domingo, 31 de enero de 2021
Enero: GACELA DEL RECUERDO DEL AMOR, de Federico García Lorca
sábado, 30 de enero de 2021
Enero: CALLE MAYOR, de Sinclair Lewis
(Fragmento del capítulo XVII)
Una noche de enero con luna fueron veinte amigos de excursión en trineo a las casitas de verano junto al lago. Cantaron País de juguete y Llevando a Nelly a casa; saltaban del trineo para echar carreras en la nieve y cuando se cansaban volvían a montar. Los caballos arrancaban con sus cascos una lluvia de pedacitos de hielo que caía sobre los viajeros, metiéndoseles por el cuello, y ellos gritaban, reían y se golpeaban el pecho con sus manos enfundadas en mitones de cuero. Los arneses se entrechocaban y los cascabeles producían un ruido infernal. El perro setter de Jack Eider saltaba delante de los caballos, ladrando furiosamente.
Carol corrió por la nieve como todos. El frío le infundía una energía ficticia. Se sentía capaz de correr durante toda la noche y de dar saltos de veinte pies. Pero tanto exceso de energía llegó a fatigarla, y se refugió en el trineo, abrigándose con unas mantas.
A lo largo del camino, las ramas de los robles dibujaban trazos negros sobre la nieve. Dejaron el camino para deslizarse sobre la superficie helada del lago Minniemashie. Los granjeros habían abierto un verdadero tajo sobre el hielo. La luna iluminaba toda la extensión del lago. Hacía resaltar la blancura de la nieve y convertía los árboles de la orilla en cristales de fuego. La noche era tropical y voluptuosa. En aquella atmósfera mágica no había diferencia entre el calor intenso y el frío penetrante.
Carol estaba absorta en sus sueños. Las voces tumultuosas, incluso la de Guy, que estaba a su lado, no significaban nada para ella. Decía versos mentalmente y las palabras y la luz se confundían, llenándola de una inmensa y vaga felicidad, anuncio de que una gran cosa iba a sucederle. Se recogió en sí misma, huyendo del vocerío, y rindió culto a los dioses impenetrables. La noche se expandía, Carol tenía conciencia del universo y todos los misterios se le rendían sumisos.
La sacaron de su éxtasis los vaivenes del trineo al entrar en el camino escarpado que conducía a la loma donde estaban los hotelitos.
Sinclair Lewis
(Estadounidense fallecido en Italia, 1885-1951). Obtuvo el premio Nobel en 1930.
viernes, 29 de enero de 2021
Enero: ESTIGMA (del poemario Mitología del olvido)
Recuerdo con precisión el verde pálido
jueves, 28 de enero de 2021
Enero: PADRES E HIJOS, de Iván Turguéniev
(Fragmento del capítulo 28)
Pasaron seis meses. Vino el blanco invierno, con sus crueles y silenciosas heladas sin nubes, sus densas y crujientes nevadas, sus rosadas escarchas en los árboles, su cielo de pálida esmeralda, sus gorros de humo sobre la chimenea, sus tufaradas de vapor saliendo de las puertas un momento entornadas, los frescos rostros literalmente mordidos de la gente y el desalado correr de los entumecidos caballos. Aquel día de enero tocaba ya a su fin; el frío vespertino comprimía más aún el aire inmóvil y rápidamente apagaba el crepúsculo color de sangre. En las ventanas de la casa de Marino se encendieron las luces. Prokofich, de frac negro y guantes blancos, con particular solemnidad, puso la mesa con ocho cubiertos. Una semana antes, en la reducida iglesia parroquial, sin ostentación y casi sin testigos, se habían celebrado dos bodas: la de Arkadii con Katia y la de Nicolai Petrovich con Zenichka; y aquel mismo día dio Nikolai Petrovich una comida de despedida a su hermano que marchaba a Moscú a resolver unos asuntos. Anna Serguieyevna partió inmediata- mente después de la boda, colmando de regalos a los novios.
Iván Turguéniev (Ruso fallecido en Francia, 1818-1883).
miércoles, 27 de enero de 2021
Enero: LA MUSA VENAL, de Charles Baudelaire
martes, 26 de enero de 2021
Enero: NO SOY UNA LUZ, de Franz Kafka
Carta a Felice. Praga, domingo 26 de enero de 1913.
Franz Kafka (Escritor checo en lengua alemana, 1883-1924).
lunes, 25 de enero de 2021
Enero: NO TE QUIERO SINO PORQUE TE QUIERO..., de Pablo Neruda
No te quiero sino porque te quiero
domingo, 24 de enero de 2021
Enero: HOY HUBIERA PREFERIDO NO ENCONTRARME A MÍ MISMA, de Herta Müller
(Fragmento)
La instrucción duró todo enero. La madre de Paul decía que preferiría sacar toda la nieve de la gran montaña de allí fuera, que aprender ese lenguaje. Su marido desistió.
