Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

domingo, 31 de enero de 2021

Enero: GACELA DEL RECUERDO DEL AMOR, de Federico García Lorca

"... Algunas veces el viento es un tulipán de miedo, es un tulipán enfermo, la madrugada de invierno."

No te lleves tu recuerdo.
Déjalo solo en mi pecho,

temblor de blanco cerezo
en el martirio de enero.

Me separa de los muertos
un muro de malos sueños.

Doy pena de lirio fresco
para un corazón de yeso.

Toda la noche en el huerto
mis ojos, como dos perros.

Toda la noche, corriendo
los membrillos de veneno.

Algunas veces el viento
es un tulipán de miedo,

es un tulipán enfermo,
la madrugada de invierno.

Un muro de malos sueños
me separa de los muertos.

La niebla cubre en silencio
el valle gris de tu cuerpo.

Por el arco del encuentro
la cicuta está creciendo.

Pero deja tu recuerdo
déjalo solo en mi pecho.


Federico García Lorca (España, 1898-1936). 

sábado, 30 de enero de 2021

Enero: CALLE MAYOR, de Sinclair Lewis


(Fragmento del capítulo XVII)

Una noche de enero con luna fueron veinte amigos de excursión en trineo a las casitas de verano junto al lago. Cantaron País de juguete y Llevando a Nelly a casa; saltaban del trineo para echar carreras en la nieve y cuando se cansaban volvían a montar. Los caballos arrancaban con sus cascos una lluvia de pedacitos de hielo que caía sobre los viajeros, metiéndoseles por el cuello, y ellos gritaban, reían y se golpeaban el pecho con sus manos enfundadas en mitones de cuero. Los arneses se entrechocaban y los cascabeles producían un ruido infernal. El perro setter de Jack Eider saltaba delante de los caballos, ladrando furiosamente.

Carol corrió por la nieve como todos. El frío le infundía una energía ficticia. Se sentía capaz de correr durante toda la noche y de dar saltos de veinte pies. Pero tanto exceso de energía llegó a fatigarla, y se refugió en el trineo, abrigándose con unas mantas.

A lo largo del camino, las ramas de los robles dibujaban trazos negros sobre la nieve. Dejaron el camino para deslizarse sobre la superficie helada del lago Minniemashie. Los granjeros habían abierto un verdadero tajo sobre el hielo. La luna iluminaba toda la extensión del lago. Hacía resaltar la blancura de la nieve y convertía los árboles de la orilla en cristales de fuego. La noche era tropical y voluptuosa. En aquella atmósfera mágica no había diferencia entre el calor intenso y el frío penetrante.

Carol estaba absorta en sus sueños. Las voces tumultuosas, incluso la de Guy, que estaba a su lado, no significaban nada para ella. Decía versos mentalmente y las palabras y la luz se confundían, llenándola de una inmensa y vaga felicidad, anuncio de que una gran cosa iba a sucederle. Se recogió en sí misma, huyendo del vocerío, y rindió culto a los dioses impenetrables. La noche se expandía, Carol tenía conciencia del universo y todos los misterios se le rendían sumisos.

La sacaron de su éxtasis los vaivenes del trineo al entrar en el camino escarpado que conducía a la loma donde estaban los hotelitos.

Sinclair Lewis

(Estadounidense fallecido en Italia, 1885-1951). Obtuvo el premio Nobel en 1930.

viernes, 29 de enero de 2021

Enero: ESTIGMA (del poemario Mitología del olvido)

"... sólo queda la cicatriz en el cielo 
de una vieja luna de enero."

Recuerdo con precisión el verde pálido
de los ojos de mi padre,
el olor de Miramar en mi infancia
que se me quedó impregnado en el olfato
como alga sobre la piedra,
la piel tersa de una amante pasajera
guardada entre los escombros de la memoria.
Despedidas que rasgaron la tarde
tercos pasajes de la vida que asoman
disfrazados de nubes o de flores
mientras camino a ninguna parte:
la promesa de aquellas canciones
con las que soñábamos estar enamorados
y los labios que se esfumaron una madrugada
despojándome de tantos besos.
Porque su brillo se desvanece
sólo queda la cicatriz en el cielo
de una vieja luna de enero.
Nunca se regresa del amor perdido.
 
Jules Etienne

jueves, 28 de enero de 2021

Enero: PADRES E HIJOS, de Iván Turguéniev

"Aquel día de enero tocaba ya a su fin; el frío vespertino comprimia más aún el aire inmóvil..."

