Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).
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jueves, 4 de julio de 2024

Mirándolas dormir: NOCTURNO DE SAN ILDEFONSO, de Octavio Paz

"Mi mujer está dormida. También es luna."

4

(Fragmento final)

Mi mujer está dormida
                                          También es luna.
claridad que transcurre
                                          -no entre escollos de nubes
entre las peñas y las penas de los sueños:
también es alma
                                          Fluye bajo sus ojos cerrados,
desde su frente se despeña.
                                                     torrente silencioso,
hasta sus pies,
                           en sí misma se desploma
y de sí misma brota,
                                       sus latidos la esculpen
se inventa al recorrerse,
                                             se copia al inventarse
entre las islas de sus pechos
                                                     es un brazo de mar,
su vientre es la laguna
                                          donde se desvanecen
la sombra y sus vegetaciones,
                                                        fluye por su talle,
sube,
           desciende,
                                 en sí misma se esparce,
                                                                            se ata
a su fluir,
                 se dispersa en su forma:
también es cuerpo.
                                   La verdad
es el oleaje de una respiración
y las visiones que miran unos ojos cerrados:
palpable misterio de la persona.

La noche está a punto de desbordarse.
                                                                      Clarea.
El horizonte se ha vuelto acuático.
                                                             Despeñarse
desde la altura de esta hora:
                                                     ¿morir
será caer o subir,
                                   una sensación o una cecasión?
Cierro los ojos,
                              oigo en mi cráneo
los pasos de mi sangre
                                              oigo
pasar el tiempo por mis sienes.
                                                          Todavía estoy vivo.
El cuarto se ha enarenado de luna.
                                                              Mujer:
fuente en la noche.
                                   Yo me fío a su fluir sosegado.


En su poema Primero de enero, escribe Paz en una de sus estrofas:

Tú estabas a mi lado,
aún dormida.
El día te había inventado
pero tú no eceptabas todavía
tu invención en este día.
Quizá tampoco la mía.
Tú estabas en otro día.

Es posible leer el poema completo con este vínculo: Primero de enero.

Octavio Paz (México, 1914-1998). 
Obtuvo el premio Nobel en 1990.

miércoles, 20 de diciembre de 2023

Solsticio de invierno: SOLO A DOS VOCES, de Octavio Paz

"Solsticio de invierno:/ sol parado,/ mundo errante./ Sol desterrado,/ fijeza al rojo blanco."

(Fragmentos)

Si decir No
al mundo al presente
hoy (solsticio de invierno)
no es decir
decir es solsticio de invierno
hoy en el mundo
no
es decir
decir mundo presente
no es decir
¿qué es
Mundo Solsticio Invierno?
¿Qué es decir?
Desde hace horas
oigo caer, en el patio negro,
una gota de agua.
Ella cae y yo escribo.
Solsticio de invierno:
sol parado,
mundo errante.
Sol desterrado,
fijeza al rojo blanco.
...

Hoy es solsticio de invierno:
canta el gallo,
el sol despierta.
Voces y risas, baile y panderos,
sobre el suelo entumido
rumor de faldas de muchachas
como el viento corriendo entre espadañas,
como el agua que brota de la peña.
...

El diccionario
es un mundo no dicho:
de solsticio de invierno
a pascua de resurrección,
en dirección inversa
a las agujas del cuadrante...
...

La letra no reposa en la página:
memoria la levanta,
monumento de viento.
¿Y quién recuerda a la memoria,
quién la levanta, dónde se implanta?
Fuente de claridad, alumbramiento,
la memoria es raíz en la tiniebla.
Come tiniebla,
come olvido:
no lo que dices, lo que olvidas,
es lo que dices:
hoy es solsticio de invierno
en el mundo
hoy estás separado
en el mundo
hoy es el mundo
ánima en pena en el mundo.

  
Octavio Paz (México, 1914-1998). Obtuvo el premio Nobel en 1990.

sábado, 16 de septiembre de 2023

El tequila como símbolo del festejo patrio


"... y podía cuando menos agradecer al tequila tal
honestidad, por breve que fuese su duración."

Malcolm Lowry en Bajo el volcán.
 
Cada año, durante esta temporada septembrina en que se acostumbra a celebrar, con desvelos y tragos, el llamado Grito de la Independencia, el fervoroso ritual gira con frecuencia en torno a una botella de tequila. En ningún momento durante el resto del año ni bajo cualquier otro pretexto, se consume tanto tequila como en estas fechas. Las estadísticas no mienten, los robos de licores se triplican y el principal objetivo suele ser el tequila, la bebida más simbólica para refrendar la condición de mexicano: euforia, patrioterismo ocasional y violencia, que exaltan su intensidad.
 