Tres días más tarde se supo en la fábrica que me había mudado al apartamento de Paul en la torre de pisos inclinada, aunque Paul no se lo había contado a nadie. Con la misma rapidez lo supo su madre. Con una letra vacilante y muchos errores le escribió a su hijo una carta que empezaba como sigue:
Luz de mis ojos, vida mía.
Luego decía: Hay muchachas que parecen flores y ángeles. Pero tú, hijo mío, te has puesto un pañuelo con el que todos ya se han enjugado. Esa mujer no te quiere a ti ni a su país. Envenenará tu corazón. Que no traspase el umbral de mi casa. Estás tirando tu vida a la basura. Te lo ruego, hijo mío, termina con ella.
Debajo de los besos no ponía: Tu madre, sino que había una firma alambicada y muy estudiada, como si fuera la de una mujer culta. Paul estaba seguro de que alguien le había dictado la carta. Las palabras de cariño le resultaban tan conocidas como la letra.
(Traducido al español por Juan José del Solar).
sábado, 23 de enero de 2021
Enero: NO SÉ SI ESPERO, AMOR, NI SI TE ESPERO..., de Julia Prilutsky
viernes, 22 de enero de 2021
Enero: LOS HOMBRES QUE NO AMABAN A LAS MUJERES, de Stieg Larsson
(Fragmento del capítulo 8)
Cada media hora se oía el tañido breve y apagado de la iglesia. Las ventanas de la casa de Gunnar Nilsson, al otro lado del camino, estaban iluminadas pero no se veía a nadie. En la casa de Harald Vanger reinaba la oscuridad. Sobre las nueve, un coche cruzó el puente y desapareció con dirección a la punta de la isla. A medianoche la iluminación de la fachada de la iglesia se apagó. Ésa era, al parecer, toda la vida nocturna existente en Hedeby un viernes por la noche del mes de enero. Un silencio sepulcral.
Stieg Larsson (Suecia, 1954-2004).
jueves, 21 de enero de 2021
Enero: NO ME LLAMES CARIÑO, de Isabel Franc
(Fragmento)
- No -respondió con sequedad-. Quiero que controlen todos sus movimientos. Es posible que la asesina quiera ponerse en contacto con ella.
En un interrogatorio posterior, la juez decretó su ingreso en prisión. Tras un breve tiempo en Wad-Ras, fue trasladada al centro penitenciario de Picassent, en Valencia, en prisión preventiva hasta la celebración del juicio. Los primeros meses del año trajeron un período de calma que llegó a resultar angustiante. Pasaban los días y la asesina no actuaba, no llamaba, no daba señales, ni de vida ni de muerte. Todo había vuelto a su ritmo habitual. Se apagaron las luces festivas, desaparecieron los abetos engalanados y aquella falsa exposición de felicidad anual se disipó para dar paso al histerismo de las rebajas y los regímenes depurativos y de adelgazamiento. Las clases de catalán se reinciaron el día 14 de enero y las investigaciones proseguían, aunque inmersas en una intensa espera. Volvieron las largas y entrañables conversaciones con Carol Choy y los encuentros furtivos con Helena Mayoral. Carol no sólo le ofrecía su colaboración en el caso, el anáñisis de las circunstancias, el estudio de esa personaje escurridiza y amorfa a la que estaban buscando. Lo que Caro le daba era, por encima de todo, cobijo, apoyo, una amistad que le resultaba necesaria y unos sabrosísimos menús vegetarianos a los que García acabó por aficionarse aunque siempre renegara.
Isabel Franc (España. 1955).
miércoles, 20 de enero de 2021
Enero: EL PRECIO DE LA SAL, de Patricia Highsmith
(Fragmento del capítulo 12)
Enero.
Aquel enero hubo de todo. Y hubo algo casi sólido, como una puerta. El frío encerraba la ciudad en una cápsula gris. Enero era todos aquellos momentos, y también era todo un año. Enero dejaba caer los momentos y los congelaba en su memoria: la mujer que a la luz de una cerilla miraba ansiosamente los nombres grabados en una puerta oscura, el hombre que garabateó un mensaje y se lo tendió a su amigo antes de irse juntos por la acera, el hombre que corrió toda una manzana para alcanzar por fin el autobús. Cualquier acto humano parecía desvelar algo mágico. Enero era un mes de dos caras, campanilleando como los cascabeles de un bufón, crujiendo como una capa de nieve, puro como los comienzos y sombrío como un viejo, misteriosamente familiar y desconocido al mismo tiempo, como una palabra que uno está a punto de definir, pero no puede.
