Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

miércoles, 27 de octubre de 2021

Venecia: EL CIELO NO TIENE FAVORITOS, de Erich María Remarque


(Fragmento del capítulo XVI)

Clerfayt se sentó a su lado.

- ¿Cómo sabes todas esas cosas?

- Es sólo un decir. Son verdades a medias..., como todo lo que se dice.

- ¿También el amor?

- ¿Qué relación existe entre el amor y la verdad?

- Ninguna. Cada una es antípoda de la otra.

- No -negó Lillian, y se puso de pie-. La antípoda del amor es la muerte... El amor es el hechizo que nos permite olvidar la muerte por un breve lapso. Por esta razón, todo el que sabe algo de la muerte sabe también algo del amor.

Se puso el vestido y prosiguió:

- Ésta es otra verdad a medias. ¿Quién puede jactarse de saber qué es la muerte?
- Nadie... Se sabe solamente que es lo contrario de la vida, no del amor, y esto también es dudoso.

Lillian rió. Clerfayt volvía a ser el mismo de siempre.

- ¿Sabes lo que quisiera? —le preguntó—. Vivir diez vidas al mismo tiempo.

Clerfayt deslizó las manos por los delicados pliegues del vestido de su amada.

- ¿Para qué? Siempre sería una sola vida, Lillian, así como el ajedrecista que juega contra diez adversarios diferentes juega en realidad un solo juego: el suyo.

- Ya lo he descubierto.

- ¿En Venecia?

- Sí, peró no como tú crees.

Estaban junto a la ventana. Sobre la Conciergerie se cernía un pálido crepúsculo.


Erich María Remarque
(Alemán nacionalizado estadounidense y fallecido en Suiza, 1898-1970).

lunes, 25 de octubre de 2021

Venecia: RETRATO DE ELMER, de William Faulkner

"... lejos de Venecia, del calabozo del Palazzo Ducale..."

(Fragmento del primer capítulo)

Ahora que ya están lejos de Venecia, del calabozo del Palazzo Ducale, no lamenta su encarcelamiento, pues tales cosas -la vida a lo vivo- son las que hacen al artista. Pero lamenta haber estado en la cárcel con Angelo, y a veces se sorprende a sí mismo lamentando con ingratitud que -sabe- jamás será capaz de albergar Angelo, que Angelo haya logrado salir de ella. Y entonces, esperanzadora, súbitamente piensa de nuevo con secreta vergüenza: Quizás, después de todo, sería lo mejor,

Myrtle sabrá como deshacerse de Angelo; y de lo que no hay duda es de que la seño- ra Monson sabrá de sobra como hacerlo.

La voz de Angelo concluye un suave período en su discurso. Pero ahora Elmer ni siquiera se pregunta qué es lo que está diciendo Angelo; vuelve a contemplar más allá del amasijo de frágiles mesas y de las apretadas hileras de cabezas y hombros, que beben a dos sexos y a cinco lenguas, la al parecer interminable multitud que por allí transita, y mira a las jovencitas blancas y suaves y cautelosas y estúpidas, de turbadores cuerpos que él debe suponer virginales, preguntándose por qué ciertas chicas le eligen a uno y otras no. Hubo un tiempo en que creyó que uno puede seducirlas; ahora no está tan seguro. Ahora cree que son ellas las que le eligen a uno cuando coincide que se encuentran en el estado de ánimo adecuado y coincide que uno se halla a mano. Pero sin duda se supone que uno aprende de la experiencia (en el sentido de infelicidades reales que uno padece comparadas con infelicidades posibles que no le alcanzan), si no el modo de alcanzar lo que desea, al menos la razón por la cual no lo ha alcanzado. Pero ¿quién quiere experiencia cuando puede obtener cualquier tipo de sucedáneo? Al diablo con la experiencia, piensa Elmer, ya que toda realidad es insoportable. Y quiero loque pienso que quiero cuando pienso que lo quiero, al igual que todos los hombres. No una fórmula para el estoicismo, un antídoto contra los deseos frustrados. El otoño y el crepúsculo ascienden gravemente en Montparnasse.

Angelo, abstraído y locuaz, sin turbación alguna, continúa hablando mientras sostiene con cuidado en una mano su bebida oscura y poco densa.

Lleva el pelo peinado hacia atrás, liso y lustroso; la cara afeitada y azul, como la de un pirata. A ambos lados de la nariz breve y respingona, sus ojos, separados y marrones, son enternecedores y tristes como los de un perro de raza óptima. Su traje, después de seis semanas, está razonablemente pulcro y nuevo, al igual que los zapatos con remate de paño, y sigue conservando su bastón. Es uno de esos bastones delgados y nudosos de bambú que se conservan palpable y positivamente nuevos hasta el momento de su pérdida o de la muerte de su dueño, pero el traje, salvo por el hecho de que Angelo aún no ha dormido con él puesto, es idéntico al que desechó en Venecia a instancias de Elmer. Es un mosaico de cuadros grises y castaños, que parece hallarse en un estado de constante y benigna explosión por todo Angelo, al cual despoja de toda forma, y que está dotado de los suficientes botones de ámbar como para convertir en un ser a prueba de balas a su dueño, salvo en caso de que se disparase contra él a quemarropa.