La literatura no ha sido ajena a su influjo. Tal vez la novela más emblemática sea Nieves, de José López Portillo y Rojas, no sólo porque acontece precisamente en la población de Tequila, en el estado de Jalisco, sino porque además el protagonista desciende de fabricantes de tequila. Los renglones con que da principio ya presagian el entorno en el que acontecerá la acción: "Cierto que Tequila debe su celebridad a ser el centro de producción alcohólica que lleva su nombre." Más adelante un pasaje de la obra se ocupa del proceso para su destilación y se extiende a lo largo de varias páginas. Luego de esa prolija descripción concluye con que: "El líquido que se recoge es el famoso aguardiente de Tequila, que tibio, es dulce y no quema la boca; embria- ga fácilmente y se llama tuba".

El poeta Efraín Huerta recordaba su encuentro con Pablo Neruda en 1942:
 
Tres oradores abrieron el programa, y dos poetas lo cerraron: Pablo Neruda y yo.  Poco antes de empezar el acto, Pablo me invitó a tomar una copa. Lo  que quería era leerme el poema que diría. Era el Canto a Stalingrado.  La cantina donde brindamos con tequila está allí todavía: La Castellana, en Antonio Caso e Insurgentes Centro. Yo sólo le recomendé a Pablo que cierta palabra sucia la suprimiera, o que la pusiera en francés, por sonar más belicosa. Se quedó en francés.”
 
El mismo Huerta que le recomendaría a su amigo, el peruano Hildebrando Pérez, la mejor manera de beberlo, en Para que aprenda a tomar un caballito de tequila.
 
Acerca la mano hacia la ansiosa boca, como a la distancia de más o menos veinte centímetros: abre la boca y con la mano derecha golpea los dedos –tensos– de la mano izquierda. La sal salta hacia la boca y el ritual empieza. Chupa un limón. Bebe.
Un caballito te da de cinco a seis sorbitos
”.
 
Muchos años después, el chileno Roberto Bolaño, quien viviera una larga temporada en México, escribió en su poema Para Efraín Huerta: “… mientras a tus espaldas los poetas/ bebían tequila y hablaban en voz baja.”
 
Carlos Fuentes en Cambio de piel, tras de que el mozo entra con una botella de tequila sobre una bandeja de latón y la deja sobre la mesa, advierte:
 
- Esto no me va a caer bien, Ligeia. Lo sabes de sobra. Los dos se miraron mientras sorbía lentamente el tequila.”
 
El cónsul alcohólico que protagoniza la novela Bajo el volcán, de Malcolm Lowry, exaltaba algunas de sus cualidades: “hasta (y podía cuando menos agradecer al tequila tal honestidad, por breve que fuese su duración) de ser amado.”
 
Jack Kerouac, emblema de la generación beatnik, es autor de En el camino, donde define a México como el país de la tierra caliente y el tequila. Tom Robbins lo alude con frecuencia, por ejemplo, en También las vaqueras sienten melancolía, cuando comienza el incendio y la orquesta sigue tocando Allá en el rancho grande: “Sacó la madre a la hija del remolque como si la sacase del Club El Lagarto en llamas. (En el punto culminante del pavoroso incendio una hilera de botellas de tequila sobrecalentadas empezaron a estallar entre las llamas)". Y en Naturaleza muerta con pájaro carpintero se ocupa a su vez del tequila, como “la bebida favorita de los delincuentes” a quienes suele traicionar, y lo define como “líquido geométrico de la pasión”, un “dios majadero que copula en el aire con las almas de las vírgenes moribundas” y también “agua salvaje de la hechicería”.

Relación que viene a coincidir  con la que por su parte establece el británico D. H. Lawrence en La serpiente emplumada, cuando describe: “... las caras verdaderamente terribles de algunos tipos de la ciudad, tumefactas a causa del veneno del tequila y con los ojos un poco vidriosos y como si mirasen a través de un velo de maldad. En ninguna parte había encontrado rostros en los que se pintase el mal con tanta claridad como los que se veían en México.”

Otro inglés, como lo era Lawrence, que se ocupó de México a lo largo de su obra -con una visión a menudo acerba-, fue Graham Greene, quien menciona al tequila en sus novelas El poder y la gloria y Caminos sin ley, además del relato El billete de lotería, las cuales revisaremos en otra ocasión.
 
Debo, por supuesto, mencionar los poemas Ponderación y signo del tequila, del colombiano Álvaro Mutis y Entre la piedra y la flor, de Octavio Paz, pero mejor he optado por  incluirlos completos en los próximos días, lo mismo que las referencias hechas por José Revueltas en sus novelas Los días terrenales y Los errores, por Martín Luis Guzmán en La sombra del caudillo, y Mariano Azuela en Los de abajo, así como unos párrafos del relato Jugando con bombas, del enigmático B. Traven.

Cómo olvidar que el perro del rancho en Como agua para chocolate, de Laura Esquivel, se llamaba precisamente Tequila, y que los personajes gemelos de La zona del silencio, de Homero Aridjis, llevaban por nombre Mezcal y Tequila.
 