Patricia Highsmith (Estadounidense fallecida en Suiza, 1921-1995).
martes, 19 de enero de 2021
Año nuevo: Brindis de Patricia Highsmith para recibir 1947
Brindo por todos los demonios, por las lujurias, pasiones, avaricias, envidias, amores, odios, extraños deseos, enemigos reales e irreales, por el ejército de recuerdos contra el que lucho: que no me den descanso.
Patricia Highsmith (Estadunidense fallecida en Suiza, 1921-1995).
Hoy 19 de enero, se cumple un centenario de su natalicio.
lunes, 18 de enero de 2021
La tristeza del tercer lunes de enero
domingo, 17 de enero de 2021
Año nuevo: NUDO DE VÍBORAS, de François Mauriac
sábado, 16 de enero de 2021
Año nuevo: UN ARTISTA DEL MUNDO FLOTANTE, de Kazuo Ishiguro
viernes, 15 de enero de 2021
Año nuevo: DEMASIADA FELICIDAD, de Alice Munro
Obtuvo el premio Nobel en 2013.
La ilustración corresponde al cementerio de Staglieno en Genova, Italia.
jueves, 14 de enero de 2021
Enero: EMMA ZUNZ, de Jorge Luis Borges
El catorce de enero de 1922, Emma Zunz, al volver de la fábrica de tejidos Tatbuch y Loewenthal, halló en el fondo del zaguán una carta, fechada en el Brasil, por la que supo que su padre había muerto. La engañaron, a primera vista, el sello y el sobre; luego, la inquietó la letra desconocida. Nueve o diez líneas borroneadas querían colmar la hoja; Emma leyó que el señor Maier había ingerido por error una fuerte dosis de veronal y había fallecido el tres del corriente en el hospital de Bagé. Un compañero de pensión de su padre firmaba la noticia, un tal Fein o Fain, de Río Grande, que no podía saber que se dirigía a la hija del muerto.
Emma dejó caer el papel. Su primera impresión fue de malestar en el vientre y en las rodillas; luego de ciega culpa, de irrealidad, de frío, de temor; luego, quiso ya estar en el día siguiente. Acto continuo comprendió que esa voluntad era inútil porque la muerte de su padre era lo único que había sucedido en el mundo, y seguiría sucediendo sin fin. Recogió el papel y se fue a su cuarto. Furtivamente lo guardó en un cajón, como si de algún modo ya conociera los hechos ulteriores. Ya había empezado a vislumbrarlos, tal vez; ya era la que sería.
En la creciente oscuridad, Emma lloró hasta el fin de aquel día el suicidio de Manuel Maier, que en los antiguos días felices fue Emanuel Zunz. Recordó veraneos en una chacra, cerca de Gualeguay, recordó (trató de recordar) a su madre, recordó la casita de Lanús que les remataron, recordó los amarillos losanges de una ventana, recordó el auto de prisión, el oprobio, recordó los anónimos con el suelto sobre “el desfalco del cajero”, recordó (pero eso jamás lo olvidaba) que su padre, la última noche, le había jurado que el ladrón era Loewenthal. Loewenthal, Aarón Loewenthal, antes gerente de la fábrica y ahora uno de los dueños. Emma, desde 1916, guardaba el secreto. A nadie se lo había revelado, ni siquiera a su mejor amiga, Elsa Urstein. Quizá rehuía la profana incredulidad; quizá creía que el secreto era un vínculo entre ella y el ausente. Loewenthal no sabía que ella sabía; Emma Zunz derivaba de ese hecho ínfimo un sentimiento de poder.
No durmió aquella noche, y cuando la primera luz definió el rectángulo de la ventana, ya estaba perfecto su plan. Procuró que ese día, que le pareció interminable, fuera como los otros. Había en la fábrica rumores de huelga; Emma se declaró, como siempre, contra toda violencia. A las seis, concluido el trabajo, fue con Elsa a un club de mujeres, que tiene gimnasio y pileta. Se inscribieron; tuvo que repetir y deletrear su nombre y su apellido, tuvo que festejar las bromas vulgares que comentan la revisación. Con Elsa y con la menor de las Kronfuss discutió a qué cinematógrafo irían el domingo a la tarde. Luego, se habló de novios y nadie esperó que Emma hablara. En abril cumpliría diecinueve años, pero los hombres le inspiraban, aún, un temor casi patológico... De vuelta, preparó una sopa de tapioca y unas legumbres, comió temprano, se acostó y se obligó a dormir. Así, laborioso y trivial, pasó el viernes quince, la víspera.
