"... y que se favorita Bezmiálem (...) está rpresentada llevando con todo descaro una cruz de rubíes y diamantes."
(Fragmento del capítulo 30: Hermano mío)
Dame
tu dirección y te me mostraré grabados de los últimos ocho sultanes otomanos
haciéndoselo con las mujeres de su harén, a las que han vestido de putas
occiden- tales y con las que se han citado en un rincón secreto de Estambul. ¿Sabías
que en las sastrerías y burdeles de lujo de París le llamaban a esa enfermedad
que requería tanto de ropa y de accesorios «el mal turco»? ¿Sabías que en el
grabado en el que se muestra a Mahmud II fornicando disfrazado en un callejón
oscuro de Estambul nuestro sultán lleva en sus piernas desnudas las botas que
calzaba Napoleón en su expedición a Egipto y que su favorita Bezmiálem, la madre
del heredero -abuela, por cierto, de ese príncipe cuya historia tanto te gusta
y madrina de un barco otomano-, está representada llevando con todo descaro una
cruz de rubíes y diamantes?
- ¿Y
la cruz? -preguntó Galip con cierta alegría y sintiendo por primera vez en los seis
días y siete horas desde que su mujer lo había abandonado que saboreaba la vida.
- Sé
que no es una casualidad que justo debajo del artículo del 18 de enero de 1958 en el que hablabas algo pretenciosamente de
la geometría egipcia primitiva, del álgebra árabe y del neoplatonismo siríaco
para probar que, como forma, la cruz era lo opuesto a la media luna, su
negación y su «negativo», se publicara la noticia de la boda de Edward G.
Robinson, «el duro mascador de puros de la pantalla y la escena», que tanto me
gustaba, con la diseñadora de modas neoyorquina Jane Adler y una fotografía en
la que los recién casados aparecían bajo la sombra de una cruz. Dame tu
dirección. Una semana inmediatamente después de ese artículo, escribiste otro
en el que afirmabas que el hecho de que a nuestros niños se les enseñe el miedo
a la cruz y el entusiasmo por la Media luna produce como resultado una
represión que en sus años de madurez les impide descifrar los rostros mágicos
de Hollywood y una indecisión sexual que les lleva a pensar que todas las mujeres
con cara de luna son sus madres o sus tías, y para demostrar tu idea decías que
si las noches de los días en que se habían enseñado las Cruzadas se hiciera un control
en los dormitorios de los internados para becarios, se descubrirían cientos de
estudiantes que habían mojado la cama.
Orhan Pamuk (Turquía, 1952).
Obtuvo el premio Nobel en 2006.
(Traducido al español por Rafael Carpintero).
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