Jules Etienne

viernes, 15 de septiembre de 2023

Septiembre: Reflexiones sobre la Independencia en EL LABERINTO DE LA SOLEDAD, de Octavio Paz

"Con ese grito, que es de rigor gritar cada 15 de septiembre, aniversario de la Independencia..."

(Fragmentos)

IV: Los hijos de la Malinche

Toda la angustiosa tensión que nos habita se expresa en una frase que nos viene a la boca cuando la cólera, la alegría o el entusiasmo nos llevan a exaltar nuestra condición de mexicanos: ¡Viva México, hijos de la Chingada! Verdadero grito de guerra, cargado de una electricidad particular, esta frase es un reto y una afirmación, un disparo, dirigido contra un enemigo imaginario, y una explosión en el aire. Nuevamente, con cierta patética y plástica fatalidad, se presenta la imagen del cohete que sube al cielo, se dispersa en chispas y cae oscuramente. O la del aullido en que terminan nuestras canciones, y que posee la misma ambigua resonancia: alegría rencorosa, desgarrada afirmación que se abre el pecho y se consume a sí misma.
 
Con ese grito, que es de rigor gritar cada 15 de septiembre, aniversario de la Indepen- dencia, nos afirmamos y afirmamos a nuestra patria, frente, contra y a pesar de los demás. ¿Y quiénes son los demás? Los demás son los "hijos de la chingada", los extranjeros, los malos mexicanos, nuestros enemigos, nuestros rivales. En todo caso, los "otros". Esto es, todos aquellos que no son lo que nosotros somos. Y esos otros no se definen sino en cuanto hijos de una madre tan indeterminada y vaga como ellos mismos. 
 
VI. De la Independencia a la Revolución
 
La Independencia hispanoamericana, como la historia entera de nuestros pueblos, es un hecho ambiguo y de difícil interpretación porque, una vez más, las ideas enmasca- ran a la realidad en lugar de desnudarla o expresarla. Los grupos y clases que realizan la Independencia en Suramérica pertenecían a la aristocracia feudal nativa; eran los descendientes de los colonos españoles, colocados en situación de inferioridad frente a los peninsulares. La Metrópoli, empeñada en una política protec- cionista, por una parte impedía el libre comercio de las colonias y obstruía su desarrollo económico y social por medio de trabas administrativas y políticas; por la otra, cerraba el paso a los "criollos" que con toda justicia deseaban ingresar a los altos empleos y a la dirección del Estado. Así pues, la lucha por la Independencia tendía a liberar a los "criollos" de la momificada burocracia peninsular aunque, en realidad, no se proponía cambiar la estructura social de las colonias. Cierto, los programas y el lenguaje de los caudillos de la Independencia recuerdan al de los revolucionarios de la época. Eran sinceros, sin duda. Aquel lenguaje era "moderno", eco de los revolucionarios franceses y, sobre todo, de las ideas de la Independencia norteamericana. Pero en la América sajona esas ideas expresaban realmente a grupos que se proponían transformar el país conforme a una nueva filosofía política. Y aun más: con esos principios no intentaban cambiar un estado de cosas por otro sino, diferencia radical, crear una nueva nación. En efecto: los Estados Unidos son, en la historia del siglo XIX, una novedad mundial, una sociedad que crece y se extiende naturalmente. Entre nosotros, en cambio, una vez consumada la Indepen- dencia las clases dirigentes se consolidan como las herederas del viejo orden español. Rompen con España pero se muestran incapaces de crear una sociedad moderna. No podía ser de otro modo, ya que los grupos que encabezaron el movimiento de Independencia no constituían nuevas fuerzas sociales, sino la prolongación del sistema feudal. La novedad de las nuevas naciones hispanoame- ricanas es engañosa; en verdad se trata de sociedades en decadencia o en forzada inmovilidad, supervivencias y fragmentos de un todo deshecho. El Imperio español se dividió en una multitud de Repúblicas por obra de las oligarquías nativas, que en todos los casos favorecieron o impulsaron el proceso de desintegración. No debe olvidarse, además, la influencia determinante de muchos de los caudillos revolucio- narios. Algunos, más afortunados en esto que los conquistadores, su contrafigura histórica, lograron "alzarse con los reinos", como si se tratase de un botín medieval. La imagen del "dictador hispanoamericano" aparece ya, en embrión, en la del "libertador". Así, las nuevas Repúblicas fueron inventadas por necesidades políticas y militares del momento, no porque expresasen una real peculiaridad histórica. Los "rasgos nacionales" se fueron formando más tarde; en muchos casos, no son sino consecuencia de la prédica nacionalista de los gobiernos. Aún ahora, un siglo y medio después, nadie puede explicar satisfactoriamente en qué consisten las diferencias "nacionales" entre argentinos y uruguayos, peruanos y ecuatorianos, guatemaltecos y mexicanos. Nada tampoco -excepto la persistencia de las oligarquías locales, sostenidas por el imperialismo norteamericano- explica la existencia en Centroamé- rica y las Antillas de nueve repúblicas.
 
