(Fragmento)
miércoles, 30 de junio de 2021
Casanova y Venecia: CASANOVA EN BOHEMIA, de Andrei Codrescu
(Fragmento)
martes, 29 de junio de 2021
Casanova y Venecia: EL REGRESO DE CASANOVA, de Arthur Schnitzler
Detestaba al gobierno cien veces más que antes y con buena razón. Había sido un hereje toda su vida; era un hereje ahora, más allá de cualquier sincera convicción. Qué extraña comedia había estado interpretando a últimas fechas -simplemente del tedio y disgusto. ¿Creer él en Dios? ¿Qué clase de Dios era aquel que sólo se nos mostraba favorable a los jóvenes y dejaba a los viejos en la estacada? ¿Un Dios que, cuando le placía, se transformaba en diablo, y volvía la riqueza en pobreza, la desgracia en felicidad y el placer en desesperación? Te diviertes con nosotros. ¿Y tenemos que rezarte? Dudar de ti es el único medio que nos queda para no blasfemar de ti! ¡No existas! Porque, si existes, tendré que maldecirte!
lunes, 28 de junio de 2021
Casanova y Venecia: MEMORIAS (Historia de mi vida), de Giacomo Casanova
Por la noche, el hostelero se me presentó con un libro para que me inscribiera en él.
domingo, 27 de junio de 2021
Venecia: EL DIABLO ENAMORADO, de Jacques Cazotte
viernes, 25 de junio de 2021
Venecia: CONFESIONES, de Jean Jacques Rousseau
(Fragmento)
jueves, 24 de junio de 2021
Venecia: LOS DOS GEMELOS VENECIANOS, de Carlo Goldoni
miércoles, 23 de junio de 2021
Venecia: CÁNDIDO, O EL OPTIMISMO, de Voltaire
martes, 22 de junio de 2021
Venecia: LA HISTORIA DE SIR CHARLES GRANDISON, de Samuel Richardson
De la señorita Harriet Byron a la señorita Lucy Shelby
Viernes, una de la tarde, 3 de marzo.
Sir Charles: Tuve un malentendido en Venecia con un caballero del lugar. Debía tener unos veintidós años. Yo era un año más joven.
Señor Bagenhall: ¡En el Carnaval, supongo! ¿Sobre una dama, Sir Charles?
Sir Charles: Se trataba del único hijo de una noble familia veneciana, que tenía grandes expectativas para él. Era un joven genio. Otra familia noble de Urbino, con la que se aliaría en matrimonio, también estaba interesada en su bienestar. Habíamos hecho amistad juntos en Padua. Estuve en Venecia invitado por él y la pasé muy bien con toda su familia. Se ofendió en contra mía, instigado por un pariente suyo; para reconocer la verdad, por una dama, como supone el señor Bagenhall, su hermana. No me permitió defender mi inocencia ante el acusador; ni tampoco apelar a su padre, que si bien era una persona de temperamento, a su vez era sensato. Al contrario, me reprendió de una manera que apenas pude soportar. Estaba resuelto a abandonar Venecia; y me despedí de toda su familia, excepto de la dama, que no quería ser vista por mí. El padre y la madre me dejaron partir con pesar. El joven caballero lo había logrado y no podía apelar a ellos manteniendo mi honor. Al despedirme de él perso- nalmente, pretextando que me daba una carta de recomendación, me entregó un desafío. La respuesta que le di, después de protestar por mi inocencia, para tal efecto fue: "Partiré para Verona dentro de unas horas. Tú conoces mis principios y espero considerar mejor el asunto. Nunca, mientras sea dueño de mi temperamento, me daré tanta causa de arrepentimiento hasta la última hora de mi vida, como sucedería si desenvainara mi espada para causar un daño irreparable a la familia de cualquier hombre, o si corriera el mismo riesgo de dañar a la mía, ¡y de incurrir en la perdición final de ambos!".
Señor Merceda: Esa respuesta era más provocadora de lo que sería una satisfac- ción, supongo.
