(Fragmento del capítulo III:
¡Al primer tapón...
zurrapa! ¡Frente a frente! ¡El tigre! Hacia la Villa)
¿Y te crees que tío
Lencho se huela por dónde venimos? -le contestaba Pancho Estrada.
- ¡Quién sabe Pancho!
Me temo muchas cosas.
- No temas, chula.
Mañana estaremos en Tampico.
- ¿Es muy lindo el
puerto de Tampico?
- Ya lo creo.
- ¿Y muy grande?
- ¡Diez mil veces más
grande que la Villa!
- ¡Dicen que tiene
mucha agua!
- La mar.
- ¿Qué cosa es la mar?
- Un charco de agua muy
grande, en el que nadan unas canoas enormes, como iglesias, con torres y
campanas.
- ¿Cómo será de grande?
- Figúrate que se junta
con el cielo.
- Chis.
María se quedó azorada;
acababa de oír un tropel de caballos por el lado de la puerta.
(Fragmento del capítulo V: En busca del tío Lencho)
La noche del 27 de Mayo
a que nos referimos, la pasó don Concho sentado en el poyo de la puerta de su
habitación, con el rifle entre las piernas y la botella de aguardiente y el
morral de cartuchos al lado, en espera de que Pancho Estrada fuera a cumplir la
amenaza propalada de vengarse de todos los amigos de tío Lencho.
La noche, aunque sin
luna, era bastante clara. Un incendio gigantesco devoraba el “zacatal” tostado
de la serranía de enfrente, iluminando con vivos fulgores toda la campiña.
Anónimo.
Novela publicada en 1918 bajo el seudónimo de K. Lepino.
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