No es esto todo. Cada una de las nuevas naciones tuvo, al otro día de la Indepen- dencia, una constitución más o menos (casi siempre menos que más) liberal y democrática. En Europa y en los Estados Unidos esas leyes correspondían a una realidad histórica: eran la expresión del ascenso de la burguesía, la consecuencia de la revolución industrial y de la destrucción del antiguo régimen. En Hispanoamérica sólo servían para vestir a la moderna las supervivencias del sistema colonial. La ideología liberal y democrática, lejos de expresar nuestra situación histórica concreta, la ocultaba. La mentira política se instaló en nuestros pueblos casi constitucional- mente. El daño moral ha sido incalculable y alcanza a zonas muy profundas de nuestro ser. Nos movemos en la mentira con naturalidad. Durante más de cien años hemos sufrido regímenes de fuerza, al servicio de las oligarquías feudales, pero que utilizan el lenguaje de la libertad. Esta situación se ha prolongado hasta nuestros días. De ahí que la lucha contra la mentira oficial y constitucional sea el primer paso de toda tentativa seria de reforma. Éste parece ser el sentido de los actuales movi- mientos latinoamericanos, cuyo objetivo común consiste en realizar de una vez por todas la Independencia. O sea: transformar nuestros países en sociedades realmente modernas y no en meras fachadas para demagogos y turistas. En esta lucha nuestros pueblos no sólo se enfrentan a la vieja herencia española (la Iglesia, el ejército y la oligarquía), sino al Dictador, al Jefe con la boca henchida de fórmulas legales y patrióticas, ahora aliado a un poder muy distinto al viejo imperialis- mo hispano: los grandes intereses del capitalismo extranjero.
  
Octavio Paz (México, 1914-1998)
Obtuvo el premio Nobel en 1990.

viernes, 20 de marzo de 2020

Primavera: PRIMAVERA A LA VISTA, de Octavio Paz

"El mar respira apenas, brilla apenas (…) Está lleno de pájaros el mundo."

Pulida claridad de piedra diáfana,
lisa frente de estatua sin memoria:
cielo de invierno, espacio reflejado
en otro más profundo y más vacío.

El mar respira apenas, brilla apenas.
Se ha parado la luz entre los árboles,
ejército dormido. Los despierta
el viento con banderas de follajes.

Nace del mar, asalta la colina,
oleaje sin cuerpo que revienta
contra los eucaliptos amarillos
y se derrama en ecos por el llano.

El día abre los ojos y penetra
en una primavera anticipada.
Todo lo que mis manos tocan, vuela.
Está lleno de pájaros el mundo.


Octavio Paz (México, 1914-1998). Obtuvo el premio Nobel en 1990.

miércoles, 1 de enero de 2020

Año nuevo: PRIMERO DE ENERO, de Octavio Paz

"... y yo te veía, como nieve, dormida entre las apariencias."
 
Las puertas del año se abren,
como las del lenguaje,
hacia lo desconocido.
Anoche me dijiste:
mañana
habrá que trazar unos signos,
dibujar un paisaje, tejer una trama
sobre la doble página
del papel y del día.
Mañana habrá que inventar,
de nuevo,
la realidad de este mundo.

Ya tarde abrí los ojos.
Por el segundo de un segundo
sentí lo que el azteca,
acechando
desde el peñón del promontorio,
por las rendijas de los horizontes,
el incierto regreso del tiempo.

No, el año había regresado.
Llenaba todo el cuarto
y casi lo palpaban mis miradas.
El tiempo, sin nuestra ayuda,
había puesto,
en un orden idéntico al de ayer,
casas en la calle vacía,
nieve sobre las casas,
silencio sobre la nieve.

Tú estabas a mi lado,
aún dormida.
El día te había inventado
pero tú no aceptabas todavía
tu invención en este día.
Quizá tampoco la mía.
Tú estabas en otro día.

Estabas a mi lado
y yo te veía, como nieve,
dormida entre las apariencias.
El tiempo sin nuestra ayuda,
inventa casas, calles, árboles,
mujeres dormidas.

Cuando abras los ojos
caminaremos, de nuevo,
entre las horas y sus invenciones
y al demorarnos en las apariencias
daremos fe del tiempo y sus conjugaciones.
Abriremos las puertas de este día,
entraremos en lo desconocido.
 
