido de la revolución mexicana el 18 de noviembre de 1910.