Vancouver: atardecer en la bahía al final de la primavera. (Fotografía de Jules Etienne).

miércoles, 22 de mayo de 2024

Mirándolas dormir: ESPARTACO, de Arthur Koestler

"Echó un vistazo a su esposa dormida, se calzó las sandalias y subió a la azotea de su casa."

Libro tercero: El estado del sol

(Fragmento inicial del primer capítulo: Hegio, un ciudadadano de Tuno)

Hegio, un ciudadano de Tuno, se despertó antes del amanecer consciente de que iniciaba un día festivo y de que debía decorar la casa con ramos y guirnaldas para celebrar la entrada del príncipe de Tracia, el nuevo Aníbal. Resolvió ir a la viña en busca de sarmientos y ramas de muérdago. Echó un vistazo a su esposa dormida, se calzó las sandalias y subió a la azotea de su casa.

Aún era temprano y hacia fresco, pero el mar, que formaba una encumbrada cúpula sobre el horizonte, ya empezaba a cambiar de color. Hegio adoraba aquella hora, amaba su resplandor y su fragancia. El aliento del mar bajo el estallido de luz del mediodía era diferente de su aroma nocturno. Por las noches, olía a frescor cristalino, sal y estrellas, mientras la mañana lo impregnaba con la fragancia de las algas y el mediodía con el hedor de los peces y los vahos de los desechos putrefactos. Inspiró el aire de mar y miró hacia las montañas, primero hacia el norte, donde, si no se equivocaba, rastros de nieve blanqueaban las cumbres de los Apeninos lucanos, aunque también podría tratarse de la bruma matinal. Luego giró la vista hacia el sur, en dirección a la distante, violácea extensión de Sila, cuna de la Compañía de Producción de Alquitrán y Resina, de la cual era accionista. Las montañas rodeaban el valle del Crathis, pero el este estaba resguardado por la cúpula del mar, cuyo borde superior comenzaba por fin a arder, hasta estallar en llamas al contacto con el todavía invisible disco de fuego.

Cantó un gallo, luego otro y por fin todos los gallos de Turio compitieron fervorosa- mente con sus solícitas y alarmistas ovaciones al sol naciente. Hegio llegó a la conclusión de que sólo los gallos romanos podían cacarear de forma tan discordante y ostentosa; en Ática, su tierra natal, hasta las voces de los gallos eran más armoniosas.

Ingrato suena al oído de un griego el cacareo de gallos latinos -improvisó.

Arthur Koestler: Artúr Köstler
(Húngaro nacionalizado británico fallecido en Inglaterra, 1905-1983).

(Traducido al español por María Eugenia Ciocchini).

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