(Fragmento del capítulo 28)

Pasaron seis meses. Vino el blanco invierno, con sus crueles y silenciosas heladas sin nubes, sus densas y crujientes nevadas, sus rosadas escarchas en los árboles, su cielo de pálida esmeralda, sus gorros de humo sobre la chimenea, sus tufaradas de vapor saliendo de las puertas un momento entornadas, los frescos rostros literalmente mordidos de la gente y el desalado correr de los entumecidos caballos. Aquel día de enero tocaba ya a su fin; el frío vespertino comprimía más aún el aire inmóvil y rápidamente apagaba el crepúsculo color de sangre. En las ventanas de la casa de Marino se encendieron las luces. Prokofich, de frac negro y guantes blancos, con particular solemnidad, puso la mesa con ocho cubiertos. Una semana antes, en la reducida iglesia parroquial, sin ostentación y casi sin testigos, se habían celebrado dos bodas: la de Arkadii con Katia y la de Nicolai Petrovich con Zenichka; y aquel mismo día dio Nikolai Petrovich una comida de despedida a su hermano que marchaba a Moscú a resolver unos asuntos. Anna Serguieyevna partió inmediata- mente después de la boda, colmando de regalos a los novios.


Iván Turguéniev (Ruso fallecido en Francia, 1818-1883).

miércoles, 27 de enero de 2021

Enero: LA MUSA VENAL, de Charles Baudelaire


Tú que amas los palacios, oh musa de mi vida,
¿Tendrás, cuando el Bóreas*, sea el dueño de Enero,
Mientras cae la nieve en tediosas veladas,
Para caldear tus pies violáceos, un tizón?

¿Reanimarás acaso tus espaldas marmóreas
En los nocturnos rayos que filtran los postigos?
¿Socorrerás tu bolsa y tu garganta exangües
Con el oro que esplende en la bóveda azul?

Debes, para ganar tu pan de cada noche,
Agitar como niño de coro el incensario
Y salmodiar Te Deums en los que apenas crees,

Reiterando tus gracias, como hambriento payaso
Y tu risa velada por lágrimas secretas,
Para ver cómo estalla la vulgar carcajada.


Charles Baudelaire (Francia, 1821-1867)

* Dios que personificaba el viento del Norte en la mitología griega.

(Traducido al español por Antonio Martínez Sarrión)

martes, 26 de enero de 2021

Enero: NO SOY UNA LUZ, de Franz Kafka


 ... Por añadidura, desde hace una semana duermo como si estuviera de guardia; me despierto sobresaltado a cada instante. Los dolores de cabeza se han convertido ya en un fenómeno regular y otros nerviosismos menores y cambiantes tampoco dejan de actuar sobre mí. En resumidas cuentas: dejo de escribir por entero y me dedicaré a descansar de momento durante una semana, pero en realidad quizás llegue a hacerlo más tiempo. Ayer por la noche ya dejé de escribir, y de inmediato he gozado de un sueño incomparablemente mejor.

Carta a Felice. Praga, domingo 26 de enero de 1913.


Franz Kafka (Escritor checo en lengua alemana, 1883-1924).

lunes, 25 de enero de 2021

Enero: NO TE QUIERO SINO PORQUE TE QUIERO..., de Pablo Neruda

"Tal vez consumirá la luz de enero, su rayo cruel, mi corazón entero..." *

No te quiero sino porque te quiero
y de quererte a no quererte llego
y de esperarte cuando no te espero
pasa mi corazón del frío al fuego.

Te quiero sólo porque a ti te quiero,
te odio sin fin, y odiándote te ruego,
y la medida de mi amor viajero
es no verte y amarte como un ciego.

Tal vez consumirá la luz de enero,
su rayo cruel, mi corazón entero,
robándome la llave del sosiego.

En esta historia sólo yo me muero
y moriré de amor porque te quiero,
porque te quiero, amor, a sangre y fuego.


Pablo Neruda: Ricardo Eliecer Neftalí Reyes Basoalto (Chile, 1904-1973).
Obtuvo el premio Nobel en 1971.
 
* La ilustración corresponde a la luz de enero en el hemisferio boreal aunque el poema se refiere al verano austral.

domingo, 24 de enero de 2021

Enero: HOY HUBIERA PREFERIDO NO ENCONTRARME A MÍ MISMA, de Herta Müller

"Hay muchachas que parecen flores y ángeles..."

(Fragmento)

La instrucción duró todo enero. La madre de Paul decía que preferiría sacar toda la nieve de la gran montaña de allí fuera, que aprender ese lenguaje. Su marido desistió.

Tres días más tarde se supo en la fábrica que me había mudado al apartamento de Paul en la torre de pisos inclinada, aunque Paul no se lo había contado a nadie. Con la misma rapidez lo supo su madre. Con una letra vacilante y muchos errores le escribió a su hijo una carta que empezaba como sigue:

Luz de mis ojos, vida mía.

Luego decía: Hay muchachas que parecen flores y ángeles. Pero tú, hijo mío, te has puesto un pañuelo con el que todos ya se han enjugado. Esa mujer no te quiere a ti ni a su país. Envenenará tu corazón. Que no traspase el umbral de mi casa. Estás tirando tu vida a la basura. Te lo ruego, hijo mío, termina con ella.

Debajo de los besos no ponía: Tu madre, sino que había una firma alambicada y muy estudiada, como si fuera la de una mujer culta. Paul estaba seguro de que alguien le había dictado la carta. Las palabras de cariño le resultaban tan conocidas como la letra.

Herta Müller (Rumana nacionalizada alemana, 1953).
Obtuvo el premio Nobel en 2009.

(Traducido al español por Juan José del Solar).

sábado, 23 de enero de 2021

Enero: NO SÉ SI ESPERO, AMOR, NI SI TE ESPERO..., de Julia Prilutsky


No sé si espero, amor, ni si te espero
pero de pronto estás, inesperado,
con tu visaje cruel y desolado
en este abrazo cálido de enero.

Reconozco tus ojos de viajero,
tu inseguro silencio, tu llamado,
tus labios sin mañana y sin pasado:
eres el rostro del dolor primero.

Vuelvo a mirarte aún. Y eres el mismo
milagro de ternura y egoísmo,
triste y feliz, eterno y pasajero,

burlón, desesperado, inquieto, firme.
Cómo quedarme, amor, y cómo irme,
cómo estar sin estar. Ya no te quiero.


Julia Prilutsky (Nacida en Ucrania nacionalizada argentina, 1912-2002)

viernes, 22 de enero de 2021

Enero: LOS HOMBRES QUE NO AMABAN A LAS MUJERES, de Stieg Larsson

"Sobre las nueve, un coche cruzó el puente y desapareció con dirección a la punta de la isla."

(Fragmento del capítulo 8)

Cada media hora se oía el tañido breve y apagado de la iglesia. Las ventanas de la casa de Gunnar Nilsson, al otro lado del camino, estaban iluminadas pero no se veía a nadie. En la casa de Harald Vanger reinaba la oscuridad. Sobre las nueve, un coche cruzó el puente y desapareció con dirección a la punta de la isla. A medianoche la iluminación de la fachada de la iglesia se apagó. Ésa era, al parecer, toda la vida nocturna existente en Hedeby un viernes por la noche del mes de enero. Un silencio sepulcral.

Stieg Larsson (Suecia, 1954-2004).

jueves, 21 de enero de 2021

Enero: NO ME LLAMES CARIÑO, de Isabel Franc

"Se apagaron las luces festivas, desaparecieron los abetos angalanados..." 

(Fragmento)

- No -respondió con sequedad-. Quiero que controlen todos sus movimientos. Es posible que la asesina quiera ponerse en contacto con ella.

En un interrogatorio posterior, la juez decretó su ingreso en prisión. Tras un breve tiempo en Wad-Ras, fue trasladada al centro penitenciario de Picassent, en Valencia, en prisión preventiva hasta la celebración del juicio. Los primeros meses del año trajeron un período de calma que llegó a resultar angustiante. Pasaban los días y la asesina no actuaba, no llamaba, no daba señales, ni de vida ni de muerte. Todo había vuelto a su ritmo habitual. Se apagaron las luces festivas, desaparecieron los abetos engalanados y aquella falsa exposición de felicidad anual se disipó para dar paso al histerismo de las rebajas y los regímenes depurativos y de adelgazamiento. Las clases de catalán se reinciaron el día 14 de enero y las investigaciones proseguían, aunque inmersas en una intensa espera. Volvieron las largas y entrañables conversaciones con Carol Choy y los encuentros furtivos con Helena Mayoral. Carol no sólo le ofrecía su colaboración en el caso, el anáñisis de las circunstancias, el estudio de esa personaje escurridiza y amorfa a la que estaban buscando. Lo que Caro le daba era, por encima de todo, cobijo, apoyo, una amistad que le resultaba necesaria y unos sabrosísimos menús vegetarianos a los que García acabó por aficionarse aunque siempre renegara.

Isabel Franc (España. 1955).

miércoles, 20 de enero de 2021

Enero: EL PRECIO DE LA SAL, de Patricia Highsmith

         "La mujer que a la luz de una cerilla miraba ansiosamente los nombres grabados en una puerta oscura..."


 (Fragmento del capítulo 12)

Enero.

Aquel enero hubo de todo. Y hubo algo casi sólido, como una puerta. El frío encerraba la ciudad en una cápsula gris. Enero era todos aquellos momentos, y también era todo un año. Enero dejaba caer los momentos y los congelaba en su memoria: la mujer que a la luz de una cerilla miraba ansiosamente los nombres grabados en una puerta oscura, el hombre que garabateó un mensaje y se lo tendió a su amigo antes de irse juntos por la acera, el hombre que corrió toda una manzana para alcanzar por fin el autobús. Cualquier acto humano parecía desvelar algo mágico. Enero era un mes de dos caras, campanilleando como los cascabeles de un bufón, crujiendo como una capa de nieve, puro como los comienzos y sombrío como un viejo, misteriosamente familiar y desconocido al mismo tiempo, como una palabra que uno está a punto de definir, pero no puede.


