- Estamos a 30 de julio de 1816; no hace más que diecisiete meses que ha permane- cido preso.
- ¿No hace más? -repuso Dantés-. ¿Le parecen poco diecisiete meses? ¡Ah!, señor, ignora usted lo que son diecisiete meses de cárcel; diecisiete años, diecisiete siglos, sobre todo para un hombre como yo, que estaba próximo a ser feliz; para un hombre con vela abierta en una carrera honrosa, y que todo se lo pierde en aquel mismo instante, que del día más claro y hermoso pasa a la noche más profunda, que ve su carrera destruida, que no sabe si aún le ama la mujer que antes lo amaba, que ignora si su anciano padre está muerto o vivo. Diecisiete meses de cárcel para un hombre acostumbrado al aire del mar, a la independencia del marino, al espacio, a la inmensidad, a lo infinito; caballero, diecisiete meses de cárcel es el mayor castigo que pueden merecer los crímenes más horribles del vocabulario humano. Tenga compasión de mí, caballero, y pida para mí no indulgencia, sino rigor, no indulto sino justicia. Justicia, señor, yo no pido más que justicia. ¿Quién se la niega a un preso?
(...)
Esta visita había hecho revivir a Dantés. Desde su entrada en el calabozo se había olvidado de contar los días; pero el inspector le había dado una fecha nueva, y esta vez no la olvidó, sino que arrancando un pedazo de yeso de la pared escribió en el muro: 30 de julio de 1816. Desde ese momento señaló con una raya cada día que pasaba para poder calcular el tiempo.
Alexandre Dumas (Francia, 1802-1870).
La ilustración corresponde a una fotografía del legendario castillo de If,
en el que Dumas ubica los años en prisión de Edmundo Dantés.