Regresa la primavera a Vancouver.

domingo, 31 de marzo de 2024

Mirándolas dormir: EL GATOPARDO, de Giuseppe Tomasi di Lampedusa

"... al ver a la pobre Stella con los cabellos bien arreglados bajo el gorro de dormir, dormida y suspirante..."

(
Fragmento del capítulo primero)

Mayo de 1860

Y mientras el padre Pirrone continuaba ocupándose de un tal La Farina y de un tal Crispi, el «principón» se quedó dormido en una especie de desesperada euforia, acunado por el trote de los bayos, sobre cuyas gruesas nalgas los faroles del coche hacían oscilar la luz. Se despertó a la esquina de Villa Falconeri.

«Vaya tipo ése, también. Atiza el fuego que lo devorará.»

Cuando se encontró en la alcoba matrimonial, al ver a la pobre Stella con los cabellos bien arreglados bajo el gorro de dormir, dormida y suspirante en el enorme y altísimo lecho de bronce, se conmovió y enterneció.

«Me ha dado siete hijos y ha sido solamente mía.»

La habitación trascendía un olor a valeriana, último vestigio de la crisis histérica.

«¡Pobre Stelluccia mía!», se lamentó mientras escalaba el lecho.

Giuseppe Tomasi di Lampedusa
(Italia, 1896-1957).

(Traducido al español por Fernando Gutiérrez).

sábado, 30 de marzo de 2024

Mirándolas dormir: EL GRAN DINERO, de John Dos Passos

"Vio que la chica estaba dormida, con la cara hundida en la almohada."

(
Fragmento del cuarto capítulo de Charley Anderson)

- En lo que dices hay más verdad que poesía -dijo Charley entre dientes.

- La poesía... Adoro la poesía, ¿tú no?

Bailaron hasta que cerró el local. Salieron con paso tambaleante a las calles negras y desiertas. Pasaron dando traspiés junto a cubos de basura. Los gatos escapaban a su paso entre sus pies. Se detuvieron y hablaron del amor libre con un policía. Y en cada esquina se paraban para besarse. Mientras buscaba la llave en el bolso, ella dijo con aire pensativo:

- Las gentes que hacen cosas resultan luego los amantes más maravillosos, ¿no crees?

Charley fue el primero en despertarse. El sol entraba a raudales por una ventana sin cortina. Vio que la chica estaba dormida, con la cara hundida en la almohada. Tenía la boca abierta y parecía mucho más vieja que la noche pasada. Su piel era pastosa, de cierto tono verdoso, y sus cabellos eran un matojo de mechones.

Charley se vistió en silencio. Sobre unos grandes tableros, tapizados de grueso polvo y atestados de caprichosos dibujos de desnudos, encontró un trozo de carboncillo. En el reverso de una hoja de papel amarillo, donde podía leerse un poema a medio escribir, Charley escribió: «Lo he pasado maravillosamente... Adiós... Buena suerte, Charley». Y no se puso los zapatos hasta llegar al final de las crujientes escaleras.

Ya en la calle, en la ventosa y fría mañana primaveral, se sintió maravillosamente. Estalló en sonoras carcajadas. Qué pequeña y vieja gran ciudad.


John Dos Passos (Estados Unidos, 1896-1970).

viernes, 29 de marzo de 2024

Mirándolas dormir: LA OSCURA VIDA RADIANTE, de Manuel Rojas

"... la mujer duerme aún y a la tenue luz de la mañana puede verla mejor: le es más desconocida que la noche anterior..."

(
Fragmento del capítulo 7)

Pero ¿de qué me sirve todo eso?, es hermoso o antiguo, helado o profundo, y hay botes y lanchas y vaporcitos, pero estoy solo y cansado; la escoba, ni sé cómo se llama, se ha quedado dormida, me está soplando con fuerza en la oreja; la escoba duerme, soy el escobillón; sonrió y no supo en qué momento se quedó dormido.

Al día siguiente, cuando despierta, la mujer duerme aún y a la tenue luz de la mañana puede verla mejor: le es más desconocida que la noche anterior, jamás ha tenido nada que ver, ni aun pagándole, con esta otra, de larga cara, pelo lacio de vago color, un color que recuerda el de cierto negro desvanecido, labios duros, desdibujados, gran oreja, por lo menos la que ve, supone que la que no ve debe ser igual. Retrocede en la cama, saca una mano afuera y la afirma en el suelo, y luego, ayudado por los talones, sale de la cama; la mujer no se ha movido. Ahí está su ropa, la recoge y sale de la pieza y se viste en el salón, echa una mirada alrededor y se va, procurando no hacer ruido.

Manuel Rojas (Chileno nacido en Argentina, 1896-1973).

jueves, 28 de marzo de 2024

Mirándolas dormir: LA SOMBRA EN LA PARED, de L. P. Hartley

"... y ella yacía con los ojos cerrados, casi dormida, en un baño de espuma químicamente enriquecida."

(
Fragmento)

«¡Qué tonta soy -pensó-, qué tonta!» Pero no fue la perspectiva de sus zapatos demasiado grandes y enlodados lo que la disuadió de llamar a su puerta, fue simple- mente su nombre en la tarjeta, sujeta entre cuatro pequeños triángulos de latón, lo que la hizo dudar.

Regresó a su habitación contigua, aliviada como lo estaría cualquiera por haber evitado el riesgo de exponerse. Comenzó el ritual que acostumbraba a la hora de acostarse -un largo proceso para ella-, pero sabía que no dormiría si no lo hacía. «Primero me daré un baño», pensó, «y luego una pastilla para dormir». El insomnio solía ser su problema.

