Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

viernes, 8 de marzo de 2024

Mirándolas dormir: NUDO DE VÍBORAS, de François Mauriac

"Te volviste de espaldas. Dormías bajo tus largos cabellos."

(
Fragmento del capìtulo tercero)

No hablaste más. Contemplaba el nacimiento de aquel nuevo día, de aquel día de mi nueva vida. Las golondrinas gritaban en los tejados. Un hombre cruzaba el patio arrastrando los zuecos. Todo lo que escucho ahora, desde hace cuarenta y cinco años, lo escuchaba entonces: los gallos, las campanas, un tren de mercancías al cruzar el puente... Y todo lo que respiraba lo respiro aún: ese perfume que amo, ese olor de cenizas que trae el viento por la parte del mar, desde los eriales incendiados. De pronto, me incorporé a medias.

- Isa, la noche en que lloraste, la noche en que nos hallábamos sentados en un recodo de Superbagnéres, ¿lloraste por él?

Como no me contestabas, cogí tu brazo, que retiraste con un gruñido casi animal. Te volviste de espaldas. Dormías bajo tus largos cabellos. Al sentir el frescor del alba, echaste las sábanas en desorden sobre tu cuerpo encogido, aovillado, como duermen los animales jóvenes. ¿Por qué despertarte de ese sueño de niño? Lo que yo quería saber por ti misma, ¿no lo sabía ya?

Me levanté sin ruido. Fui descalzo hasta el espejo del armario, donde me contemplé como si hubiese sido otro, o, mejor dicho, como si hubiera vuelto a mí mismo: el hombre a quien no habían amado, aquel por quien nadie en el mundo había sufrido. Tuve lástima de mi juventud; mi gruesa mano de campesino resbaló a lo largo de mi mejilla sin afeitar, ya ensombrecida por una barba dura de rojizos reflejos.

François Mauriac (Francia, 1885-1970).
Obtuvo el premio Nobel en 1952.

(Traducido al español por Fernando Gutièrrez).

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