Sir Charles: Una provocación no era lo que yo intentaba. Más bien la había elabo- rado sólo para recordarle las obligaciones que ambos teníamos con nuestras respectivas familias, y para darle un indicio de otra consideración superior. Era probable que tuviera mayor fuerza en ese país católico que, lamento decirlo, en este que es protestante.
Samuel Richardson (Inglaterra, 1689-1761).
(Traducido del inglés por Jules Etienne).
lunes, 21 de junio de 2021
Venecia: CARTAS PERSAS, del barón de Montesquieu
Carta XXXI
Redi a Usbek, a París
Ya estoy en Venecia, mi amado Usbek. Posible es haber visto todas las ciudades del mundo, y quedarse pasmado, cuando uno llega a Venecia; porque siempre se maravillará quien vea un pueblo con sus torres y mezquitas que salen de abajo del agua, y quien halle un gentío innumerable en un sitio donde sólo debía haber peces. Carece empero esta ciudad profana del más precioso tesoro que hay en el mundo, quiero decir de agua corriente, y no es posible en ella cumplir siquiera con una ablución legal. Nuestro santo Profeta la abomina, y nunca la contempla sin indig- nación desde el alto cielo. Si por eso no fuera, querido Usbek, viviría con gusto en un pueblo donde cada día se fortifica mi inteligencia. Me instruyo en los secretos del comercio, en los intereses de los príncipes, en la forma de los gobiernos; ni aún el conocimiento de las supersticiones europeas descuido: me aplico a la medicina, a la física, y a la astronomía; estudio las artes; finalmente me desprendo de la niebla que ofuscaba mis ojos en mi país natal.
De Venecia, a 16 de la luna de Chalval, 1712.
Montesquieu: Charles Louis de Secondat, señor de la Brède y barón de Montesquieu (Francia, 1689-1755).
(Traducido al español por Josef Marchena).
domingo, 20 de junio de 2021
Venecia: LOS VIAJES DE GULLIVER, de Jonathan Swift
(Fragmento del capítulo 7)
El estilo de aquellas gentes es claro, masculino y cuidado, pero no florido, pues nada evitan con tanto escrúpulo como multiplicar palabras innecesarias o emplear para el mismo fin varias expresiones. He leído atentamente muchos de aquellos libros, especialmente de historia y de moral. Entre los demás me divirtió mucho un pequeño tratado antiguo que estaba siempre en el dormitorio de Glumdalclitch y pertenecía al aya de ésta: una dama de alcurnia, grave y entrada en años, que mantenía estrecho comercio con los textos de moral y devoción. El libro trata de la debilidad de la condición humana, y no goza de gran estima, salvo entre las mujeres y el vulgo. Era, sin embargo, curioso para mí ver lo que un autor de aquel país podía decir sobre tal materia. El escritor recorría todos los tópicos corrientes en los moralistas europeos mostrando cuán diminuto, despreciable e indefenso animal es el hombre por su propia naturaleza; cuán incapaz de defenderse por sí mismo de la inclemencia del aire y de los ataques de las bestias feroces; cómo un ser le aventaja en fuerza, otro en ligereza, un tercero en previsión, un cuarto en industria. Añadía que la Naturaleza había degenerado en estas decadentes edades últimas del mundo y hoy sólo producía pequeñas criaturas abortivas en comparación con las nacidas en los tiempos antiguos. Decía que era lógico pensar no sólo que las especies de hombres eran en su origen mucho mayores, sino también que en lejanas épocas debió de haber gigantes, así como la tradición y la historia lo atestiguan y ha sido confirmado por los enormes huesos desenterrados por casualidad en diversas partes del reino, y que pasan en mucho los de la mermada raza del hombre de nuestros días. Argumentaba que las mismas leyes de la Naturaleza exigían, sin dejar lugar a duda, que en un principio hubiésemos sido creados de más alto y robusto talle, no tan sujetos a ser destruídos por cualquier pequeño accidente, como el desprendimiento de una teja desde una casa, o el lanzamiento de una piedra por la mano de un niño, o la caída en cualquier arroyuelo donde perecer ahogado. De esta índole de razones sacaba el autor varias normas morales útiles para conducirse en la vida, pero que no es necesario copiar aquí. Por mi parte, no pude dejar de reflexionar en lo universalmente extendido que está el talento de hacer discursos de moral, o más bien de descontento y condolencia por las contiendas que con la Naturaleza nos empeñamos en imaginar. Y creo que con una seria averiguación que- daría evidenciado que esas contiendas son tan infundadas por lo que toca a nosotros como por lo que toca a aquel pueblo.
