(Párrafo final)
Al llegar aquí estábamos ya en el baile de máscaras; sentí un golpe ligero
en una de mis mejillas. ¡Asmodeo!, grité. Profunda oscuridad; silencio
de nuevo en torno mío. ¡Asmodeo!, quise gritar de nuevo; despiértame
empero el esfuerzo. Llena aún mi fantasía de mi nocturno viaje, abro los ojos,
y todos los trajes apiñados, todos los países me rodean en breve espacio; un
chino, un marinero, un abate, un indio, un ruso, un griego, un romano, un
escocés... ¡Cielos! ¿Qué es esto? ¿Ha sonado ya la trompeta final? ¿Se han
congregado ya los hombres de todas las épocas y de todas las zonas de la
tierra, a la voz del Omnipotente, en el valle de Josafat...? Poco a poco vuelvo
en mí, y asustando a un turco y a una monja entre quienes estoy, exclamo con
toda la filosofía de un hombre que no ha cenado, e imitando las expresiones de
Asmodeo, que aún suenan en mis oídos: El mundo todo es máscaras: todo el año
es carnaval.
Mariano José de Larra (España, 1809-1837)
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