Angelo sigue formando sus períodos verbales, delicada y plenamente absorto, y manosea cuidadosamente su bebida violácea. No se ha limpiado las uñas de las manos desde que dejaron Venecia.

William Faulkner
(Estadounidense, 1897-1962). Obtuvo el premio Nobel en 1949.

La ilustración corresponde a una celda de la Prisión de los Plomos en el Palcio Ducal de Venecia.

sábado, 23 de octubre de 2021

Venecia: HERMOSOS Y MALDITOS, de F. Scott Fitzgerald

"Las ilusiones románticas podrían volver a posarse en ella: el hechizo romántico de los azules canales de Venecia."

(Fragmento del libro tercero, capítulo III: ¡Da lo mismo!)

Italia; un veredicto favorable significaba Italia. Aquella palabra se había convertido para él en una especie de talismán, en un lugar donde sería posible desprenderse de las intolerables ansiedades de la existencia como si se tratara de un traje viejo. Irían primero a los balnearios y entre multitudes alegres y llenas de colorido olvidarían las grises secuelas de la desesperación. Maravillosamente renovado, Anthony pasearía de nuevo por la Piazza di Spagna al atardecer, entre aquella muchedumbre a la deriva de mujeres morenas, mendigos harapientos y austeros frailes descalzos. El recuerdo de las mujeres italianas le produjo una suave exaltación; cuando su bolsa estuviera otra vez llena, incluso las ilusiones románticas podrían volver a posarse en ella: el hechizo romántico de los azules canales de Venecia, de las doradas colinas verdeantes de Fiésole después de la lluvia, y de las mujeres, mujeres que cambiaban, se disolvían y mezclaban con otras mujeres hasta alejarse de su vida, pero sin perder jamás ni juventud ni belleza.

Francis Scott Fitzgerald (Estados Unidos, 1896-1940).

(Traducido al español por José Luis López Muñoz).
La ilustración corresponde a Melodía veneciana, de Eugene von  Blaas (1910).

viernes, 22 de octubre de 2021

Venecia: EL CORSET MISTERIO, de André Breton


Mis bellas lectoras

a fuerza de ver de todos los colores
mapas espléndidos, con efectos luminosos, Venecia

Antaño los muebles de mi habitación estaban clavados
sólidamente a las paredes y yo me hacía atar para escribir:
Tengo el pie marino

nos adherimos a una especie de Touring Club
sentimental

UN CASTILLO EN LUGAR DE LA CABEZA
es también el Bazar de la Caridad
Juegos muy divertidos para todas las edades;
Juegos poéticos, etc.

Yo tengo a París como -para develar a ustedes el porvenir-
su mano abierta

el talle bien sujeto



André Breton (Francia, 1896-1966).

(Traducido del francés por Jules Etienne).

sábado, 2 de octubre de 2021

Venecia: QUÉDATE QUIETO. LOS JARDINES COLGANTES ERAN UN SUEÑO..., de Trumbull Stickney

"El glorioso cabello de Venecia era un rayo hecho por la vista de Tiziano."

Quédate quieto. Los Jardines Colgantes eran un sueño
que sobre rosas persas voló a besar
las pestañas rizadas de Semiramís.
Troya nunca lo fue, ni tampoco la verde corriente del Escamandro.
Provenza y Trovador son meras mentiras.
El glorioso cabello de Venecia era un rayo
hecho por la vista de Tiziano. Los atardeceres se parecen
el mundo es muy viejo y nada lo es. Tu locura no puedes despertar,
ni tus lágrimas abren tus soldados párpados,
pero repiquetean en las tinieblas de tu corazón.
Tu cerebro está plagado. Eres un búho
ciego con la luz de la vida, pero no la abandonas,
y el Error ama y nutre tu alma.

Trumbull Stickney
(Estadounidense nacido en Suiza, 1874-1904).

(Traducido del inglés por Jules Etienne).

viernes, 1 de octubre de 2021

Venecia: ANDREAS, de Hugo von Hofmannsthal

"... viajará a Venecia sobre todo porque allí la gente suele andar siempre con máscaras."
 
(Fragmento del capítulo Las aventuras de herr von N's en Venecia)
 
Andreas (si es que se decide a ir hasta el fondo) viajará a Venecia sobre todo porque allí la gente suele andar siempre con máscaras. Después de su aventura en el campo con la arrogante condesa, quien lo trató como a un lacayo, la idea, mitad sueño, que paulatinamente ha ido tomando forma en su mente es la de que esa misma aventura habría sido gloriosa si él hubiese ido enmascarado. De manera general, ahora está obsesionado por la diferencia entre ser y parecer -por ejemplo, cuando advierte montones de heno que en apariencia lucen como campesinas con sombreros o como si fueran unos monjes, lo cual le provoca una sensación misteriosa y solemne, cuando en realidad no son más que cosas sin sentido.

Hugo von Hofmansthal (Austria, 1874-1929).