El agua todavía estaba caliente (en algunas casas de campo se enfriaba después de medianoche) y ella yacía con los ojos cerrados casi dormida, en un baño de espuma químicamente enriquecida. «¡Oh, morir así!», pensó, aunque no lo decía en serio. Algunas de sus neurosis las había logrado superar -como era el caso de la claustrofobia que le provocaba viajar en un tren lleno de gente, por ejemplo-, y otras no. Una amiga suya había muerto en su baño de un infarto. Había una campana encima de la bañera -como solía ser la costumbre-, pero cuando llegó la ayuda ya era demasiado tarde.

No había ningún timbre sobre este baño, suponiendo que hubiera alguien para abrir, pero Mildred tenía como principio dejar la puerta del baño entreabierta. Si alguien entraba -tant pis-, gritaba y el intruso, hombre o mujer, por supuesto retrocedía.

Era bien sabido que un baño caliente es bueno para los nervios: ¡resulta tan útil tener autorización médica para algo que uno quiere hacer!

Mildred estaba disfrutando del agua aromática de color verde pino, con sus extremidades confusas pero todavía de color rosa pálido, cuando apareció una sombra en la brillante pared blanca frente a ella. Podría haber sido alguien que ella conocía, pero ¿quién puede ser capaz de reconocer una sombra?

Mildred tenía la costumbre, a diferencia de la mayoría de la gente, de bañarse con la cabeza del lado de los grifos, y la sombra de enfrente, en la reluciente pared, se hizo más grande y más oscura.

«¿Qué quieres?» -preguntó, sintiendo cierta seguridad física bajo su opaca capa de espuma.

«Te quiero?, respondió la sombra.

Sin embargo, ¿había hablado realmente? ¿O era una voz que escuchaba entre sueños? No se oía ningún ruido, ninguna otra señal, sólo la impresión de la cara en la pared que a cada momento se tornaba más vívida, hasta que sus labios se abrieron de repente, como las branquias de un pez, hacia su hocico.

Nadie sabe cómo se comportará ante una crisis. Midred saltó de la bañera gritando: «¡Largo de aquí!» Y por primera vez en muchos años cerró la puerta del baño.


Leslie Poles Hartley (Inglaterra, 1895-1972).

(Traducido del inglés por Jules Etienne).

miércoles, 27 de marzo de 2024

Mirándolas dormir: PRIMERAMENTE, de Paul Éluard

"... su cabeza dormida en mis manos..."

Primeramente

XV

Sobre mí se inclina
Corazón ignorante
Por ver si la amo
Confía y olvida
Sus párpados son nubes encima
De su cabeza dormida en mis manos
Estamos en dónde
Mezcla inseparable
Vivaces vivaces
Yo vivo ella viva
Mi cabeza rodando en sus sueños

(Traducido al español por Luis Cernuda).

En primer lugar

XV

Ella se inclina sobre mí
El corazón ignorante
Para ver si la amo
Ella se confía ella olvida
Bajo las nubes de sus párpados
Su cabeza duerme en mis manos
¿Dónde estamos?
Juntos inseparables
Vivos vivientes
Viviendo vivos
Y mi cabeza rueda en sus sueños.

(Traducido al español por Francisco Trusset).

(Prèmierement

Elle se penche sur moi
Le coeur ignorant
Pour voir si je l'aime
Elle a confiance elle oublie
Sous les nuages de ses paupières
Sa tête s'endort dans mes maines
Où sommes-nous
Ensamble inséparables
Vivants vivants
Vivant vivante
Et ma tête roule en ses rêves).

Paul Éluard: Eugène-Emile-Paul Grindel (Francia, 1895-1952).

La ilustración corresponde a una fotografía de Iness Rychlick.

martes, 26 de marzo de 2024

Mirándolas dormir: EL SOMBRERO VERDE (Una novela para poca gente), de Michael Arlen

"Ella estaba dormida (...) Iris Storm fue la primera mujer inglesa que vi con el cabello corto."

(
Fragmento del capítulo III)

Me invadió una ira católica contra la mujer. A través de todos los desencantos de la juventud, a pesar de las impurezas contagiosas de la vida, desafiando los crímenes contra el amor que llamamos amor, había mantenido el romance para mi compañero fantasmal. El romance era más que una diosa tonta y ágil que bajaba de una columna de mármol. El romance era más que la licencia para ser descarado con los ojos nublados. El romance no se coló a través de los portales carnosos del corazón, no se estremeció ante un beso de Judas, no enroscó miembros blancos y temblorosos en las lujurias pueriles de la mente. El romance era todo eso y era mucho más grande que eso, como una religión es más grande que una iglesia. Para el romance, que era la visión suprema del sentido común, el sexo, como sexo, era el aburrimiento más colosal que jamás había distraído al hombre de su herencia. ¡Y ella me daría una faceta de este colosal aburrimiento! Me haría cambiar a mi compañera fantasmal por la caída de una esmeralda, invadiría mis pensamientos, tal vez mi vida, a cambio de un placer insignificante que necesita amor para exaltarlo por encima de la incomparable estupidez de lo que, con un excesivo afán de clasificación científica, es conocido en nuestra civilización como acto sexual.

Recogí la esmeralda del suelo y sonrió en la palma de mi mano.

En la oscuridad del dormitorio, yacía acurrucada en la cama. El silencio de su respiración no era más que el tembloroso servidor del silencio. Luego tosió levemente, como una tos de cigarrillo. Era la tos habitual y me devolvió la confianza. «¡Iris Storm!» -dije-, pero me pregunté si había hablado, el frágil silencio era tan tranquilo. Ella estaba dormida.

