"Tampico, para Pete (...) Tenía palacios y papagayos de muchos colores, y blancos caminos sinuosos. Era una ciudad de Las mil y una noches..."
(Fragmento)
La Isla de Pinos era la
isla de Circe, con columnas de mármol blanco aquí y allá en la oscuridad,
verde, y los piratas que se batían en duelo con el destello de las espadas al
chocar y el brillo de sus dientes que sonreían imprudentes. El Golfo, al igual
que el Caribe, está embrujado por los fantasmas de los viejos bucaneros.
Tampico, para Pete, no era el puerto de embarque industrial que conocía su
padre. Tenía palacios y papagayos de muchos colores, y blancos caminos sinuosos.
Era una ciudad de Las mil y una noches, con magos cubiertos por túnicas vagando
entre sus calles, benignos la mayor parte del tiempo, pero con las manos
nudosas como raíces de árboles que en cualquier momento podían tejer
hechizos.
Manoel, su padre, podría haberle contado una historia diferente, porque en
los viejos tiempos Manoel se había embarcado, antes de establecerse para llevar
la vida de cualquier pescador en Cabrillo. Pero Manoel no hablaba mucho. Los
hombres hablan con los hombres, no con los niños, y por eso Pete no aprendió
tanto como podría haberlo hecho, de aquellos portugueses bronceados por el sol
que salían con las flotas pesqueras. Obtuvo su conocimiento de los libros, y
eran libros extraños, con conocimientos extraños.
Henry Kuttner (Estados Unidos, 1915-1958).
(Traducido del inglés por Jules Etienne).
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