Patricia Highsmith (Estadounidense fallecida en Suiza, 1921-1995).

martes, 19 de enero de 2021

Año nuevo: Brindis de Patricia Highsmith para recibir 1947


Brindo por todos los demonios, por las lujurias, pasiones, avaricias, envidias, amores, odios, extraños deseos, enemigos reales e irreales, por el ejército de recuerdos contra el que lucho: que no me den descanso.

Patricia Highsmith (Estadunidense fallecida en Suiza, 1921-1995).

Hoy 19 de enero, se cumple un centenario de su natalicio.

lunes, 18 de enero de 2021

La tristeza del tercer lunes de enero


Hoy es lo que se ha dado en llamar el lunes triste (Blue Monday), es decir, el día más depresivo del  año. Con ese motivo, en algún enero anterior escribí un texto titulado Propósitos y despropósitos del año nuevo, y en el mismo explicaba: Si bien es una designación por demás discutible, gracias a una fórmula desarrollada por el sicólogo Cliff Arnall, profesor de la Universidad de Cardiff, en el año 2005, en la que mediante una ecuación matemática que incluye media docena de elementos: el clima, las deudas, el lapso transcurrido después de los festejos navideños, el índice de motivación, la sensación de que ha llegado el momento de tomar decisiones y -lo que a mí me parece más simbólico-, el tiempo de confrontar lo que se suele denominar propósitos de año nuevo y que, a estas alturas, ya empezaron a ceder ante la realidad de las costumbres y vicios propios.

Valdría la pena acotar el hecho de que mientras aquí vivimos el invierno boreal, al sur del Ecuador se encuentran en pleno verano, de manera que el factor climatológico, el cual también influye según indica el profesor Arnall, allá no procedería, aunque al igual que nosotros también hayan brindado por el paso del año concluido hacia el que comienza.
 
En El mono epigramático dedicado, como su título sugiere, a reunir mis epigramas, se encuentra uno al que he titulado Augurio:

La cuenta regresiva ha empezado
el último día se sabrá con rigor
si experiencia hemos logrado,
y vivimos otro año mejor.

Considero que la clave de todo radica en la experiencia. Si cada año logramos acumularla, en lugar de envejecer nos iremos haciendo más expertos en el complicado oficio de vivir. "El arte de envejecer es el arte de conservar alguna esperanza", escribió André Maurois en su novela Climas. El problema es que no siempre existe la disposición de aprender, incorporar lo vivido para modificar conductas, asumir los errores cometidos pero emprender de nuevo el camino procurando que no se repitan. Decía Aldous Huxley en el memorable prólogo de su novela Un mundo feliz (A Brave New World), al referirse al remordimiento crónico como el más indeseable de los sentimientos. "Revolcarse en el fango no es la mejor manera de limpiarse".

Por alguna extraña razón, parecería que forma parte de la condición humana el rechazo a la experiencia. Sobre todo si es ajena. Se nos podrá advertir lo que sucede si hacemos o dejamos de hacer esto o aquello. No importa, necesitamos experimentarlo en carne propia para comprenderlo. Hacemos más difícil el trayecto, en lugar de transitar por la vía más corta o por el lado sombreado de la vereda.

Karen Blixen, la escritora danesa que firmó su obra con el seudónimo literario de Isak Dinesen -y cuya prosa es definida por Vargas Llosa como "una anomalía genial"-, lo ha dicho, por supuesto, mucho mejor que yo. En su relato titulado El mono, que fue publicado en el volumen Siete cuentos góticos, la tía Cathinka le pregunta al pequeño Boris: "¿Qué es lo que cuesta mucho conseguir, se ofrece por nada y casi siempre se rechaza?" El niño escuchaba atento lo que la anciana tenía que decirle: "Experiencia, la experiencia de los viejos". Dicho lo anterior, le ofrece una reflexión acerca de los hijos de Adán y Eva, "si hubiesen estado preparados para hacer uso de la experiencia de sus padres, el mundo se habría comportado sensiblemente mejor desde hace seis mil años".

Jules Etienne

domingo, 17 de enero de 2021

Año nuevo: NUDO DE VÍBORAS, de François Mauriac

"... ya era un hombre, un hombre fuerte, y por eso no le interesaban ni los heridos ni los muertos."