Quizás fue entonces cuando me di cuenta de que era hermosa. Estaba dormi- da. ¿Podría alguien excepto la forma de la belleza atreverse a mostrar esa imperti- nencia? Se acostó de lado, se acostó de todos modos. El sombrero verde había desaparecido.

«¡Iris!» -dije-. Su cabello era espeso y leonado, y se ondulaba como música, y la noche se enredaba en las ondas de su cabello. Era como el pelo de un niño, peinado hacia atrás desde la frente, que era una frente amplia, clara, limpia, valiente y sensata como la de un niño. ¡Sensato, Dios mío! Los leonados tallos de maíz bailaban su danza formal en la única mejilla que podía ver, y la punta de una oreja perforada jugaba debajo de ellos, como un ratón en el maizal. Por encima del cuello, su cabello sufrió una muerte muy varonil, una muerte más varonil que la que jamás se haya conocido, y por eso Iris Storm fue la primera mujer inglesa que vi con el cabello corto. Esto fue en 1922.

Decidí que no sabía qué hacer. Decidí que eso era mejor. «Jugaré», pensé, «a un juego de espera» y encendí un cigarrillo. Pero en su cabello leonado la noche estaba enredada como una promesa, y olía como la hierba puede oler en una tierra de hadas, y siempre a su alrededor había ese leve olor seco cuyo nombre ahora nunca sabré. Su boca cayó como una flor y había un poco de brillo en el valle entre su mejilla y su nariz. A esto le apliqué un poco de talco de Quelques Fleurs en un pañuelo, para que cuando despertara no pensara tan mal de sí misma como lo hice yo. La suya era una nariz pequeña, recta, con una curva imperceptible, como la que podría tener cualquier línea recta, y su punta temblaba un poco al respirar. Su chaqueta de cuero pour le sport , que tenía un cuello alto adornado con algunos visones, estaba abierta de par en par, y sobre el pecho de su vestido oscuro cinco pequeños elefantes rojos marchaban hacia un destino desconocido. A sus pies yacía su sombrero con mi sombrero.

Michael Arlen: Dikran Kouyoumdijan
(Estadounidense nacido en Bulgaria, 1895-1956).

lunes, 25 de marzo de 2024

Mirándolas dormir: MELUSINA Y EL ESPEJO, de José Bergamín

"Entra Melusina, como cansada disponiéndose a desnudarse ante el espejo."

(
Fragmento del primer acto)

Escena IV (Tocador de Melusina. Igual que en le escena segunda, Arlequín con los ojos vendados, sosteniendo juntos los tres pedazos del espejo roto. Polichinela al lado. Es de noche. Entra Melusina, como cansada disponiéndose a desnudarse ante el espejo. Música como en la escena segunda).

Arlequín (Dice mientras Melusina se va desnudando, quedándose, al final, dormida):

Pusiste en mí tu amor cuando pusiste
tu vida en la mudanza de los vientos;
y tu alma en los mudables pensamientos
de alegres ilusiones que perdiste.
Vuelves de nuevo a mí los ojos, triste
de habérmelos quitado tan violentos,
mirando tus pasados sentimientos
que, deshechos, en lágrimas volviste.
No sabes si son tuyos o son míos
estos breves reflejos en pedazos,
estas prendas de amor, estos despojos;
pues para tan perdidos desvaríos
tiendes en vano con afán tus brazos,
vierten en vano lágrimas tus ojos.

(Vuelve el canto con la música dentro).
Canto:

Aunque a la desdicha tuya
ser dicha no le convenga,
no hay mal que por bien no venga
ni bien que por mal no huya.

Mira, Melusina bella
que una sola sombra son,
con tres nombres de ilusión,
Clavel, Maravilla, Estrella.
No persigas en su huella
la razón que las detenga:
que no hay amor que no tenga
sombra que ahuyente la suya,
aunque a la desdicha tuya
decirlo no le convenga.
Fantasma que nace y muere
en el cristal de un espejo,
no es amor, es un reflejo
con el que el amor te hiere.
Si tu desdicha prefiere
ser dicha para ser tuya,
desdiciéndose de suya
porque tu amor la mantenga:
no hay mal que por bien no venga
ni bien que por mal no huya.


(Melusina queda como desmayada, a medio desnudar, dormida; sigue la música mientras hablan Arlequín y Polichinela).

Arlequín (Quitándose la venda de los ojos): Es la primera vez que una mujer engaña a un espejo.

Diablo: Y la primera vez que un espejo engaña al diablo.

Arlequín: ¿Y podrás saber tú, que eres un pobre diablo, en qué sueña, en qué piensa, qué quiere Melusina?

Diablo: Lo que una mujer sueña o no sueña, piensa o no piensa, quiere o no quiere, ¡eso no hay diablo que lo sepa!

Mutación

José Bergamín (España, 1895-1983).

Melusina y el espejo lleva el subtítulo de Una mujer con tres almas y porqué tiene cuernos el diablo.

domingo, 24 de marzo de 2024

Mirándolas dormir: ELLA CONFIESA SU AMOR MIENTRAS ESTÁ MEDIO DORMIDA, de Robert Graves


Ella confiesa su amor mientras está medio dormida,
en las horas oscuras,
con medias palabras, en susurros;
mientras la tierra se mueve en su sueño invernal
y hace germinar a la hierba, a las flores
a pesar de la nieve,
a pesar de la nieve que cae.

Robert Graves
(Inglés fallecido en España, 1895-1985).

sábado, 23 de marzo de 2024

Mirándolas dormir: EL AIRE SEMILLAS MUEVE, de Lucian Blaga

"... adormecida por los rayos de sol, por el murmullo de las ramas, por el rumor venido de las profundidades como una ola fresca..."

