"Las puertas del infierno han esperado mucho tiempo a Jean Lafitte y (...) su espada enterrada pronto volverá a ver la luz."
La espada de Jean Lafitte, de Kirk Mashburn
(Fragmentos)
- ¡Ah! -exclamó- un buque de guerra, ¡en efecto! ¿Y el señor observa la bandera que enarbola?
- Porque sí es -reconocí, después de un momento más mirando-, es bandera mexicana; y, como estábamos esperando su llegada para una revisión general en el dique seco de mi empresa en Argel, asumo que es el cañonero Tampico.
- Es el Tampico -asintió Lafitte-.
Y no se me ocurrio preguntarle cómo llegó a estar tan seguro de eso. De hecho, aunque yo ya sabía que el cañonero no llevaba placa de identificación -e incluso, si lo hubiera hecho, no podría haberla distinguido a esa distancia. En cambio, comenté, como una ocurrencia de último momento:
- Es muy posible que me deba ir en el Tampico -cuando regrese a México, si las
autoridades lo permiten-. Su comandante es un viejo amigo mío, y me ha pedido
varias veces hacer un viaje con él, como de todos modos yo tengo que ir a Veracruz, a inspeccionar otra cañonera para su reparación antes de ponerla a la venta, puedo tomar
aprovechar su oferta en este momento.
(...)
Decidí seguir mi
camino a Le Boeuf, y agradecí a mi guía por su servicios. Él me aseguró con cortesía su placer por haberme proporcionado una ligera ayuda, y luego añadió una
advertencia final contra mi viaje propuesto a bordo del Tampico.
- Se gesta una
revolución en México, Monsieur -me informó gravemente-. Y a menudo suceden
cosas extrañas cuando las pasiones de los hombres andan sueltas, como
lobos para acosar a sus semejantes. Las puertas del infierno han esperado mucho tiempo a Jean Lafitte, y tengo la premonición de que su espada enterrada pronto volverá a ver la luz. Manténgase alejado de la hojalata de Ruiz, ¡Monsieur!
Ciertamente debería
haberle respondido de manera breve e impaciente, excepto que, con una última reverencia cortesana, Lafitte dio media vuelta y trepó rápidamente por el
dique para desaparecer en el parche de caña a través del cual habíamos llegado.
Kirk Mashburn: Kirk W. Mashburn, Jr.
(Estados Unidos, 1900-1968).
El trayecto del cañonero mexicano Tampico, de J. H. Klein, Jr.
(Fragmentos)
A principios de 1914 había tres cañoneros mexicanos en la costa oeste de México, a saber, el Guerrero, el Morelos y el Tampico, todos bajo control federal.
El 22 de febrero de 1914, era domingo, en el puerto de Guaymas, alrededor de las ocho de la noche, mientras aproximadamente la mitad de los oficiales y los marinos se encontraban en tierra, el oficial ejecutivo, el teniente Malpica, el pagador Rebatet, y dos oficiales ingenieros, Johnson y Estrada, se hicieron cargo de la tripulación del Tampico, arrestaron al capitán y al ingeniero en jefe y anunciaron que el Tampico estaría en adelante bajo el control de los constitucionalistas, o rebeldes. Al capitán y al ingeniero se les dijo que si no oponían resistencia, no se les haría daño y, a la primera oportunidad, serían entregados a los federales. El motín, por lo tanto, se llevó a cabo sin violencia y sin derramar sangre.
El Tampico dejó Guaymas de inmediato y navegó hacia el norte con la intención de embestir al Guerrero. Afortunadamente para éste, el mecanismo de dirección del Tampico se rompió y tuvo que virar hacia el sur para dirigirse a Topolobampo, arriban- do allí el 24 de febrero. El capitán y el ingenero en jefe fueron colocados a bordo del S. S. Herrerías y enviados a Mazatlán, que en ese momento estaba en manos de los federales.
La causa exacta del motín se desconoce. Por lo tanto, han circulado diversas historias que las refieren vagamente, pero nadie parece saber cuáles fueron las verdaderas razones, si es que hay alguna, que lo provocaron. Una de las versiones es que los federales le adeudaban sueldos a la tripulación por una suma de cuatro mil pesos. Otra es la de que Malpica se había pavoneado por las calles de Guaymas con una dama de cuestionable reputación (hay quienes dicen que era la amante del capitán) y como castigo sentenció a Malpica a ser reprendido y a participar en tareas temporales con el ejército en el frente. Para evitar dicha sentencia es que tramó el motín. Era de sobra conocido que el Tampico tenía la mala fama de ser un barco muy alegre por entonces, y me dijeron que se habían celebrado fiestas los fines de semana a las que acudían personas de ambos sexos durante varios días seguidos.
Jacob Henry Klein, Jr (Estados Unidos, 1887-1958).
El astillero, de Juan Carlos Onetti
(Fragmento del capítulo IV: La casilla)
- ¿Estaba por irse? Me
distraje estudiando estas carpetas. No tengo idea de la hora. ¿Usted sabe algo
del pleito por el Tampico?
- ¿El Tampico? No sé
nada, tiene que ser una historia vieja -repuso Kunz, y volvió a bostezar.
- El Tampico -insistió
Larsen. Sólo entonces alzó la vista para mirar a Kunz. Vio la cara redonda, con
la barba crecida, el pelo endurecido, excesivo y negro, la mano también peluda que
subía de los botones a la moña negra de la corbata-. Claro, no debe ser de su
tiempo; pero es interesante como antecedente. Entró apurado, sin descargar, por
un desperfecto en el árbol. Parece que traía algún inflamable y se incendió en
el astillero, aquí mismo, un poco más al norte. Dice la carpeta que no había
seguro o que no toda la mercadería estaba asegurada -había abierto cualquier
carpeta y fingía leer; un gemido sobre el techo anunció más lluvia-. ¿Quién
paga, entonces? ¿Quién es responsable?
Levantó una sonrisa
benigna y retozona, como si mirara a un niño.
- Nunca oí nada de eso -contestó
Kunz-. Además, no entiendo. Quién sabe cuánto hace de eso. Debe haber sido todo
un espectáculo, ardiendo en el río. No sé. Pero el astillero no puede ser
responsable.
- ¿Está seguro?
- Me
parece indiscutible.
Juan Carlos Onetti (Uruguayo fallecido en España, 1909-1994).
También el barco en el que se transportaban los personajes en
De la tierra a la luna, de Jules Verne, se llamaba Tampico.
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