(Fragmento del capítulo diez)

¡Pobre Isa! No temas que te devuelva la pelota. Jamás te he interesado; jamás te preocupaste de mí; pero durante aquella época menos que en ninguna. Nunca presentiste ese acrecentamiento de angustia que se producía en mí a medida que se sucedían las campañas de invierno. El padre de Lucas había sido movilizado en un ministerio; el niño estaba con nosotros, no solamente las vacaciones de verano, sino el día de Año Nuevo y por Pascua. Le entusiasmaba la guerra. Tenía miedo de que terminase antes de que cumpliera los dieciocho años. El, que nunca había abierto un libro en otras ocasiones, devoraba las obras especializadas y consultaba los mapas. Su cuerpo se desarrollaba metódicamente. A los dieciséis años ya era un hombre, un hombre fuerte, y por eso no le interesaban ni los heridos ni los muertos. De los horribles relatos que yo le obligaba a leer con respecto a la vida en las trincheras, deducía el espectáculo de un deporte terrible y magnífico al cual no siempre se tenía el derecho de jugar: era necesario apresurarse. ¡Oh! Tenía miedo de llegar tarde. Tenía ya en el bolsillo la autorización del imbécil de su padre. Y yo, a medida que se acercaba el fatal aniversario del 18 de enero, seguía estremecido la carrera del viejo Clemenceau, la acechaba, como aquellos padres de los presos que aguardaban la caída de Robespierre antes de que sus hijos fueran llevados a juicio.


François Mauriac (Francia, 1885-1970).
Obtuvo el premio Nobel en 1952,

sábado, 16 de enero de 2021

Año nuevo: UN ARTISTA DEL MUNDO FLOTANTE, de Kazuo Ishiguro

"Encendí el brasero del recibidor..."
 
(Fragmento)

Cuando la otra noche la señora Kawakami me contó que una empresa le ofrecía una buena cantidad de dinero por su local, ya hacía tiempo que había supuesto que, tarde o temprano, la mujer tendría que cerrar e irse a otro sitio.

- No sé qué hacer -me dijo-. Después de tanto tiempo sería para mí tremendo tener que irme. Anoche no pude dormir pensándolo y, una vez más, me dije: ahora que Shintaro-san ya no viene, el único cliente que me queda es Sensei. De verdad, no sé qué hacer.

Y es cierto, ahora soy yo el único cliente que le queda. Desde el invierno pasado, Shintaro no ha vuelto a aparecer por el bar de la señora Kawakami. Seguramente, por no encontrarse conmigo. Y todo por un incidente, en el que la señora Kawakami no tuvo nada que ver, pero cuyas consecuencias la han perjudicado.

El año pasado, una noche de invierno de las muchas en que solíamos tomar una copa juntos, Shintaro me comentó lo ansioso que estaba por conseguir un puesto de profesor en uno de los nuevos institutos. Me confesó incluso que ya había enviado varias solicitudes. Evidentemente, Shintaro ya no era discípulo mío desde hacía años y no había razón alguna para que no pudiese hacer las gestiones necesarias sin consultarme. Además, yo era consciente de que en aquel momento había otras personas que podían serle más útiles que yo. Y sin embargo reconozco que me sorprendió que no hubiese recurrido a mí para nada, ni siquiera para formular las solicitudes. Un día de invierno, poco después de Año Nuevo, Shintaro se presentó en mi casa y, entre risas, me dijo nervioso en la entrada: «Sensei, sé que es una impertinencia venir así a su casa.» El gesto me produjo algún alivio. En cierto modo, era como si nuestra relación volviese a cobrar su carácter familiar. Encendí el brasero del recibidor y nos sentamos al lado para calentarnos las manos. Al ver que Shintaro tenía en el impermeable algunos copos de nieve que ya empezaban a derretirse, le dije:

- ¿Ha empezado otra vez a nevar?

- Un poco, comparado con esta mañana.

- Lamento que la habitación esté tan fría. Me temo que es la más fría de la casa.

- No se preocupe, Sensei. En mi casa hace mucho más frío -sonrió contento y se frotó las manos encima de las brasas-. Le agradezco que me reciba usted de este modo. Siempre ha sido usted muy amable conmigo. Si empezase a recordar todo lo que ha hecho por mí…
   
Kazuo Ishiguro (Japonés nacionalizado inglés, 1954).
Obtuvo el premio Nobel en 2017.

viernes, 15 de enero de 2021

Año nuevo: DEMASIADA FELICIDAD, de Alice Munro

"Porque hemos estado en un cementerio el primer día de año nuevo."