Aquella vez en la cumbre de la montaña
inmóviles bajo los abetos,
anonadados por el ardiente azul
de la proximidad del otoño,
te acurrucaste a mi lado
adormecida por los rayos de sol,
por el murmullo de las ramas,
por el rumor venido de las profundidades
como una ola fresca, lentamente.

En el valle que dejamos atrás se extinguió
ha tiempo el último rumor.
Una hoja, como una llamarada,
se posó en tu cabello.
Caía dando vueltas la hoja y soñaba
que podría de nuevo
ser adorno dorado en otro árbol.
En la cumbre de la montaña se extinguió
ha tiempo el último rumor.

Traídas de otro siglo por invisibles hilos
diáfanas semillas aladas
volaban sobre nosotros.
Nos tienta así el deseo algunas veces
hacia el cruel, sagrado asombro.
Mas la naturaleza no agota su sustancia
y en el inefable derroche
de la imaginación, entre un tiempo y otro tiempo
todo no puede ser engaño.

El aire semillas mueve
hacia destinos sólo en los mitos
vislumbrados.
Y mientras dormida sonreías
besé tu mano en dulce ceremonia.
Nunca lo sabrás,
besé la caliente palidez de tu mano
en la nítida línea de la vida.


Lucian Blaga (Rumania, 1895-1961).

(Traducido al español por Omar Lara y Gabriela Capraroiu).

viernes, 22 de marzo de 2024

Mirándolas dormir: UN MUNDO FELIZ, de Aldous Huxley

"... yacía Lenina profundamente dormida y tan hermosa entre sus rizos, tan conmovedoramente infantil..."

(
Fragmento del capítulo IX)

Media hora después se le ocurrió echar una ojeada por la ventana. Lo primero que vio fue una maleta verde con las iniciales L. C. pintadas en la tapa. El júbilo se levantó en su interior como una hoguera. Cogió una piedra. El cristal roto cayó estrepitosamente al suelo. Un momento después, John se hallaba dentro del cuarto. Abrió la maleta verde; e inmediatamente se encontró respirando el perfume de Lenina, llenándose los pulmones con su ser esencial. El corazón le latía desbocadamente; por un momento, estuvo a punto de desmayarse. Después, agachándose sobre la preciosa caja, la tocó, la levantó a la luz, la examinó. Las cremalleras del otro par de pantalones cortos de Lenina, de pana de viscosa, de momento le plantearon un problema que, una vez resuelto, le resultó una delicia. ¡Zis!, y después ¡zas!, ¡zis!, y después ¡zas! Estaba entusiasmado. Sus zapatillas verdes eran lo más hermoso que había visto en toda su vida. Desplegó un par de pantaloncillos interiores, se ruborizó y volvió a guardarlos inmediatamente; pero besó un pañuelo de acetato perfumado y se puso una bufanda al cuello. Abriendo una caja, levantó una nube de polvos perfumados. Las manos le quedaron enharinadas. Se las limpió en el pecho, en los hombros, en los brazos desnudos. ¡Delicioso perfume! Cerró los ojos y restregó la mejilla contra su brazo empolvado. Tacto de fina piel contra su rostro, perfume en su nariz de polvos delicados… su presencia real.

- ¡Lenina! -susurró-. ¡Lenina!

Un ruido lo sobresaltó; se volvió con expresión culpable. Guardó apresuradamente en la maleta todo lo que había sacado de ella, y cerró la tapa; volvió a escuchar, mirando con los ojos muy abiertos. Ni una sola señal de vida; ni un sonido. Y, sin embargo, estaba seguro de haber oído algo, algo así como un suspiro, o como el crujir de una madera. Se acercó de puntillas a la puerta, y, abriéndola con cautela, se encontró ante un vasto descansillo. Al otro lado de la meseta había otra puerta, entornada. Se acercó a ella, la empujó, y asomó la cabeza.

Allí, en una cama baja, con el cobertor bajado, vestida con un breve pijama de una sola pieza, yacía Lenina, profundamente dormida y tan hermosa entre sus rizos, tan conmovedoramente infantil con sus rosados dedos de los pies y su grave cara sumida en el sueño, tan confiada en la indefensión de sus manos suaves y sus miembros relajados, que las lágrimas acudieron a los ojos de John.

Aldous Huxley
(Inglés fallecido en Estados Unidos, 1894-1963).

jueves, 21 de marzo de 2024

Mirándolas dormir: VIAJE AL FIN DE LA NOCHE, de Louis Ferdinand Céline

"... casi sin tapar, atravesada en la cama, con las piernas en desorden, carnes húmedas y abiertas, forcejeaba con la fatiga..."

(Fragmento)

Parapine, por su parte, pese a no ser lírico precisamente en materia de atracción, se sonreía a sí mismo, cuando ella había salido. El simple hecho de contemplarla te sentaba bien en el alma. Sobre todo a mí, para ser justos, consumiéndome de deseo.

Para sorprenderla, hacerla perder un poco de esa soberbia, de esa suerte de poder y prestigio que había adquirido sobre mí, Sophie, rebajarla, en una palabra, humanizar- la un poco a nuestra mezquina medida, yo entraba en su habitación mientras ella dormía.

Ofrecía un espectáculo muy distinto entonces, Sophie, familiar y, sin embargo, sor- prendente, tranquilizador tambien. Sin ostentación, casi sin tapar, atravesada en la cama, con las piernas en desorden, carnes húmedas y abiertas, forcejeaba con la fatiga... 