El sábado, la impaciencia la despertó. La impaciencia, no la inquietud, y el singular alivio de estar en aquel día, por fin. Ya no tenía que tramar y que imaginar; dentro de algunas horas alcanzaría la simplicidad de los hechos. Leyó en La Prensa que el Nordstjärnan , de Malmö, zarparía esa noche del dique 3; llamó por teléfono a Loewenthal, insinuó que deseaba comunicar, sin que lo supieran las otras, algo sobre la huelga y prometió pasar por el escritorio, al oscurecer. Le temblaba la voz; el temblor convenía a una delatora. Ningún otro hecho memorable ocurrió esa mañana. Emma trabajó hasta las doce y fijó con Elsa y con Perla Kronfuss los pormenores del paseo del domingo. Se acostó después de almorzar y recapituló, cerrados los ojos, el plan que había tramado. Pensó que la etapa final sería menos horrible que la primera y que le depararía, sin duda, el sabor de la victoria y de la justicia. De pronto, alarmada, se levantó y corrió al cajón de la cómoda. Lo abrió; debajo del retrato de Milton Sills, donde la había dejado la antenoche, estaba la carta de Fain. Nadie podía haberla visto; la empezó a leer y la rompió.
Referir con alguna realidad los hechos de esa tarde sería difícil y quizá improcedente. Un atributo de lo infernal es la irrealidad, un atributo que parece mitigar sus terrores y que los agrava tal vez. ¿Cómo hacer verosímil una acción en la que casi no creyó quien la ejecutaba, cómo recuperar ese breve caos que hoy la memoria de Emma Zunz repudia y confunde? Emma vivía por Almagro, en la calle Liniers; nos consta que esa tarde fue al puerto. Acaso en el infame Paseo de Julio se vio multiplicada en espejos, publicada por luces y desnudada por los ojos hambrientos, pero más razonable es conjeturar que al principio erró, inadvertida, por la indiferente recova... Entró en dos o tres bares, vio la rutina o los manejos de otras mujeres. Dio al fin con hombres del Nordstjärnan . De uno, muy joven, temió que le inspirara alguna ternura y optó por otro, quizá más bajo que ella y grosero, para que la pureza del horror no fuera mitigada. El hombre la condujo a una puerta y después a un turbio zaguán y después a una escalera tortuosa y después a un vestíbulo (en el que había una vidriera con losanges idénticos a los de la casa en Lanús) y después a un pasillo y después a una puerta que se cerró. Los hechos graves están fuera del tiempo, ya porque en ellos el pasado inmediato queda como tronchado del porvenir, ya porque no parecen consecutivas las partes que los forman.
¿En aquel tiempo fuera del tiempo, en aquel desorden perplejo de sensaciones inconexas y atroces, pensó Emma Zunz una sola vez en el muerto que motivaba el sacrificio? Yo tengo para mí que pensó una vez y que en ese momento peligró su desesperado propósito. Pensó (no pudo no pensar) que su padre le había hecho a su madre la cosa horrible que a ella ahora le hacían. Lo pensó con débil asombro y se refugió, en seguida, en el vértigo. El hombre, sueco o finlandés, no hablaba español; fue una herramienta para Emma como ésta lo fue para él, pero ella sirvió para el goce y él para la justicia.
martes, 12 de enero de 2021
Año nuevo: MARCA DE AGUA, apuntes venecianos, de Joseph Brodsky
(Fragmento que alude a la víspera del año nuevo)
Obtuvo el premio Nobel en 1987.
lunes, 11 de enero de 2021
Año nuevo: CIEN AÑOS DE SOLEDAD, de Gabriel García Márquez
domingo, 10 de enero de 2021
Año nuevo: HENDERSON, EL REY DE LA LLUVIA, de Saul Bellow
sábado, 9 de enero de 2021
Año nuevo: LOS ESCONDITES, de Eugenio Montale
Cuando no estoy seguro de estar vivo
la certidumbre
está a dos pasos, pero cómo duele
reencontrar los
objetos, una pipa, el perrito
de madera de mi
esposa, una esquela
del hermano de
ella, tres o cuatro gafas
también de ella,
un corcho de botella
que le pegó en
la frente en un lejano
cotillón de año nuevo
en Sils Maria
y otras
chácharas. Mudan de domicilio, entran
en los agujeros
más ocultos, siempre
cerca de acabar
en la basura.
Conspirando
entre sí se organizaron
para sostenerme,
saben mejor que yo
el hilo que las
une a quien quisiera
deshacerse de
ellas y no se atreve. Más cercano
en el tiempo el
Gubelin automático trata
de sumárseles,
perpetuamente rechazado.
Lo compramos en
Lucerna y ella dijo
llueve demasiado
en Lucerna, jamás nos va a servir.
Y en efecto…
Eugenio Montale (Italia 1896-1981). Obtuvo el premio Nobel en 1975.