(Fragmento final del capítulo XII)
- Párenlos. Son arribeños y han de traer algunas
novedades -dijo Demetrio.
Y las tuvieron de sensación. Los federales tenían
fortificados los cerros de El Grillo y La Bufa de Zacatecas. Decíase que era el
último reducto de Huerta, y todo el mundo auguraba la caída de la plaza.. Las
familias salían con precipitación rumbo al sur; los trenes iban colmados de
gente; faltaban carruajes y carretones, y por los caminos reales, muchos,
sobrecogidos de pánico, marchaban a pie y con sus equipajes a cuestas. Pánfilo
Natera reunía su gente en Fresnillo, y a los federales "ya les venían muy
anchos los pantalones".
- La caída de Zacatecas es el Requiescat in pace de
Huerta -aseguró Luis Cervantes con extraordinaria vehemencia-. Necesitamos
llegar antes del ataque a juntarnos con el general Natera.
Y reparando en el extrañamiento que sus palabras
causaban en los semblantes de Demetrio y sus compañeros, se dio cuenta de que
aún era un don nadie allí.
Pero otro día, cuando la gente salió en busca de
buenas bestias para emprender de nuevo la marcha, Demetrio llamó a Luis
Cervantes y le dijo:
- ¿De veras quiere irse con nosotros, curro?... Usté
es de otra madera, y la verdá, no entiendo cómo pueda gustarle esta vida. ¿Qué
cree que uno anda aquí por su puro gusto?... Cierto, ¿a qué negarlo?, a uno le
cuadra el ruido; pero no sólo es eso... Siéntese, curro, siéntese, para
contarle. ¿Sabe por qué me levanté?... Mire, antes de la revolución tenía yo
hasta mi tierra volteada para sembrar, y si no hubiera sido por el choque con don
Mónico, el cacique de Moyahua, a estas horas andaría yo con mucha priesa, preparando
la yunta para las siembras... Pancracio, apéate dos botellas de cerveza, una
para mí y otra para el curro... Por la señal de la Santa Cruz... ¿Ya no hace
daño, verdad?...
Mariano Azuela (México, 1873-1952).
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