Se cebaba en el sueño, Sophie, en las profundidades del cuerpo, roncaba. Ese era el único momento en que yo la encontraba a mi alcance. No más hechizos. No más cachondeo. Pura y simple seriedad. Se afanaba en el revés, por así decir, de la existencia, extrayéndole vida... Tragona era en esos momentos, borracha incluso a fuerza de absorberla. Había que verla tras aquellas sesiones de soñarrera, toda hinchada aún y, bajo su piel rosa, los órganos que no cesaban de extasiarse. Estaba graciosa entonces y ridícula como todo el mundo. Titubeaba de felicidad durante unos minutos más y después toda la luz del dia caía sobre ella y, como tras el paso de una nube demasiado cargada, recobraba el vuelo, gloriosa, liberada...


Louis Ferdinand Céline (Francia, 1894-1961).
Céline nació el 27 de mayo, misma fecha que Dashiell Hammett. Ambos fallecieron en 1961.

miércoles, 20 de marzo de 2024

Mirándolas dormir: EL HALCÓN MALTÉS, de Dashiell Hammett

"... la suave respiración de Brigid O'Shaugnessy tenía la regularidad del sueño profundo."

(
Párrafo inicial del capítulo X: El diván del Belvedere)

El día naciente había convertido a la noche en una sutil humareda cuando Spade se incorporó. Junto a él, el tenue respirar de Brigid O’Shaughnessy tenía la regularidad de un sueño profundo. Spade no hizo ruido al dejar la cama y la alcoba ni al cerrar la puerta de la habitación. Se vistió en el cuarto de baño. Luego examinó la ropa de la muchacha dormida, encontró en el bolsillo del abrigo una llave plana, la cogió y salió.

(Traducido al español, sin crédito, por Fernando Calleja).

El día que se iniciaba había reducido la noche a una neblina fina cuando Spade se incorporó. A su lado, la suave respiración de Brigid O’Shaughnessy tenía la regulari- dad del sueño profundo. Spade no hizo ruido al levantarse de la cama, dejar la habitación y cerrar la puerta. Se vistió en el cuarto de baño. Examinando luego la ropa de la chica dormida, cogió una llave plana de bronce que ella tenía en el abrigo y salió.
(Traducido al español por Francisco Páez de la Cadena).

Dashiell Hammett (Estados Unidos, 1894-1961).
Hammett nació el 27 de mayo, misma fecha que Louis Ferdinand Céline. Ambos fallecieron en 1961.

martes, 19 de marzo de 2024

Mirándolas dormir: DUERMES y AMOR DORMIDO, de Jorge Guillén

"Mi mano toca sueño. Duermes. Gozo de tu inocencia confiada (...) que hace tan suya con amor la mano."

Duermes

Duermes. Mi mano toca sueño. Duermes.
Gozo de tu inocencia confiada,
de tu implícita forma en esa noche
que hace tan suya con amor la mano.

Te siento dormir sin verte,
serenísima, sagrada,
nunca imagen de la muerte,
y oponiéndote a la nada
triunfar como piedra inerte.

La delicada masa de tu sueño
se espesa junto a mí, sin paz nocturna,
que así convive con la invulnerable,
cuyo retorno al despertar es siempre
la súbita inmersión en nuestra dicha.

Sumido en un calor de dos, el sueño
relaja su clausura, casi abierta
dulcemente hacia el día aún isleño.
Calor, amor.
La historia tras la puerta.

Amor dormido

Dormías, los brazos me tendiste y por sorpresa
rodeaste mi insomnio. ¿Apartabas así
la noche desvelada, bajo la luna presa?
tu soñar me envolvía, soñado me sentí.


Jorge Guillén (España, 1893-1984).

lunes, 18 de marzo de 2024

Mirándolas dormir: ORGULLO DE CORAZÓN, de Pearl S. Buck

"Susan dormía como no lo había hecho desde niña, pero la voz de su marido la arrancó del profundo sueño..."

(
Fragmento del capítulo III)

- ¡Susan, Susan!

El día se iniciaba con la voz de Blake. Susan dormía como no lo había hecho desde niña, pero la voz de su marido la arrancó del profundo sueño en que se hallaba sumida.

- ¡Estás tan bella cuando duermes que necesito despertarte para decírtelo! -dijo Blake. La joven abrió los ojos y el camarote se llenó del fresco aire del mar, de la luz del sol y del sonido de la voz de su marido, sintiéndose una mujer bella bajo la acariciadora mirada de BlakeSí, ella era una mujer hermosa. Nada más, pero bastaba-. Susan, ¿te acuerdas de anoche? -continuó Blake-. Al despertarte, cada mañana tus ojos miran como si no recordases nada.

Susan hizo tímidos y rápidos gestos de afirmación. Se acordaba de todo. Bajo las completas y profundas caricias que Blake había prodigado a su cuerpo, Susan se sintió a sí misma como si ella fuese mármol y él la estuviera esculpiendo, como si ella fuese barro y él estuviera dándole forma. Las manos de Blake, al tocarla, la definían. Ella no se había sentido a sí misma antes.

Pearl Sydenstricker Buck: Sai Zhenzhu
(Estados Unidos, 1892-1973). Obtuvo el premio Nobel en 1938.

(Traducido al español por Enrique de Juan).

domingo, 17 de marzo de 2024

Mirándolas dormir: DOCTOR ZHIVAGO, de Boris Pasternak

"... la cabeza de ella dormida, con las pestañas cerradas en el sueño, ignorante de que la estaban mirando..."

(
Fragmento del capítulo 13)

Sentía una gran necesidad de ella, pero no había modo de verla aquel domingo, y se agitaba como una fiera enjaulada, sin hallar paz.

Una criatura extraordinaria, con su gracia enteramente espiritual. Sus manos eran sorprendentes y despertaban la misma admiración que un pensamiento elevado. Sobre la tapicería de aquella habitación de hotel la sombra de ella parecía la imagen de su pureza. La camisa le ceñía el pecho con la naturalidad de un trozo de tela en torno a los dedos.

