(Párrafos iniciales)
Cuando Connie subió a su dormitorio hizo lo que no había hecho en mucho tiempo: se quitó toda la ropa y se miró desnuda en el enorme espejo. No sabía qué miraba o qué buscaba con exactitud, pero, a pesar de todo, movió la lámpara hasta recibir la luz de lleno.
Y pensó, como había pensado tan a menudo, que el cuerpo humano desnudo es algo frágil, vulnerable y un tanto patético; ¡algo como inacabado, incompleto!
Se decía que había tenido una buena figura, pero ahora estaba fuera de moda: un poco demasiado femenina y no lo bastante como un adolescente. No era muy alta, más bien algo escocesa y baja, pero tenía una cierta gracia fluida y ligera que podría haber sido belleza. Su piel era ligeramente azafranada, sus miembros estaban provistos de una determinada tranquilidad, su cuerpo debería haber tenido una riqueza plena y móvil; pero le faltaba algo.
En lugar de madurar en sus firmes curvas descendentes, su cuerpo se iba aplanando y cobrando asperezas. Era como si no hubiera recibido bastante sol v calor; estaba grisáceo y falto de savia.
Desprovisto de su femineidad real, no había llegado a convertirse en un cuerpo de muchacho transparente y etéreo; en lugar de eso se había hecho opaco.
D. H. Lawrence: David Herbert Lawrence (Inglaterra, 1885-1930)
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