Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

lunes, 17 de septiembre de 2018

Septiembre: ADIÓS A LAS ARMAS, de Ernest Hemingway

"... las hojas de los árboles comenzaron a cambiar de color y comprendimos que el verano se había terminado."

(Fragmento del capítulo XXI)

En septiembre las noches empezaron a refrescar, luego los días refrescaron también y las hojas de los árboles del parque comenzaron a cambiar de color y comprendimos que el verano se había terminado. En el frente los combates fueron muy mal y no pudieron tomar San Gabriele. La batalla de la meseta de Bainsizza terminó y a mediados de mes la batalla por San Gabriele estaba también a punto de terminar. No pudieron tomarlo. Ettore había vuelto al frente. Los caballos habían sido enviados a Roma y no había más carreras. Crowell también se había ido a Roma, para ser repatriado a los Estados Unidos. En la ciudad hubo dos manifestaciones contra la guerra y en Turín unos tumultos bastante graves. En el club un comandante inglés me dijo que los italianos habían perdido ciento cincuenta mil hombres en la meseta de Bainsizza y en San Gabriele. Y añadió que además habían perdido cuarenta mil en el Carso. Tomamos una copa y charlamos. Me dijo que aquel año ya no habría más combates y que los italianos habían querido tragarse un bocado demasiado grande. Dijo que en Flandes la ofensiva iba por mal camino. Si mataban tantos hombres como en aquel otoño, los aliados estarían fritos dentro de un año. Dijo que todos estábamos fritos, pero que se podía ir tirando mientras no se dieran cuenta. Todos estábamos fritos. El secreto estaba en no admitirlo. El último país en darse cuenta de que estaba frito, ganaría la guerra.
 
Ernest Hemingway (Estados Unidos, 1899-1961).
Obtuvo el premio Nobel en 1954.
 
(Traducido al español por Carlos Pujol).

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