Komarovski tamborileaba en el cristal de la ventana al ritmo de los cascos de los caballos, que resonaban cadenciosos sobre el asfalto de la calle.

- Lara -murmuró, y cerrando los ojos volvió a ver entre sus brazos la cabeza de ella dormida, con las pestañas cerradas en el sueño, ignorante de que la estaban mirando desde hacía horas. Esparcida en desorden su cabellera sobre la almohada, el halo de su belleza le atenazaba la mirada y penetraba en su alma.

Boris Pasternak (Rusia, 1890-1960).
Obtuvo el premio Nobel en 1958.

(Traducido al español por Fernando Gutiérrez). 

sábado, 16 de marzo de 2024

Mirándolas dormir: SERENATA, de James M. Cain

"... y nos dieron un cuarto con ducha, así que ella estaba feliz. Después de que salpicó el agua suficiente..."

(Párraf
o inicial del capítulo VI)

Encontramos un pequeño hotel, un tugurio de dos dólares en la calle Primavera, y no tuvimos ningún problema. Era exactamente lo que podía esperarse, pero después de México parecía un palacio, y nos dieron un cuarto con ducha, así que ella estaba feliz. Después de que salpicó el agua suficiente para saciar su antojo, vino a caer en mis brazos, y ahí me quedé yo pensando en que estábamos por empezar una vida juntos en mi propio país, y le quería decir algo al respecto, pero de lo siguiente que vine a enterarme es que ella se había quedado dormida junto a mí.


(Fragmento del capítulo XI)

Entonces nos quedamos platicando y le dije a ella mucho más del asunto hasta que al fin lo saqué todo de mi pecho y ya no me quedaba nada más por decir. Una vez que dejé de mentirle, ella no pareció sorprendida, o escandalizada, ni nada por el estilo. Me miraba con sus grandes ojos negros y asentía con un movimiento de su cabeza, otras veces decía algo que me llevaba a pensar que ella comprendía ciertas cosas mejor que yo, o que los doctores. Entonces la abrazaba y después nos dormíamos, y yo sentía una paz que no había tenido por años. Todos esos horribles escalofríos de las últimas semanas se habían ido y algunas veces, cuando ella estaba dormida y yo no, la miraba pensando en la iglesia y en la confesión. Todo lo que puede significar para quienes llevan cargando algo muy pesado en su alma.


James Mallahan Cain (Estados Unidos, 1892-1977).

viernes, 15 de marzo de 2024

Mirándolas dormir: MI HERMANA, de Alfonsina Storni

"Haced como esa estrella que de noche la mira filtrando el ojo por un cristalino velo."

Son las diez de la noche; 
en el cuarto en penumbra
Mi hermana está dormida, las manos sobre el pecho;
Es muy blanca su cara y es muy blanco su lecho,
Como si comprendiera, la luz casi no alumbra.

En el lecho se hunde a modo de los frutos
Rosados, en el hondo colchón de suave pasto.
Entra el aire a su pecho y levántalo casto
Con su ritmo midiendo los fugaces minutos.

La arropo dulcemente con las blancas cubiertas
Y protejo del aire sus dos manos divinas;
Caminando en puntillas cierro todas las puertas,
Entorno los postigos y corro las cortinas.

Hay mucho ruido afuera, ahoga tanto ruido.
Los hombres se querellan, murmuran las mujeres,
Suben palabras de odio, gritos de mercaderes:
Oh, voces, deteneos. No entréis hasta su nido.

Mi hermana está tejiendo como un hábil gusano
Su capullo de seda: su capullo es un sueño.
Ella con hilo de oro teje el copo sedeño:
Primavera es su vida. Yo ya soy el verano.

Cuenta sólo con quince octubres en los ojos,
Y por eso los ojos son tan limpios y claros;
Cree que las cigueñas, desde países raros,
Bajan con rubios niños de piececitos rojos.

¿Quién quiere entrar ahora? Oh ¿eres tú, buen viento?
¿Quieres mirarla? Pasa. Pero antes, en mi frente
Entíbiate un instante; no vayas de repente
A enfriar el manso sueño que en la suya presiento.

Como tú, bien quisieran entrar ellos y estarse
Mirando esa blancura, esas pulcras mejillas,
Esas finas ojeras, esas líneas sencillas.
Tú los verías, viento, llorar y arrodillarse.

Ah, si la amáis un día sed buenos, porque huye
De la luz si la hiere. Cuidad vuestra palabra,
Y la intención. Su alma, como cera se labra,
Pero como a la cera el roce la destruye.

Haced como esa estrella que de noche la mira
Filtrando el ojo por un cristalino velo:
Esa estrella le roza las pestañas y gira,
Para no despertarla, silenciosa en el cielo.

Volad si os es posible por su nevado huerto:
¡Piedad para su alma! Ella es inmaculada.
¡Piedad para su alma! Yo lo sé todo, es cierto.
Pero ella es como el cielo: ella no sabe nada.

Alfonsina Storni
(Argentina nacida en Suiza, 1892-1938).

jueves, 14 de marzo de 2024

Mirándolas dormir: TRÓPICO DE CÁNCER, de Henry Miller

"Despierto de un sueño profundo para mirarla. Una pálida luz se filtra en la habitación."

(Fragmento)

El baúl está abierto y sus cosas tiradas por todas partes como antes. Está acostada en la cama con la ropa puesta. Una, dos, tres, cuatro veces... temo que se vuelva loca... En la cama, bajo las sábanas, ¡qué placer sentir su cuerpo de nuevo! Pero, ¿por cuánto tiempo? ¿Durará esta vez? Ya tengo el presentimiento de que no.