En cuanto a cuestiones militares, se hace gala allí de que el ejército del rey consiste en ciento setenta y seis mil infantes y treinta y dos mil caballos, si es que puede lla- marse ejército el formado por comerciantes en varias ciudades y por agricultores en los campos, bajo el único mando de la nobleza y las gentes principales, que no reciben paga ni recompensa ninguna. Cierto que alcanzan bastante perfección en el ejército y observan muy buena disciplina. Pero yo no veo en ello gran mérito; porque ¿cómo podría ser de otro modo en un sitio donde cada campesino está bajo el mando del propio señor de las tierras y cada ciudadano bajo el de un hombre principal de su misma edad elegido por votación, a la manera de Venecia?
Jonathan Swift (Irlanda, 1667-1745).
sábado, 19 de junio de 2021
Venecia: LAS AVENTURAS DEL CAPITÁN SINGLETON, de Daniel Defoe
(Fragmento del capítulo 31: Retorno a la patria)
No sabíamos adónde ir y vacilábamos respecto a nuestra futura residencia, cuando un buque veneciano fondeó en el puerto de Alejandría, para recoger carga con destino a su patria. Aprovechamos la ocasión, hablamos con el capitán del buque, tomamos pasaje a bordo de aquel navío y nos hicimos a la vela, rumbo a Venecia llegando sanos y salvos al cabo de veintidós días. Desembarcamos con nuestro tesoro, nuestro dinero y nuestros fardos, que formaban en conjunto un cargamento tan valioso como no creo que jamás viera otro igual aquella ciudad, al menos siendo propiedad de sólo dos hombres.
Nos hicimos pasar por mercaderes armenios, igual que habíamos hecho antes. En Basora y Bagdad aprendimos a chapurrear el persa y el armenio, de suerte que podíamos hablarnos uno a otro sin que nadie nos entendiera, y a veces ni nosotros mismos. Fuimos vendiendo nuestro cargamento, hasta que el tesoro que poseíamos quedó íntegramente reducido a dinero. Nos instalamos en la ciudad como si qui- siéramos pasar allí una larga temporada. William y yo vivimos juntos del modo más fraternal y con amistad inquebrantable. No nos separaban intereses ni pasiones. Nunca nos despojamos de nuestros trajes de armenios, y seguíamos firmes en nuestro propósito de restituir lo que robamos. En Venecia nos llamaban «los dos griegos».
Daniel Defoe (Inglaterra, 1660-1731).
(Traducido al español por Nicolás Ferrante).
La ilustración corresponde a una vista de la basílica de San Marcos desde la isla de San Giorgio Maggiore, de Michele Marieschi.
viernes, 18 de junio de 2021
Venecia: NEPTUNO ALEGÓRICO, de Sor Juana Inés de la Cruz
jueves, 17 de junio de 2021
Venecia: EL PEDANTE BURLADO, de Cyrano de Bergerac
Corbineli, Grangier y Paquier.
Corbineli: ¡No es sólo maliciosa, está furiosa! ¡Ay! Todo está perdido, vuestro hijo ha muerto.
Granger: ¡Mi hijo ha muerto! ¿Estás delirando?
Corbineli: No, hablo en serio: vuestro hijo, en verdad, no ha muerto, pero ha caído en manos de los turcos.
Granger: ¿En manos de los turcos? Sujétame, me muero.
Corbineli: Apenas habíamos entrado en el barco para pasar de la puerta de Neslé al muelle de la Escuela...
Granger: ¿Y qué ibas a hacer en la Escuela, borrico?
