(Párrafos iniciales del primer capítulo)
Su naturaleza instintiva para advertir el peligro hizo que Fennel despertara al
instante. Levantó la cabeza de la almohada y escuchó. Una negra oscuridad lo
rodeaba: la oscuridad de los ciegos. Mientras escuchaba, pudo oír el suave
golpeteo del agua contra el costado de la barcaza amarrada. Podía escuchar la
respiración ligera de Mimí. También oyó un leve crujido rítmico cuando la embarcación se agitó con el oleaje del río. Y también escuchó la lluvia ligera al
caer sobre la cubierta superior. Todos esos sonidos eran tranquilizadores.
Entonces, se preguntó, ¿por qué había despertado tan abruptamente?
Durante el último mes, había vivido bajo la constante amenaza de
muerte, y sus instintos se habían agudizado. El peligro
estaba cerca: lo sentía. Se imaginaba que hasta podía olerlo
Silenciosamente, se estiró y tanteó debajo de la cama hasta que sus
dedos apresaron una macana de policía. Atado al
extremo de ésta tenía un corto trozo de cadena de bicicleta. Esta
convertía la macana en un arma dañina y mortal.
Con suavidad, para no despertar a la mujer que dormía a su lado,
Fennel levantó la sábana y la frazada y se deslizó fuera de la cama.
Siempre era meticulosamente cuidadoso para colocar su ropa sobre una
silla junto a la cama: sin que importara dónde estaba. Encontrar su ropa para
vestirse con premura en la oscuridad era de vital importancia cuando se vivía
bajo una perma- nente amenaza de muerte.
Se deslizó dentro de los pantalones y se calzó unos zapatos de goma. La
mujer en la cama gimió suavemente y se dio la vuelta. Sosteniendo el mayal en
su mano derecha, se dirigió silenciosamente hacia la puerta. Había aprendido la
geografía de la barcaza y la sólida oscuridad no le molestaba. Encontró el
cerrojo bien engrasado y lo retiró, luego sus dedos apretaron la manija de la
puerta y la giraron. Sigilosamente, abrió la puerta unos cuantos centímetros.
Se asomó a la lluvia y a la oscuridad. El ruido del agua golpeaba el costado de
la embarcación, el creciente rumor de la lluvia ahogó todos los demás sonidos, pero
eso no engañó a Fennel. Había peligro en la oscuridad. Podía sentir como se le
erizaban los pelos de la nuca.
James Hadley Chase
(Inglés fallecido en Suiza, 1906-1985).
(Traducido del inglés por Jules Etienne).
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