Me habla febrilmente... como si no fuese a haber mañana. «¡Calla, Mona! Mírame solamente... ¡no hables!» Por fin, se queda dormida y retiro el brazo de debajo de ella. Se me cierran los ojos. Su cuerpo está ahí, a mi lado... va a estar ahí hasta mañana, seguramente... Fue en febrero cuando zarpé del puerto, con una ventisca cegadora. La última visión que tuve de ella fue en la ventana diciéndome adiós con la mano. Un hombre parado al otro lado de la calle, en la esquina, con el sombrero calado sobre los ojos, con la boca hundida entre las solapas. Un feto mirándome. Un feto con un puro en la boca. Mona en la ventana diciéndome adiós. Rostro blanco y triste, con los cabellos ondeando desordenados. Y ahora es un dormitorio triste, su respiración acompasada por la boca, savia que le rezuma todavía entre las piernas, un olor cálido y felino y su cabello en mi boca. Tengo los ojos cerrados. Respiramos nuestro cálido aliento uno en la boca del otro. Muy juntos, América a cinco mil kilómetros de distancia. No quiero volverla a ver. Tenerla aquí en la cama conmigo, respirándome en la piel, con su cabello en mi boca... lo considero como una especie de milagro. Ahora nada puede ocurrir hasta mañana...

Despierto de un sueño profundo para mirarla. Una pálida luz se filtra en la habitación.

Henry Miller (Estados Unidos, 1891-1980).

(Traducido al español por Carlos Manzano).

miércoles, 13 de marzo de 2024

Mirándolas dormir: ALGO FLOTA SOBRE EL AGUA, de Lajos Zilahy

"... en una tenue y opaca media luz. Su rostro brillaba sobre la almohada, listada a rayas..."

(
Fragmento inicial del capítulo III)

Yacía tendida en la cama, sobre las almohadas que olían a manzanas y en la penumbra del cuarto, porque las ventanas bajas y el techo con anchos puntales, igualmente bajo, mantenían la estancia en una tenue y opaca media luz.

Su rostro brillaba sobre la almohada, listada a rayas, como una suave mascarilla de yeso.

Así permanecía desde la tarde anterior y todavía no había recobrado el sentido. Pero ya se podía colegir, por el lento movimiento de su pecho, que dormía profunda e inconscientemente. El señor Samson frotó las extremidades de la enferma, la fría espalda, sus senos y su vientre con un líquido fuerte y de punzante olor, y declaró que volvería en sí, recomendando que la dejasen dormir tranquila.

Lajos Zilahy
(Húngaro nacido en Rumania y fallecido en Serbia, 1891-1974).

martes, 12 de marzo de 2024

Mirándolas dormir: EL SEÑOR Y LA SEÑORA PALOMO, de Katherine Mansfield

"Era de noche. Anne estaba sentada en una silla y dormía."

(
Fragmento)

Y a pesar de la posición de Anne, a pesar de la fortuna de su padre, de ser hija única y, con mucho, la muchacha más popular de todo su círculo de relación; a pesar de su belleza y de su inteligencia. -¡Inteligencia!-, en realidad era mucho más que eso, la verdad es que no había nada que no hiciese a la perfección; a pesar de que Reggie creía que, si hubiese sido necesario, Anne podía llegar a ser un genio en cualquier cosa; a pesar de que sus padres la adoraban, y ella a sus padres, y no estarían dispuestos a permitir que se fuese tan lejos… A pesar de absolutamente todas las cosas en las que uno fuese capaz de pensar, su amor por ella era tan intenso que no podía por menos de abrigar algo de esperanza. Bueno, ¿era aquello esperanza? ¿O tal vez aquel extraño y tímido anhelo por tener la oportunidad de cuidar de ella, por tomar sobre sus hombros la responsabilidad de que nada le faltase, de que jamás se acercase a ella algo que no fuese absolutamente perfecto…, era, simplemente, amor? ¡La amaba, amaba! Se apretó contra la cómoda murmurando: «La quiero, la quiero». Y durante aquellos segundos le pareció viajar con ella camino de Umtali. Era de noche. Anne estaba sentada en una silla, y dormía. Su delicada barbilla se apoyaba en su dulce pecho, sus doradas pestañas descansaban sobre sus ojos. Su mente resiguió con fruición su esbelta naricilla, sus labios perfectos, su orejita infantil casi tapada por un rizo broncíneo. Estaban atravesando la jungla. Era de noche y se hallaba lejos, en un clima caluroso. Y ella se despertó y preguntó: «¿Me he dormi- do?» Y él respondió: «Sí. ¿Te encuentras bien? Déjame que te…» Y se inclinó para… Se inclinó hacia ella. La felicidad de aquel gesto era tanta que no pudo seguir soñando. Pero le dio la valentía necesaria para descender rápidamente a la planta baja, tomar el panamá del vestíbulo, y murmurar mientras cerraba la puerta de la casa:

- Bueno, no puedo hacer otra cosa que probar suerte, eso es todo.

Katherine Mansfield (Neozelandesa fallecida en Francia, 1888-1923).