(Fragmento)

El primer día de enero del año 1891 una mujer menuda y un hombre corpulento andan por el Viejo cementerio de Génova. Los dos rondan los cuarenta años. La mujer tiene la cabeza grande, como un niño, con una mata de pelo oscuro y rizado y una expresión preocupada, un poco suplicante. Su rostro empieza a parecer ajado. El hombre es inmenso. Pesa ciento veinticinco kilos, repartidos en un cuerpo enorme; como es ruso a menudo los llaman oso, y también cosaco. En estos momentos está agachado sobre unas lápidas, escribiendo en un cuaderno, recopilando inscripciones y tratando de descifrar abreviaturas que no comprende de inmediato, a pesar de hablar ruso, francés inglés e italiano y comprende el latín clásico y medieval. Sus conocimientos son tan dilatados como su físico, y aunque su especialidad es el derecho administrativo, es capaz de disertar sobre el desarrollo de las instituciones políticas contemporáneas de Estados Unidos, las peculiaridades de la sociedad en Rusia y en Occidente y las leyes y costumbres de los imperios antiguos. Pero no es un pedante. Es ocurrente y goza de muchas simpatías, se siente a sus anchas en ambientes muy distintos y puede llevar una vida sumamente cómoda gracias a sus propiedades cerca de Jarkov. Sin embargo, tiene prohibido ocupar un puesto académico en Rusia, por ser liberal.
 
Su nombre se le pega mucho. Maksim. Maksimovich Kovalesvski.
 
La mujer que lo acompaña también es una Kovalesvski. Estuvo casada con un primo de él pero ahora es viuda.
 
Le habla en tono de broma.
 
- Sabes que uno de los dos va a morir- le dice-. Uno de los dos morirá este año.
 
Sin prestarle demasiada atención, él le pregunta:
 
- ¿Y eso por qué?
 
- Porque hemos estado en un cementerio el primer día de año nuevo.
 
- En efecto.
 
- Todavía hay unas cuantas cosas que tú no sabes- añade ella con voz coqueta pero inquieta Yo las sabía antes de los ocho años.
 
- Las chicas pasan más tiempo con las cocineras y los chicos con los mozos de cuadra… supongo que por eso.
 
- ¿Y los chicos de las cuadras no saben nada de la muerte?
 
- No mucho. Se concentran en otras cosas.
 
Ese día hay nieve pero es blanda. Donde pisan dejan huellas negras, derretidas.
  

Alice Munro: Alice Ann Laidlaw (Canadá, 1931).
Obtuvo el premio Nobel en 2013.

La ilustración corresponde al cementerio de Staglieno en Genova, Italia.

jueves, 14 de enero de 2021

Enero: EMMA ZUNZ, de Jorge Luis Borges


El catorce de enero de 1922, Emma Zunz, al volver de la fábrica de tejidos Tatbuch y Loewenthal, halló en el fondo del zaguán una carta, fechada en el Brasil, por la que supo que su padre había muerto. La engañaron, a primera vista, el sello y el sobre; luego, la inquietó la letra desconocida. Nueve o diez líneas borroneadas querían colmar la hoja; Emma leyó que el señor Maier había ingerido por error una fuerte dosis de veronal y había fallecido el tres del corriente en el hospital de Bagé. Un compañero de pensión de su padre firmaba la noticia, un tal Fein o Fain, de Río Grande, que no podía saber que se dirigía a la hija del muerto.

Emma dejó caer el papel. Su primera impresión fue de malestar en el vientre y en las rodillas; luego de ciega culpa, de irrealidad, de frío, de temor; luego, quiso ya estar en el día siguiente. Acto continuo comprendió que esa voluntad era inútil porque la muerte de su padre era lo único que había sucedido en el mundo, y seguiría sucediendo sin fin. Recogió el papel y se fue a su cuarto. Furtivamente lo guardó en un cajón, como si de algún modo ya conociera los hechos ulteriores. Ya había empezado a vislumbrarlos, tal vez; ya era la que sería.

En la creciente oscuridad, Emma lloró hasta el fin de aquel día el suicidio de Manuel Maier, que en los antiguos días felices fue Emanuel Zunz. Recordó veraneos en una chacra, cerca de Gualeguay, recordó (trató de recordar) a su madre, recordó la casita de Lanús que les remataron, recordó los amarillos losanges de una ventana, recordó el auto de prisión, el oprobio, recordó los anónimos con el suelto sobre “el desfalco del cajero”, recordó (pero eso jamás lo olvidaba) que su padre, la última noche, le había jurado que el ladrón era Loewenthal. Loewenthal, Aarón Loewenthal, antes gerente de la fábrica y ahora uno de los dueños. Emma, desde 1916, guardaba el secreto. A nadie se lo había revelado, ni siquiera a su mejor amiga, Elsa Urstein. Quizá rehuía la profana incredulidad; quizá creía que el secreto era un vínculo entre ella y el ausente. Loewenthal no sabía que ella sabía; Emma Zunz derivaba de ese hecho ínfimo un sentimiento de poder.