 
Octavio Paz (México, 1914-1998).
Obtuvo el premio Nobel en 1990.

sábado, 21 de diciembre de 2019

EL SOLSTICIO DE INVIERNO SEGÚN TRES POETAS: D. H. Lawrence, Ezra Pound y Octavio Paz


El día de hoy tiene lugar el solsticio de invierno, y para no dejarlo pasar desapercibido incluyo las referencias al mismo de tres poetas, dos en lengua inglesa, D. H. Lawrence y Ezra Pound, y otro en español, Octavio Paz, quienes se ocupan de este solsticio que ocurre en el hemisferio boreal durante el mes de diciembre.

Sombras, de D. H. Lawrence

(Fragmento)

Y si, igual que el otoño se ahonda y se oscurece
siento el dolor de las hojas al caer y tallos que se rompen en las tormentas
y turbulencias y disolución y la zozobra
y luego, suaves sombras profundas plegándose, plegándose
sobre mi alma y mi espíritu, sobre mis labios
dulcemente, como un letargo, o más bien el estupor de una grave, triste canción
cantada más opacamente que el ruiseñor, y así hacia el solsticio
y el silencio de los días cortos, el silencio del año, la sombra,
sabré entonces que mi vida aún se mueve
con la oscura tierra y se humedece
en un profundo olvido, en el lapso de la tierra y su renovación.

Canto LII, de Ezra Pound

(Fragmento)

El primer mes del invierno es ahora
el sol en la cola de Scorpio
al alba en Hydra, el hielo empieza
el faisán se zambulle en el Howai (el agua grande) y se convierte en una ostra
el arcoíris está escondido por algún tiempo.
El Hijo del Cielo se alimenta de cerdo asado y mijo,
gris acero son los corceles.
Este mes el invierno gobierna.
El sol está en el hombro del arquero
en la cabeza del cuervo al alba
el hielo se engruesa. La tierra se raja. Y los tigres ahora andan en celo.
Cortad los árboles en el solsticio y varas de flechas de bambú.
Tercer mes, patos silvestres van al norte, la urraca empieza a edificar.
El faisán alza el grito al Espíritu de las Montañas la temporada de la pesca se abre,
ríos y lagos profundamente helados
poned ahora hielo en vuestras hieleras,
el gran concierto de los vientos
llama a las cosas por sus nombres. El buen soberano por la distribución
El mal rey es conocido por sus impuestos.

El poema Solo a dos voces, de Octavio Paz, es muy extenso y sus alusiones al solsticio de invierno son constantes. Esta es una selección arbitraria de diversos fragmentos del mismo:
Si decir No
al mundo al presente
hoy (solsticio de invierno)
no es decir
decir es solsticio de invierno
hoy en el mundo
no
es decir
decir mundo presente
no es decir
¿qué es
Mundo Solsticio Invierno?
¿Qué es decir?
Desde hace horas
oigo caer, en el patio negro,
una gota de agua.
Ella cae y yo escribo.
Solsticio de invierno:
sol parado,
mundo errante.
Sol desterrado,
fijeza al rojo blanco.

***

Hoy es solsticio de invierno:
canta el gallo,
el sol despierta.
Voces y risas, baile y panderos,
sobre el suelo entumido
rumor de faldas de muchachas
como el viento corriendo entre espadañas,
como el agua que brota de la peña.

***

El diccionario
es un mundo no dicho:
de solsticio de invierno
a pascua de resurrección,
en dirección inversa
a las agujas del cuadrante...

***

La letra no reposa en la página:
memoria la levanta,
monumento de viento.
¿Y quién recuerda a la memoria,
quién la levanta, dónde se implanta?
Fuente de claridad, alumbramiento,
la memoria es raíz en la tiniebla.
Come tiniebla,
come olvido:
no lo que dices, lo que olvidas,
es lo que dices:
hoy es solsticio de invierno
en el mundo
hoy estás separado
en el mundo
hoy es el mundo
ánima en pena en el mundo.


Jules Etienne

sábado, 22 de diciembre de 2018

Día de los muertos: SOBRE LA MUERTE Y OTRAS SOLEDADES


"Desde mis ojos insomnes
mi muerte me está acechando,
me acecha, sí, me enamora
con su ojo lánguido."
José Gorostiza

Nada le es ajeno a la muerte. De entre todas las fases que conforman la vida, la muerte es la única certeza. Se le ha rendido culto desde las civilizaciones más antiguas y, por lo tanto, tampoco a la mexicana le resulta ajena. De hecho, ha encontrado un vasto campo de expresión y encuentra eco en todas sus tradiciones. La presencia de la muerte en la literatura es abundante y simbólica. Pedro Páramo, la breve y espléndida novela de Juan Rulfo, se erige en el punto de partida más apropiado, debido a que la acción transcurre entre personajes muertos:

- ¿Quieres hacerme creer que te mató el ahogo, Juan Preciado? Yo te encontré en la plaza, muy lejos de la casa de Donis, y junto a mí también estaba él, diciendo que te estabas haciendo el muerto. Entre los dos te arrastramos a la sombra del portal, ya bien tirante, acalambrado como mueren los que mueren muertos de miedo. De no haber habido aire para respirar esa noche de que hablas, nos hubieran faltado las fuerzas para llevarte y contimás para enterrarte. Y ya ves, te enterramos.