(Traducido al español por Francesc Parcerisas).

lunes, 11 de marzo de 2024

Mirándolas dormir: EL SUEÑO ETERNO, EL LARGO ADIÓS y PLAYBACK, de Raymond Chandler (8 de marzo)


El sueño eterno

(Fragmento del capítulo 7)

Volví con el llavero al cuarto de estar y examiné el contenido del escritorio. Encontré una caja fuerte en el cajón más profundo. Utilicé una de las llaves para abrirla. Dentro sólo había una libreta encuadernada en piel azul con un índice y muchas cosas escritas en clave; la letra inclinada era la misma de la nota enviada al general Sternwood. Me guardé la libreta en el bolsillo, limpié los sitios donde había tocado con los dedos la caja fuerte, cerré los cajones del escritorio, me guardé las llaves, apagué el gas que daba realismo a los falsos troncos de la chimenea, me puse la gabardina y traté de despertar a la señorita Sternwood. No hubo manera. Le encasqueté el sombrero de ala ancha, la envolví en su abrigo y la saqué hasta su coche. Luego volví a la casa, apagué todas las luces, cerré la puerta principal, encontré las llaves que mi dormida acompañante llevaba en el bolso y puse en marcha el Packard. Descendi- mos colina abajo sin encender los faros. El trayecto hasta Alta Brea Crescent fueron menos de diez minutos. Carmen los empleó en roncar y en echarme éter a la cara. Imposible que me quitase la cabeza del hombro. Era la única solución para evitar que acabara en mi regazo.

"Dormida de costado sin hacer ruido. Las rodillas dobladas. Demasiado inmóvil, me pareció."

El largo adiós

(Fragmento del capítulo 28)

Dormida de costado sin hacer ruido. Las rodillas dobladas. Demasiado inmóvil, me pareció. Siempre se hace algo de ruido cuando se duerme. Quizá no dormida, quizá sólo tratando de dormir. Si me acercase más lo sabría. También podría caerme. Abrió un ojo, ¿o no fue así? ¿Me miró o no me miró? No. Se habría incorporado y habría dicho: ¿No te encuentras bien, cariño? No, no me encuentro bien, cariño. Pero que no te quite el sueño, cariño, porque este malestar es mi malestar y no el tuyo, así que duerme con sosiego y encantadoramente y sin recuerdos y sin que te lleguen mis babas ni se acerque a ti nada que sea sombrío, gris y feo.

(Fragmento del capítulo 50)

Serví un poco más de champán en su copa y me reí de ella. Linda se lo bebió despacio, luego se volvió del otro lado y apoyó la cabeza en mis rodillas.

- Estoy cansada -dijo-. Esta vez tendrás que llevarme en brazos. Al cabo de un rato se durmió.

Por la mañana aún seguía dormida cuando me levanté y preparé el café. Me duché, me afeité y me vestí. Se despertó entonces. Desayunamos juntos. Llamé un taxi y bajé los escalones de secuoya con su bolso de viaje.

"Seguía profundamente dormida. Y roncaba (...) Después suspiró y cambió la cabeza de posición en la almohada."

Playback

(Fragmentos del capítulo 10)

- Sí, sí -contestó-, pero no me importa nada.

- No es usted quien habla; es el somnífero.

Se desplomó hacia delante, pero logré sostenerla a tiempo y la conduje hacia la cama. Se dejó caer de cualquier manera. Le quité los zapatos y la tapé con una manta, arropándola bien. Se quedó dormida inmediatamente. Empezó a roncar. Fui al cuarto de baño y, a tientas, encontré un frasco de Nembutal en el estante. Estaba casi lleno. Había un letrero con el número de la receta y una fecha. La fecha era de un mes antes, y la farmacia era de Baltimore. Vacié el frasco de píldoras amarillas en mi mano y las conté. Había cuarenta y siete y casi llenaban la botella. Cuando las toman para suicidarse las toman todas, menos las que se caen al suelo, que casi siempre se les cae alguna. Volví a meter las pastillas en el frasco y me metí éste en un bolsillo. Volví a la habitación y contemplé a la chica. Hacía frío. Conecté el radiador y lo ajusté a una temperatura no muy alta. Finalmente, abrí uno de los ventanales y salí a la terraza. Hacía tanto frío como en el Polo Norte.

(...)

Seguía profundamente dormida. Y roncaba. Le rocé la mejilla con la palma de la mano. Estaba húmeda. Se movió un poco y refunfuñó. Después suspiró y cambió la cabeza de posición en la almohada. Nada de estertores, ni estupor profundo, ni coma y, por tanto, nada de sobredosis. En eso no me había engañado, no como en casi todo lo demás.

(Fragmento del capítulo 23)

- Pero no había… quiero decir que seguramente fue un sueño.

- Señorita, usted vino aquí a las tres de la madrugada en un estado de gran excitación. Me describió exactamente dónde estaba y qué posición ocupaba en la silla de su terraza. Así que la acompañé y subí por la escalera de incendios, con las infinitas precauciones por las que mi profesión se ha hecho famosa. Ni rastro de Mitchell y, por si eso fuera poco, usted se deja arrullar por una pastillita y se queda dormida en su camita.

- Siga con su actuación -me espetó con rabia-; ya veo que le encanta. ¿Por qué no se encargó usted de arrullarme? De este modo no habría necesitado un somnífero… quizá.

- Vayamos por partes, si no le molesta. Y lo primero es que usted decía la verdad cuando llegó aquí. Mitchell estaba muerto en su terraza. Pero alguien se llevó su cadáver mientras usted estaba aquí haciéndome toda clase de proposiciones. Y alguien lo bajó a su coche, hizo sus maletas y también las bajó. Todo esto requirió tiempo; requirió algo más que tiempo: un importantísimo motivo. Ahora bien, ¿quién haría una cosa así… sólo para ahorrarle el mal trago de notificar a la policía el hallazgo de un cadáver en su terraza?

- ¡Oh, cállese! -apuró su copa y la dejó en la mesa-. Estoy cansada. ¿Le importa que me acueste en su cama?

- Si se desnuda, no.

- De acuerdo… me desnudaré. Esto es lo que ha estado persiguiendo, ¿verdad?


Raymond Chandler (Estados Unidos, 1888-1957).