"... la cabeza de ella dormida, con las pestañas cerradas en el sueño, ignorante de que la estaban mirando..."
(Fragmento del capítulo 13)
Sentía una gran
necesidad de ella, pero no había modo de verla aquel domingo, y se agitaba como
una fiera enjaulada, sin hallar paz.
Una criatura
extraordinaria, con su gracia enteramente espiritual. Sus manos eran
sorprendentes y despertaban la misma admiración que un pensamiento elevado.
Sobre la tapicería de aquella habitación de hotel la sombra de ella parecía la
imagen de su pureza. La camisa le ceñía el pecho con la naturalidad de un trozo
de tela en torno a los dedos.
Komarovski tamborileaba
en el cristal de la ventana al ritmo de los cascos de los caballos, que
resonaban cadenciosos sobre el asfalto de la calle.
- Lara -murmuró, y
cerrando los ojos volvió a ver entre sus brazos la cabeza de ella dormida, con
las pestañas cerradas en el sueño, ignorante de que la estaban mirando desde
hacía horas. Esparcida en desorden su cabellera sobre la almohada, el halo de
su belleza le atenazaba la mirada y penetraba en su alma.
Boris Pasternak (Rusia, 1890-1960).
Obtuvo el premio Nobel en 1958.
(Traducido al español por Fernando Gutiérrez).
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