No durmió aquella noche, y cuando la primera luz definió el rectángulo de la ventana, ya estaba perfecto su plan. Procuró que ese día, que le pareció interminable, fuera como los otros. Había en la fábrica rumores de huelga; Emma se declaró, como siempre, contra toda violencia. A las seis, concluido el trabajo, fue con Elsa a un club de mujeres, que tiene gimnasio y pileta. Se inscribieron; tuvo que repetir y deletrear su nombre y su apellido, tuvo que festejar las bromas vulgares que comentan la revisación. Con Elsa y con la menor de las Kronfuss discutió a qué cinematógrafo irían el domingo a la tarde. Luego, se habló de novios y nadie esperó que Emma hablara. En abril cumpliría diecinueve años, pero los hombres le inspiraban, aún, un temor casi patológico... De vuelta, preparó una sopa de tapioca y unas legumbres, comió temprano, se acostó y se obligó a dormir. Así, laborioso y trivial, pasó el viernes quince, la víspera.

El sábado, la impaciencia la despertó. La impaciencia, no la inquietud, y el singular alivio de estar en aquel día, por fin. Ya no tenía que tramar y que imaginar; dentro de algunas horas alcanzaría la simplicidad de los hechos. Leyó en La Prensa que el Nordstjärnan , de Malmö, zarparía esa noche del dique 3; llamó por teléfono a Loewenthal, insinuó que deseaba comunicar, sin que lo supieran las otras, algo sobre la huelga y prometió pasar por el escritorio, al oscurecer. Le temblaba la voz; el temblor convenía a una delatora. Ningún otro hecho memorable ocurrió esa mañana. Emma trabajó hasta las doce y fijó con Elsa y con Perla Kronfuss los pormenores del paseo del domingo. Se acostó después de almorzar y recapituló, cerrados los ojos, el plan que había tramado. Pensó que la etapa final sería menos horrible que la primera y que le depararía, sin duda, el sabor de la victoria y de la justicia. De pronto, alarmada, se levantó y corrió al cajón de la cómoda. Lo abrió; debajo del retrato de Milton Sills, donde la había dejado la antenoche, estaba la carta de Fain. Nadie podía haberla visto; la empezó a leer y la rompió.

Referir con alguna realidad los hechos de esa tarde sería difícil y quizá improcedente. Un atributo de lo infernal es la irrealidad, un atributo que parece mitigar sus terrores y que los agrava tal vez. ¿Cómo hacer verosímil una acción en la que casi no creyó quien la ejecutaba, cómo recuperar ese breve caos que hoy la memoria de Emma Zunz repudia y confunde? Emma vivía por Almagro, en la calle Liniers; nos consta que esa tarde fue al puerto. Acaso en el infame Paseo de Julio se vio multiplicada en espejos, publicada por luces y desnudada por los ojos hambrientos, pero más razonable es conjeturar que al principio erró, inadvertida, por la indiferente recova... Entró en dos o tres bares, vio la rutina o los manejos de otras mujeres. Dio al fin con hombres del Nordstjärnan . De uno, muy joven, temió que le inspirara alguna ternura y optó por otro, quizá más bajo que ella y grosero, para que la pureza del horror no fuera mitigada. El hombre la condujo a una puerta y después a un turbio zaguán y después a una escalera tortuosa y después a un vestíbulo (en el que había una vidriera con losanges idénticos a los de la casa en Lanús) y después a un pasillo y después a una puerta que se cerró. Los hechos graves están fuera del tiempo, ya porque en ellos el pasado inmediato queda como tronchado del porvenir, ya porque no parecen consecutivas las partes que los forman.

¿En aquel tiempo fuera del tiempo, en aquel desorden perplejo de sensaciones inconexas y atroces, pensó Emma Zunz una sola vez en el muerto que motivaba el sacrificio? Yo tengo para mí que pensó una vez y que en ese momento peligró su desesperado propósito. Pensó (no pudo no pensar) que su padre le había hecho a su madre la cosa horrible que a ella ahora le hacían. Lo pensó con débil asombro y se refugió, en seguida, en el vértigo. El hombre, sueco o finlandés, no hablaba español; fue una herramienta para Emma como ésta lo fue para él, pero ella sirvió para el goce y él para la justicia.


Jorge Luis Borges (Argentino fallecido en Suiza, 1899-1986).

martes, 12 de enero de 2021

Año nuevo: MARCA DE AGUA, apuntes venecianos, de Joseph Brodsky

"... busco una nube o la cresta de una ola al romper a medianoche contra la orilla."

(Fragmento que alude a la víspera del año nuevo)

Siempre compartí la idea de que Dios es tiempo, o, al menos, de que Su espíritu lo es. Quizás esta idea sea de mi propia factura, pero ahora no lo recuerdo. En todo caso, siempre pensé que si el Espíritu de Dios aleaba sobre la superficie de las aguas, las aguas debían de reflejarlo. De ahí mis sentimientos hacia las aguas, sus oscilaciones, sus pliegues, sus ondas y -soy septentrional- su grisura. Sencillamente, creo que el agua es la imagen del tiempo, y cada víspera de Año Nuevo, de manera un tanto pagana, trato de encontrarme cerca del agua, preferiblemente cerca de un mar o de un océano, para ver emerger de ella una nueva porción, una nueva taza de tiempo. No busco una doncella desnuda sobre una concha; busco una nube o la cresta de una ola al romper a medianoche contra la orilla. Eso, para mí, es tiempo que sale del agua, y me quedo mirando el dibujo como de encaje que deposita en la costa, no con un saber de adivino, sino con ternura y con gratitud.
 
 
Joseph Brodsky (Ruso nacionalizado estadounidense, 1940-1996).
Obtuvo el premio Nobel en 1987. 

lunes, 11 de enero de 2021

Año nuevo: CIEN AÑOS DE SOLEDAD, de Gabriel García Márquez

 
(Párrafo final del capítulo IX)

El coronel Aureliano Buendía abandonó el cuarto en diciembre, y le bastó con echar una mirada al corredor para no volver a pensar en la guerra. Con una vitalidad que parecía imposible a sus años, Úrsula había vuelto a rejuvenecer la casa. «Ahora van a ver quién soy yo -dijo, cuando supo que su hijo viviría-. No habrá una casa mejor, ni más abierta a todo el mundo, que esta casa de locos.» La hizo lavar y pintar, cambió los muebles, restauró el jardín y sembró flores nuevas, y abrió puertas y ventanas para que entrara hasta los dormitorios la deslumbrante claridad del verano. Decretó el término de los numerosos lutos superpuestos, y ella misma cambió los viejos trajes rigurosos por ropas juveniles. La música de la pianola volvió a alegrar la casa. Al oírla, Amaranta se acordó de Pietro Crespi, de su gardenia crepuscular y su olor de lavanda, y en el fondo de su marchito corazón floreció un rencor limpio, purificado por el tiempo. Una tarde en que trataba de poner orden en la sala, Úrsula pidió ayuda a los soldados que custodiaban la casa. El joven comandante de la guardia les concedió el permiso. Poco a poco, Úrsula les fue asignando nuevas tareas. Los invitaba a comer, les regalaba ropas y zapatos y les enseñaba a leer y escribir. Cuando el gobierno suspendió la vigilancia, uno de ellos se quedó viviendo en la casa, y estuvo a su servicio por muchos años. El día de Año Nuevo, enloquecido por los desaires de Remedios, la bella, el joven comandante de la guardia amaneció muerto de amor junto a su ventana.
 
 
Gabriel García Márquez (Colombia, 1927-2014). Obtuvo el premio Nobel en 1982.

domingo, 10 de enero de 2021

Año nuevo: HENDERSON, EL REY DE LA LLUVIA, de Saul Bellow

"Fue un estallido de ruidos, como en Coney Island o Atlantic City o Times Square en Año Nuevo."
 
(Párrafo del capítulo XII)

¡Qué gritos! ¡Qué animación! ¡Qué retumbar los bombos, como si volvieran a hablar los animales por medio de los pellejos que en otro tiempo recubrieran sus cuerpos! Fue un estallido de ruidos, como en Coney Island o Atlantic City o Times Square en Año Nuevo. Al salir el rey por la puerta, aquella enorme cacofonía sepultó mis palabras anteriores.
 
Saul Bellow (Estadounidense nacido en Canadá, 1915-2005).
Obtuvo el premio Nobel en 1976.
 
(Traducido al español por Vera Ozores).
La ilustración corresponde al festejo de año nuevo en Times Square a finales de los años cincuenta.
La novela se publicó en 1958.

sábado, 9 de enero de 2021

Año nuevo: LOS ESCONDITES, de Eugenio Montale

".... un corcho de botella que le pegó en la frente en un lejano cotillón de año nuevo..."

Cuando no estoy seguro de estar vivo

la certidumbre está a dos pasos, pero cómo duele

reencontrar los objetos, una pipa, el perrito

de madera de mi esposa, una esquela

del hermano de ella, tres o cuatro gafas

también de ella, un corcho de botella

que le pegó en la frente en un lejano

cotillón de año nuevo en Sils Maria

y otras chácharas. Mudan de domicilio, entran

en los agujeros más ocultos, siempre

cerca de acabar en la basura.

Conspirando entre sí se organizaron

para sostenerme, saben mejor que yo

el hilo que las une a quien quisiera

deshacerse de ellas y no se atreve. Más cercano

en el tiempo el Gubelin automático trata

de sumárseles, perpetuamente rechazado.

Lo compramos en Lucerna y ella dijo

llueve demasiado en Lucerna, jamás nos va a servir.

Y en efecto…


Eugenio Montale (Italia 1896-1981). Obtuvo el premio Nobel en 1975.