A lo que el personaje da respuesta con su propia explicación:

- Bueno, pues llegué a la plaza. Me recargué en un pilar de los portales. Vi que no había nadie, aunque seguía oyendo el murmullo como de mucha gente en día de mercado. Un rumor parejo, sin ton ni son, parecido al que hace el viento contra las ramas de un árbol en la noche, cuando no se ven ni el árbol ni las ramas, pero se oye el murmurar. Así. Ya no di un paso más. Comencé a sentir que se me acercaba y daba vueltas a mi alrededor aquel bisbiseo apretado como un enjambre, hasta que alcancé a distinguir unas palabras vacías de ruido: «Ruega a Dios por nosotros». Eso oí que me decían. Entonces se me heló el alma. Por eso es que ustedes me encontraron muerto.

También en Aura, de Carlos Fuentes, se establece ese juego en el que quienes deberían estar muertos interactúan con los vivos en el tiempo presente: "Habrás calculado: la señora Consuelo tendrá hoy ciento nueve años.. . cierras el folio. Cuarenta y nueve al morir su esposo." Una mujer centenaria que se manifiesta rejuvenecida en el cuerpo de la joven a quien presenta como su sobrina.
 
El párrafo con el que da principio la novela El luto humano, de José Revueltas, es como un presagio:

La muerte estaba ahí, blanca, en la silla con su rostro. El aire de campanas con fiebre, de penentrantes inyecciones, de alcohol quemado y arsénico, movíase como la llama de una vela con los golpes de aquella respiración última -y tan tierna, tan querida- que se oía. Que se oía: de un lado para otro, de uno a otro rincón, del mosquitero a las sábanas, del quinqué opaco a la vidriera gris, como un péndulo. La muerte estaba ahí en la silla.

Porque la muerte no es morir, sino lo anterior al morir, lo inmediatamente anterior, cuando aun no entra en el cuerpo, y está inmóvil y blanca, negra...

Pues toda la vida es acumulación de desprecios hasta que sobreviene el desprecio final, el gran desprecio que es la muerte.

Juan José Arreola también se merece un lugar preponderante gracias a su texto El amor como metáfora de la muerte: "El amor es un símbolo de ese regreso al seno terrenal, al seno de la gran madre. Por eso el amor viene a ser una metáfora de la muerte. Cuando amamos físicamente a una mujer, nos insertemos en la tierra. Incluso el espasmo amoroso, el orgasmo, tiene algo de agonía, del sentimiento de la muerte: es una muerte feliz. Quizá se podría decir que tememos a la muerte como tememos al amor absoluto."

Y también por el remate de su cuento Botella de Klein: "Tienes miedo en pie como falso suicida, jugando metafísico el peligroso juguete en tus manos, revólver de vidrio y vaso de veneno... Porque tienes miedo de beberte hasta el fondo, miedo de saber a qué sabe tu muerte , mientras te crece en la boca el sabor, la sal del dormido que reside en la tierra..."

El poeta Xavier Villaurrutia escribía que vivimos en una permanente Nostalgia de la muerte, en tanto que José Gorostiza prefería hablar de la Muerte sin fin. Podríamos resumirlo en una paráfrasis hurtada al entrañable Edmundo Valadés: La muerte siempre tendrá permiso.

El indispensable Octavio Paz se refiere a ambos poetas en El laberinto de la soledad:

Así, frente a la muerte hay dos actitudes: una, hacia adelante, que la concibe como creación; otra, de regreso, que se expresa como fascinación ante la nada o como nostalgia del limbo. Ningún poeta mexicano o hispanoamericano, con la excepción, acaso, de César Vallejo, se aproxima a la primera de estas dos concepciones. En cambio, dos poetas mexicanos, José Gorostiza y Xavier Villaurrutia, encarnan la segunda de estas dos direcciones. Si para Gorostiza la vida es "una muerte sin fin", un continuo despeñarse en la nada, para Villaurrutia la vida no es más que "nostalgia de la muerte".

La afortunada imagen que da título al libro de Villaurrutia, Nostalgia de la muerte, es algo más que un acierto verbal. Con él, su autor quiere señalarnos la significación última de la poesía. La muerte como nostalgia y no como fruto o fin de la vida, equivale a afirmar que no venimos de la vida sino de la muerte. Lo antiguo y original, la entraña materna, es la huesa y no la nariz. Esta aseveración corre el riesgo de parecer una vana paradoja o la reiteración de un viejo lugar común: todos somos polvos y vamos al polvo. Creo, pues, que el poeta desea encontrar en la muerte (que es, en efecto, nuestro origen) una revelación que la vida temporal no le ha dado: la de la verdadera vida.
 
