Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

viernes, 13 de mayo de 2011

El evangelio según los ciegos



Habría preferido dar por concluido el tema de los ciegos en la literatura -lo cual no significa que exhausto- y regresar al de las novelas que se ocupan de Tampico, que dejé pendiente hace un par de semanas, antes de la muerte de Ernesto Sábato, pero una amiga me reclamó que a pesar de incluir tantas referencias: poemas, fragmentos de novelas y hasta una fábula de Hermann Hesse sobre el tema, ni siquiera haya mencionado la frase bíblica "no hay peor ciego que el que no quiere ver".

En defensa de dicha exclusión esgrimí el argumento de que la Biblia no es literatura de ficción, por su profundo significado religioso. Que para mí no deja de ser un tema delicado y prefiero evitar una polémica en ese terreno. Me alegaba que si una obra con el aliento casi bíblico de Cien años de soledad, es literatura, entonces no tengo razón para soslayarla.

Acepto que, en efecto, en varios estudios al respecto se comparan algunos acontecimientos de la epopeya de Macondo con la Biblia, como aquella lluvia continua que sería el equivalente del diluvio universal; Fernanda inventa la historia de que al hijo de Meme lo encontraron en una canastilla, como a Moisés; o la ascensión al cielo de Remedios; además de que la obra es prácticamente una profecía plagada de presagios. Sin embargo, nadie le reza a Remedios o suplica un milagro de José Arcadio. Es decir, sigue siendo mera ficción que no pretende erigirse en culto religioso. En tanto que la Biblia, obsta subrayarlo, es un libro sagrado para los fieles de su fe.

Ricardo Gullón señala algunas etapas bíblicas en Cien años de soledad: La creación, pues desde la primera página establece "El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre"; el Éxodo, cuando José Arcadio sigue el camino de Riohacha, debido a que tras haber dado muerte a Prudencio Aguilar no puede encontrar la paz, entonces "desmantelaron sus casas y cargaron con sus mujeres y sus hijos hacia la tierra que nadie les había prometido"; las plagas, luego de que Macondo es asolado por el insomnio de sus habitantes, por la peste del olvido y las guerras civiles; y el Diluvio, ya que no dejó de llover durante cuatro años, once meses y dos días.

Pero antes de quedar atrapado por la novela de García Márquez, regreso al tema original de este texto. En efecto, la expresión popular "no hay peor ciego que el que no quiere ver" podría ubicar su origen en el Evangelio de San Mateo, quien dice: "Por eso les hablo por parábolas, porque viendo no ven y oyendo no oyen, ni entienden." Y después pasa a mencionar la profecía de Isaías: "De oído oirán y no entenderán; y viendo verán y no percibirán", donde tampoco lo expresa de manera literal. Supongo que el habla popular se apropió de la idea y la incorporó a la sabiduría del refranero atribuyéndole sus raíces bíblicas. Pero en sentido estricto, me apena tener que responderle a mi amiga que, sin ser creyente ni lector de la Biblia, la equivocada es ella. La frase que con tanto celo me reclama, ni siquiera aparece en los evangelios.


Jules Etienne

La ilustración corresponde a la puesta en escena de La casa, obra de teatro de Esteban García, sobrino de García Márquez, que adapta diversos pasajes de Cien años de soledad.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario