Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

viernes, 14 de septiembre de 2018

Septiembre: TIERRA NUEVA, de Knut Hamsun

"Traía un velo sobre la cara."

(Fragmento inicial del capítulo XXXII)

Había entrado ya septiembre; hacía fresco, el cielo estaba alto y limpio. La ciudad brillaba muy linda, sin polvo y sin suciedad. Las montañas en derredor aún no tenían nieve.
 
En la ciudad iban sucediéndose los acontecimientos; el interés despertado por la muerte de Ole Henriksen no duró mucho; el tiro que sonó en el despacho del comerciante no tuvo gran eco; pronto pasaron días y semanas sobre el suceso, y ya nadie se ocupaba de él. El único que no lo olvidaba era Tidemand.
 
Tidemand tenía mucho quehacer; la primera temporada tuvo que ayudar al padre de Ole: el viejo no quería retirarse; asoció al primer dependiente y persistió, sin dejarse abatir, al frente del negocio.
 
Tidemand desplegaba una incesante actividad. Su centeno comenzaba a desaparecer; iba vendiéndolo cada vez a mejor precio. A medida que se acercaba el invierno subía el centeno, aminorando su pérdida. En los últimos tiempos había tenido que volver a admitir sus antiguos dependientes.
 
Había terminado el trabajo de aquel día. Antes de ponerse a otra cosa encendió un cigarro, y se puso a cavilar. Sería a eso de las cuatro de la tarde. Se estuvo un momento inmóvil en un sillón, y luego se asomó a la ventana y se quedó mirando a la calle.
 
De pronto llamaron a la puerta y entró su mujer. Hanka saludó y preguntó si estorbaba; era sólo un momento…
 
Traía un velo sobre la cara.
 
Tidemand tiró el cigarro. Hacía mucho tiempo que no veía a su mujer, mucho tiempo; una noche en la calle, había creído reconocerla en una señora con el mismo paso majestuoso. La siguió apresuradamente, pero no era ella. No había manera de verla. No se hubiera opuesto nunca, nunca, a que viniese, y ella lo sabía pero no quería venir. Al parecer, les había olvidado definitivamente a él y a sus hijas. Y cuando algunas noches salía de casa, porque se sentía abandonado y solitario, al pasar por delante de la casa de Hanka, veía a veces luz en la ventana, pero a ella nunca. Ni siquiera había tenido la fortuna de ver su sombra en la cortina. ¿Dónde se metía? Le había enviado dos veces dinero para saber de ella.
 
Y de pronto la tenía delante de sí, a dos pasos. Inconscientemente inició el ademán habitual de abrocharse el botón de la americana.
 
 

Knut Hamsun (Noruega, 1859-1952). Obtuvo el premio Nobel en 1920.

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