Al morir
la aguja del instantero
recorrerá su cuadrante
todo cabrá en un instante
(...)
Y será posible acaso
vivir, después de haber muerto.

Regresar a la muerte original será volver a la vida de antes de la vida, a la vida de antes de la muerte: al limbo, a la entraña materna.
 
Por supuesto que la muerte es tema recurrente en la literatura mexicana, en todos sus géneros, desde la narrativa y la poesía hasta la solemne prosa del ensayo. Los autores citados en este texto son sólo unos cuantos, pero se les puede considerar entre los más representativos. Suficientes para concluir con el tema del día de los muertos, al que nos hemos referido durante estas últimas semanas.
 

Jules Etienne  

lunes, 26 de noviembre de 2018

Día de los muertos: LA MUERTE EN LA LITERATURA MEXICANA, de Monika Zrůstová


(Fragmentos relativos al día de los muertos)

Para un mexicano, lo antes que llegue la muerte, mejor. En este sentido suenan las canciones populares de "la vida no vale nada", "la vida nos ha curado de espantos".

La fascinación por la muerte se presenta mejor que nunca el 2 de noviembre de cada año. Este día se celebra el día de los difuntos y parte del hermetismo mexicano y de la fuerza con la que tratan de romperlo. Las fiestas van hacia la sustancia del hombre. Así que, si el mexicano se burla de la muerte, si la caricaturiza, es solamente una muestra de su indiferencia hacia la vida. El día de los difuntos, las calles se llenan con quioscos que venden calaveras, tumbas de chocolate, el pan en forma de huesos, se cantan canciones relacionadas con la muerte. En las escuelas se organizan competencias de quién logra transformar su salón en el mejor cementerio. Como si la muerte tuviera carácter nacional o como si fuera el orgullo nacional que puede ser deshonrado sin que, necesariamente, pierda su peculiaridad.
(...)
 
Juan Rulfo, al igual que Octavio Paz, entienden la muerte de la misma manera. Para ambos es algo omnipresente en la realidad mexicana. Es algo que no termina la vida del ser humano. Al contrario, puede convertirse en un principio de algo nuevo. Según Paz, los mexicanos deberían volver a sus raíces y entender el significado de la muerte tal como lo hacían sus antecesores, deberían renunciar a la tendencia que prevalece en las culturas occidentales. Y así, a través de la muerte empezar a dominar su propia vida. La vida que junto con la muerte forman parte del tiempo mítico. Del mismo tiempo mítico en el que coexisten los dos mundos de Juan Rulfo, el mundo de los vivos junto al mundo de los muertos.
 
 
Monika Zrůstová (República Checa).

sábado, 3 de noviembre de 2018

Día de muertos según Octavio Paz


"La muerte es un espejo que refleja
las vanas gesticulaciones de la vida."
Octavio Paz

A pesar de tanto tiempo transcurrido, ya que fue publicado por primera vez en 1950 -hace ya más de sesenta años-, El Laberinto de la Soledad sigue siendo una obra clave para conocer y descifrar las razones y formas de ser del mexicano. De su retrato del conjunto se desprende la radiografía de cada individuo. Y si bien, algunos de sus capítulos, como sería el caso del titulado El Pachuco y otros extremos, ya han sido superados por la evolución de la realidad, en el resto de la obra prevalecen observaciones aún vigentes. En esta fecha, las relativas a su tercer apartado: Todos Santos, Día de Muertos, resultan oportunas:

"El solitario mexicano ama las fiestas y las reuniones públicas. Todo es ocasión para reunirse. Cualquier pretexto es bueno para interrumpir la marcha del tiempo y celebrar con festejos y ceremonias hombres y acontecimientos. Somos un pueblo ritual." Más adelante prosigue respecto al mismo tema. "En ocasiones, es cierto, la alegría acaba mal: hay riñas injurias, balazos, cuchilladas. También eso forma parte de la fiesta. Porque el mexicano no se divierte: quiere sobrepasarse, saltar el muro de soledad que el resto del año lo incomunica. Todos están poesídos por la violencia y el frenesí." Continúa Paz: "Y porque no nos atrevemos, no podemos enfrentarnos con nuestro ser, recurrimos a la Fiesta. Ella nos lanza al vacío, embriaguez que se quema a sí misma, disparo en el aire, fuego de artificio."

En el plano histórico: "Para los antiguos mexicanos la oposición entre muerte y vida no era tan absoluta como para nosotros. La vida se prolongaba en la muerte. Y a la inversa. La muerte no era el fin natural de la vida, sino fase de un ciclo infinito." Y explica la transformación de la idea original: "El advenimiento del catolicismo modifica radicalmente esta situación. El sacrificio y la idea de salvación que antes eran colectivos, se vuelven personales", por eso, mientras que "para los antiguos aztecas lo esencial era asegurar la continuidad de la creación; el sacrificio no entrañaba la salvación ultraterrena, sino la salud cósmica; el mundo, y no el individuo, vivía gracias a la sangre y la muerte de los hombres. Para los cristianos, el individuo es lo que cuenta."

