A finales de 1950, Gabriela Mistral estuvo de visita en Tampico acompañada por su pareja, la estadounidense Doris Dana. En esa ocasión, Marco Claudio Corona y su esposa María G. de Corona fueron sus anfitriones.
Aprovechando su estancia, un diario local, El Sol de Tampico, entrevistó a la escritora, quien había recibido el premio Nobel de literatura en 1945 y por entonces se desempeñaba como cónsul de la república de Chile en México.
En el libro Niña errante se recopila el epistolario amoroso de la relación lésbica entre ambas mujeres, que tuvo su inicio en 1948.
(Fragmentos)
18 de abril de 1949
Yo necesito de ti mucho más que tú de mí. Me pasa un calofrío por la carne al leer que te me puedes morir. Tú tienes ciertos deberes conmigo -perdona la palabra- y el primero de ellos es convivir conmigo. Dime: es que no te alegra el que en veinte días más podamos estar juntas.
Vino por segunda vez el médico de Chocoman, y me ha dicho lo siguiente, él y su compañero, empleado de turismo aquí: Que hay barcos -suponen que de carga y pasajeros- americanos, y que van a Tampico. Yo te esperaría allí, vidita. Es fácil ir de Veracruz allí.
(...)
Tu coche te lo podría llevar de México a Guadalajara el chofer de Palma, tal vez también pudiera llevarlo a Tampico. Allí irían las dos pobrecitas vueltas de nuevo ricas, y atrás irían mis maletas. Ok., vida mía ¿no te alegras tú?
¿Cómo es posible, mi amor, que después de haber leído las cartas mías tú sigas dudando, penando, desesperando? Es un pecado, Doris mía, es algo, además, que no entiendo. ¿Es que qué tu crees que hay un peligro de perderme? Estás loca de atar. Ay, defiéndete de ese desvarío. Date cuenta de que hay entre nosotros algo muy poderoso, un vínculo extraño, que debe venir de otra encarnación.
(...)
Es preciso que yo sepa por tu carta próxima que tú crees en mí. Soy una desgraciada si tú sigues sin tener fe en tu Gabriela.
24 de abril de 1949
¡Qué barbaridad vida mía! ¡Emma ha debido leer la carta adjunta! ¡Horrible gente latina! ¡No respetan jamás la vida ajena! Pero ella está aquí porque nadie está conmigo y la Beta es una necia. Yo no puedo vivir como un fantasma que habla solo.
(...)
Tal vez cuando llegues nos vamos por Tampico a Guadalajara, para vivir en Chapala. Lo hablaremos aquí y, juntas resolveremos. Está tranquila: yo tomo mis medicinas. Por ti. Dame en detalle tu enfermedad. Y el resultado de los cardiogramas. Pregunta al Dr. si puedes vivir a dos mil doscientos metros de altura. Si no puedes buscaremos a donde irnos. Doris, yo quiero verte, verte, y oírte.
Tu Gabriela
Gabriela Mistral: Lucila Godoy Alcayaga (Chile, 1889-1957).
Obtuvo el premio Nobel en 1945.
Las ilustraciones corresponden a un fragmento de la carta que el matrimonio Corona les envió a sus huéspedes unos días después de concluida su visita y al encabezado de la entrevista publicada por El Sol de Tampico.
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