Corbineli: Mi señor se acordó de la petición que le habíais hecho, de comprar alguna bagatela que fuera poco habitual en Venecia, y de poco valor en París, para regalársela a su tío. Había pensado que podía llevarle una docena de vasijas, que no son muy caras y en toda Europa no se encuentran tan bonitas como las de esta ciudad. Por eso fuimos hacia la Escuela, para comprarlas. Pero apenas nos alejamos de la costa, fuimos apresados por una galera turca.
Granger: ¡Ay! Por el cuerno retorcido de Tritón, el dios marino, ¿quién ha oído decir jamás que el mar llegara a Saint-Cloud, o que ahí hubiera galeras, piratas o escollos?
Corbineli: Por ello la cosa es todavía más extraordinaria. Aunque nadie los haya visto jamás en Francia, ¿quién sabe si no han venido desde Constantinopla hasta aquí, entre dos aguas?
Paquier: En efecto, los topinambures, que viven cuatrocientas o quinientas leguas más allá, antaño llegaron a París. E incluso el otro día los polacos raptaron a la princesa María, en pleno día, en el Hotel de Nevers, sin que nadie osara ni moverse.
Corbineli: Pero no se conformaron con eso, han querido apuñalar a vuestro hijo...
Paquier: ¿Cómo? ¿Sin confesión?
Corbineli: Si no se paga un rescate.
Granger: ¡Ah, miserables! Quieren meter miedo en su joven corazón.
Paquier: En efecto, los turcos no se guardan de tocar el dinero de los cristianos porque tenga una cruz.
Corbineli: Mi señor no podía decir otra cosa más que: "Ve a ver a mi padre y dile..." Con las lágrimas que casi ahogaban sus palabras, me explicó bien que nunca os había sabido decir la ternura que siente por vos...
Granger: ¿Qué diablos hacíais en la galera de un turco? ¡De un turco!
Corbineli: Esos despreciables despiadados no me querían dejar en libertad para venir a veros, si no me hubiera puesto de rodillas ante el más importante de ellos. "¡Ay!, Señor turco", le dije "permitidme que vaya a avisar a su padre, quien os enviará al momento el rescate que pedís".
Granger: No debiste hablar de rescate, se burlarán de ti.
Corbineli: Al contrario. Al oír esta palabra su cara se serenó un poco: "Ve", me dijo "pero si no estás de regreso dentro de un momento, iré a apresar a tu señor en su Colegio y os colgaré a los tres en los mástiles de nuestra nave." Tenía tanto miedo de oír algo aún más enojoso, o de que el diablo viniera a llevarme si me quedaba en compañía de esos excomulgados, que me metí rápidamente en un esquife para avisaros de las funestas particularidades de este encuentro.
Granger: ¿Qué diablos hace en la galera de un turco?
Paquier. ¿Es que no se ha confesado desde hace diez años?
Granger: ¿Pero tú crees que está decidido a ir a Venecia?
Corbineli: No anhela otra cosa.
Hercule-Savinien de Cyrano de Bergerac (Francia, 1619-1655).
(Traducido al español por Montserrat Nofre Alaíz).
miércoles, 16 de junio de 2021
Venecia: ¡LÁSTIMA QUE SEA UNA PUTA!, de John Ford
(Parlamento del Acto segundo, escena II)
Escena II, habitación en la casa de Soranzo
Soranzo (Entra con un libro y lee): "La medida del amor es extrema; el consuelo, dolor; la vida, inquietud; y la recompensa, desdén..." ¿Qué diablos significa esto? "La medida del amor..." Y sin embargo es así. Así ha escrito el dulce poeta de las rimas licenciosas. Y bien, mientes Sannazaro, porque si tu corazón hubiese sentido una opresión pareja de la mía, hubieras necesitado besar el látigo que te castigaba. Al trabajo, pues, dichosa Musa, y contradigamos lo que escribe el odio del poeta. (Escribe): "La medida del amor es relativa, dulcísimos son sus problemas, vida sus placeres y goces de toda índole su recompensa". De haber vivido Annabella cuando Sannazaro celebró en su breve Encomium a Venecia, la reina de las ciudades, con seguridad no hubiera escrito este verso que le valió semejante suma de dinero. Una sola mirada de Annabella, y hubiera celebrado sus divinas mejillas. Oh... hasta qué punto mis pensamientos son...