Llega un momento en que desborda el espíritu festivo y lo dedica a la muerte: "La muerte mexicana es el espejo de la vida de los mexicanos. Ante ambas el mexicano se cierra, las ignora", porque "el desprecio a la muerte no está reñido con el culto que le profesamos. Ella está presente en nuestras fiestas, en nuestros juegos, en nuestros amores y en nuestros pensamientos." La clave al respecto, la podemos encontrar en el siguiente párrafo: "Por otra parte, la muerte nos venga de la vida, la desnuda de todas sus vanidades y pretensiones y la convierte en lo que es: unos huesos mondos y una mueca espantable."

Respecto al día de los muertos: "Calaveras de azúcar o de papel de China, esqueletos coloridos de fuegos de artificio, nuestras representaciones populares son siempre burla de la vida, afirmación de la nadería e insignificancia de la humana existencia. Adornamos nuestras casas con cráneos, comemos el día de los Difuntos panes que fingen huesos y nos divierten canciones y chascarrillos en los que ríe la muerte pelona, pero toda esa fanfarrona familiaridad no nos dispensa de la pregunta que todos nos hacemos: ¿qué es la muerte? No hemos inventado una nueva respuesta. Y cada vez que nos la preguntamos, nos encogemos de hombros: ¿qué me importa la muerte, si no me importa la vida?"

No creo que exista otro ensayo en la historia de la literatura mexicana que haya sido tan leído como El Laberinto de la Soledad, a través de los años sigue siendo un texto de lectura obligatoria en las escuelas y tema de discusión entre quienes en algún momento intentan, si no desentrañar, al menos tratar de comprender esa compleja condición existencial que implica la mexicanidad.

Jules Etienne

viernes, 26 de octubre de 2018

OTOÑO, de Octavio Paz

"... toca su centro y lo suspende en luz que sonríe para nadie: ¡cuánta belleza suelta!"
 
En llamas, en otoños incendiados,
arde a veces mi corazón,
puro y solo. El viento lo despierta,
toca su centro y lo suspende
en luz que sonríe para nadie:
¡cuánta belleza suelta!

Busco unas manos,
una presencia, un cuerpo,
lo que rompe los muros
y hace nacer las formas embriagadas,
un roce, un son, un giro, un ala apenas;
busco dentro de mí,
huesos, violines intocados,
vértebras delicadas y sombrías,
labios que sueñan labios,
manos que sueñan pájaros...

Y algo que no sabe y dice nunca
cae del cielo,
de ti, mi Dios y mi adversario.
 
 
Octavio Paz (México, 1914-1998). Obtuvo el premio Nobel en 1990.

miércoles, 25 de julio de 2018

Solsticio: BLANCO, de Octavio Paz


(Fragmento que menciona "el eje de los solsticios")

caes de tu cuerpo a tu sombra no allá sino en mis ojos
en un caer inmóvil de cascada cielo y suelo se juntan
caes de tu sombra a tu nombre intocable horizonte
te precipitas en tus semejanzas yo soy tu lejanía
caes de tu nombre a tu cuerpo el más allá de la mirada
en un presente que no acaba las imaginaciones de la arena
caes en tu comienzo las disipadas fábulas del viento
derramada en mi cuerpo yo soy la estela de tus erosiones
tú te repartes como el lenguaje espacio dios descuartizado
tú me repartes en tus partes altar el pensamiento y el cuchillo
vientre teatro de la sangre eje de los solsticios
yedra arbórea lengua tizón de frescura el firmamento es macho y hembra
temblor de tierra de tu grupa testigos los testículos solares
lluvia de tus talones en mi espalda falo el pensar y vulva la palabra
ojo jaguar en espesura de pestañas espacio es cuerpo signo pensamiento
la hendidura encarnada en la maleza siempre dos sílabas enamoradas
los labios negros de la profetisa Adivinanza
entera en cada parte te repartes las espirales transfiguraciones
tu cuerpo son los cuerpos del instante es cuerpo el tiempo el mundo
visto tocado desvanecido pensamiento sin cuerpo el cuerpo imaginario

contemplada por mis oídos    Horizonte de música tendida
olida por mis ojos                   Puente colgante del color al aroma
acariciada por mi olfato          Olor desnudez en las manos del aire
oída por mi lengua                 Cántico de los sabores
comida por mi tacto               Festín de niebla
habitar tu nombre                  Despoblar tu cuerpo
caer en tu grito contigo         Casa del viento
 
La irrealidad de lo mirado
Da realidad a la mirada


Octavio Paz (México, 1914-1998). Obtuvo el premio Nobel en 1990.

La ilustración corresponde a la fotografía Mujer al viento (2006), de Alex Krivstov.