"Una vez más estás vivo. Y con la copa en la mano esperas amanecer."
El último día
del año
no es el último
día del tiempo.
Otros días
vendrán
y nuevos muslos
y vientres te comunicarán
el calor de la
vida.
Besarás bocas,
rasgarás papeles,
harás viajes y
tantas celebraciones
de aniversario,
graduación, promoción,
gloria, dulce
muerte con sinfonía y coral,
que el tiempo
quedará repleto y no oirás el clamor,
los irreparables
aullidos
del lobo en la
soledad.
El último día
del tiempo
no es el último
día de todo.
Queda siempre
una franja de vida
donde se sientan
dos hombres.
Un hombre y su
contrario,
una mujer y su
pie,
un cuerpo y su
memoria,
un ojo y su
brillo,
una voz y su
eco,
y quien sabe si
hasta Dios...
Recibe con
simplicidad
este presente
del acaso.
Mereciste vivir
un año más.
Desearías vivir
siempre y agotar
la borra de los
siglos.
Tu padre murió,
tu abuelo también.
En ti mismo
mucha cosa ya expiró,
otras acechan la
muerte,
pero estás vivo.
Una vez más estás vivo.
Y con la copa en
la mano
esperas
amanecer.
El recurso de
embriagarse.
El recurso de la
danza y del grito,
el recurso de la
pelota de colores,
el recurso de
Kant y de la poesía,
todos ellos...y
ninguno resuelve nada.
Surge la mañana
de un nuevo año.
Las cosas están
limpias, ordenadas.
El cuerpo gastado
se renueva en espuma.
Todos los
sentidos alertas funcionan.
La boca está
comiendo vida.
La boca está
atascada de vida.
La vida escurre
de la boca,
mancha las
manos, la vereda.
La vida es
gorda, oleosa, mortal, subrepticia.
Carlos Drummond de Andrade (Brasil, 1902-1987).