John Ford (Inglaterra, 1586-1639).
La ilustración corresponde a Stephano Brasci como Soranzo durante la puesta en escena dirigida por Michael Longhurst en el Shakespeare's Globe de Londres, en 2014 y a un cartel de la obra dirigida por Timothy Askew.
martes, 15 de junio de 2021
Venecia: EL HONROSO ATREVI- MIENTO, de Tirso de Molina
(Parlamentos iniciales: primer acto, escena I)
Sale Lisauro, como en su casa; Honorato, viejo; Diódoro y Verino, desenvainadas las espadas.
Lisauro: Cogido nos habéis de sobresalto,
y del son que venís tanto me pesa
cuanto me hallo de socorro falto.
Honorato: El peligro, Lisauro, nos da priesa;
siguiéndome vendrán desde Rialto
mis enemigos, que tendrán la presa
por cierta, y su venganza por sin duda,
si no nos dais para huir ayuda.
Lisauro: Acostados están todos en casa,
y no os será seguro el despertallos,
ni mientras el furor que tenéis pasa
de Venecia os podrán sacar caballos,
porque en ella la tierra es tan escasa
cuanto pródigo el mar por excusallos;
que es tan casero y manso aquí que fragua,
cual veis, en vez de piedras, calles de agua.
Mas ¿qué ocasión la ha dado a que el consejo
de vuestras canas no haya reprimido
vuestro enojo, Honorato?
domingo, 13 de junio de 2021
Venecia: DOCUMENTO SOBRE EL AVISO DE PARNASO, de Francisco de Quevedo
Documento LXVI
Al serenísimo e invitísimo Carlos Emanuel, duque de Saboya, etc.
- Serenísimo señor: Es tan grande el odio de la nación española contra vuestra alteza y contra la república de Venecia, que adonde no puede llegar (como quisiera) á ofender con las armas, procura de acometer con la pluma y con la lengua. De aquí provino aquella falsa relación de lo sucedido en la guerra de Asti el año de 1615. De aquí nació aquella descomedida carta del duque de Osuna escrita al Sumo Pontífice. De aquí salió á luz la Relación, con título de verdadera, llena de mil mentiras, sobre el negocio de los uscoques. Y de aquí ha tenido su origen este Aviso de Parnaso, que tira, como á su blanco, á herir derechamente á la reputación de la República y juntamente á la de vuestra alteza. Este modo de pelear con palabras paréceme á decir verdad cosa mujeril, indigna de hombres que se precian de guerreros, y señal muy cierta de vanidad y flaqueza. Pero lo que es flaqueza en el agresor, en el defensor es virtud; que si aquél procura ofender con la lengua, porque no puede más con las armas, éste responde con la pluma, así bien como lo hizo con la espada, porque conozca el mundo que de cualquier manera puede y sabe defender su honra. Por esto me he determinado de hacer algunas anotaciones, que servirán de res- puesta á este Aviso de Parnaso, por donde se echará de ver la malicia de quien lo compuso, la falsedad de lo que contiene, y la verdad de las cosas, como es razón que se entienda. Las envío á vuestra alteza, porque á nadie pueden ser mejor dirigidas que á aquel príncipe que con el propio valor ha defendido su libertad, y la reputación de toda Italia; que es el mayor amigo que hoy día tenga la República de Venecia; que conoce hasta en las entrañas la nación española; que tiene particular noticia de las historias del mundo, y á quien yo debo, como humilde y muy obligado vasallo, cuanto yo tengo, cuanto yo valgo, y cuanto yo soy. Reciba vuestra alteza esta pequeña demostración del grande obsequio de mi ánimo, con el cual suplico á Dios, nuestro Señor, guarde la persona de vuestra alteza los años de mi deseo, como sus estados y toda Italia ha menester.
Francisco de Quevedo (España, 1580-1645).
La ilustraciones corresponden a un detalle de la recreación de Jordi Bru de la batalla de Asti en la guerra del Monferrato y a la portada original del opúsculo Aviso de Parnaso.
sábado, 12 de junio de 2021
Venecia: CORTE EN ALDEA, de Francisco Rodrigues Lobo
(Fragmento del Diálogo II)
Tienen del mismo modo las Provincias sus Armas. Primeramente las quatro partes, en que el mundo se divide. Asia tres Serpientes, África un Elefante, Europa un Cavallo, la América un Cocodrilo. Italia tenía por armas antiguamente un Cavallo, Tracia un Marte, Persia un Arco, Scitia un Rayo, Armenia un Cabrón, Fenicia un Hércules, Cicilia una Cabeza armada, Armenia un Galápago, Frisia una Puerca, Castilla un Castillo, Lusitania una Ciudad. Las Repúblicas tienen también sus armas particulares: la de Venecia un León con un libro en las uñas, la de Sena una Loba, la de Génova un San Jorge, la de Florencia un León con un libro de oro.
Francisco Rodrigues Lobo (Portugal, 1580-1621).
viernes, 11 de junio de 2021
Venecia: EL DIABLO COJUELO, de Luis Vélez de Guevara
jueves, 10 de junio de 2021
Venecia: VOLPONE, de Ben Jonson
Presidente (Interrumpe): Sobre la base de todo lo declarado hoy en la corte, y de lo expuesto en esta audiencia por el señor Volpone, este tribunal considera reunidos los elementos necesarios para dictar sentencia.
Voltore: ¡Es que...!
Presidente (Lo ignora): Primero. Visto: que cualquier revisión del proceso sería una mancha de ignominia para la ciudad, pues al hacerse público lo ocurrido aquí, se pondría de manifiesto que en Venecia hay padres desnaturalizados... Abogados sin conciencia... Y maridos sin dignidad: Decreto que no ha lugar a revisión alguna. (Murmullos de desaprobación). ¡Silencio! Y considerando: Que en nada honraría a la nobleza Veneciana saber que uno de los suyos, el caballero Volpone, ha llevado la vida de un malhechor, de un vulgar comediante que transformó esta casa en un antro de estafa y depravación; y por todo lo antes expuesto, este tribunal decreta: que el señor Volpone ha muerto. De los bienes que deja, se costearán las solemnes honras fúnebres que corresponden a su rango.
Mosca: Yo me encargaré de que los funerales tengan la pompa apropiada...
Presidente: Como resulta de esta decisión y ante la imposibilidad de aceptar el libre tránsito por esta ciudad de un muerto insepulto, el cuerpo del señor Volpone es condenado a la pena de destierro, debiendo abandonar por sus propios medios ésta, su ciudad natal, hoy mismo antes de la medianoche. (Murmullos). En cuanto a ustedes: señor Corvino, señor Corbaccio, señor Voltore... Adelántense. Por el delito de falso testimonio este tribunal los condena a la pena de reclusión forzada en la cárcel de la ciudad, con más las accesorias y costas.
Corbaccio: Gracias... ¿Qué dijo...?
Voltore: ¡Injusto...! Señor presidente... (Por Mosca) ¿Cuál es el castigo entonces para este individuo, coautor, e inspirador incluso, de todos estos fraudes?
Mosca: ¿Por qué a mí...?
Presidente: ¡Silencio! (A Mosca). Adelántate. Por el delito de estafas reiteradas, en calidad de partícipe necesario, y por el de usurpación de títulos y propiedades a un Noble Veneciano en carácter de tentativa, quedas condenado a la pena de azote pú- blico, y prisión perpetua en el Presidio de Venecia.
Ben Jonson (Inglaterra, 1572-1637).
(Traducido al español por David Amitín y Mauricio Kartun).
La ilustración corresponde al quinto y último acto de la puesta en escena dirigida por Elizabeth Freestone en 2019.